El precio de Pdvsa

 

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Jorge Zajia

Jorge Zajia | Editor in Chief

Ahora que Venezuela ha entrado en un nuevo ciclo de su desarrollo y que se ha sembrado en el alma de los venezolanos el deseo irrevocable e irreversible de empezar a recorrer la senda perdida del progreso y la generación de riqueza, como las condiciones necesarias, más no suficientes, para alcanzar niveles superiores en su calidad de vida y lograr la deseada “mayor suma de felicidad posible”, quienes a la postre les tocará regir los destino del país, con mucho acierto y claridad, han anunciado que la herramienta fundamental para su reconstrucción es el petróleo.

El presidente Juan Guaidó, en el Plan País recientemente expuesto ante la opinión pública, así lo ha expresado y ha adelantado que no está planteada la privatización de Petróleos de Venezuela, al tiempo que sin complejos habla de la necesidad de estimular la participación del capital privado, no sólo en el petróleo, sino en toda la cadena de producción, dada la ruina y el endeudamiento en que se encuentran , particularmente, Pdvsa y, en general, el país.

Dedicándonos exclusivamente al tema petrolero, que si bien este recurso energético no exhibe las glorias del pasado (por varias razones, entre ellas las más importantes son por su abundancia y por la desaceleración de la economía mundial), va a continuar siendo, junto a su hermano menor el gas natural, “el rey” de los carburantes por muchas décadas más, cuyo análisis escapan al tema de esta breve nota editorial. Venezuela tiene ingentes reservas de petróleo y gas, una infraestructura de producción, aunque deteriorada, valiosa y unos recursos humanos con una cultura petrolera bien desarrollada.

Dentro de las discusiones que se han generado para diseñar las acciones que hay que ejecutar inmediatamente que se presente la ocasión que ya es inminente, están dos posiciones claras: quienes dicen que lo prioritario es estabilizar la industria, detener la declinación y empezar a recuperar la producción, hasta alcanzar, en una primera etapa, los tres millones de barriles diarios de crudo. Se ha estimado a “vuelo de pájaro“ que para lograr esta meta se requerirá de una inversión de 25 a 30 mil millones de dólares durante los próximos 5 a 7 años.

Podría ser que la cantidad de dinero y el tiempo requeridos sean menores, pero en cualquier escenario ello va a representar un esfuerzo titánico de recursos humanos, técnicos y financieros en exploración,

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producción, refinación, almacenamiento, transporte y otros etcéteras. O sea que habrá trabajo de sobra para todos, lo que de por sí es un activador formidable de la economía. Este es un tema largo, que merece ser desarrollado con mucha más profundidad.

La otra corriente de opinión, importante y poderosa, la conforman quienes sostienen que la debacle sufrida por Pdvsa es por su condición de ser una empresa del Estado y por lo tanto proclaman su privación inmediata y total; lo cual es una misión muy difícil, por no decir imposible, por el valor, el precio, de sus activos, los cuales, sin contar los yacimientos de petróleo y gas que son propiedad de la Nación, hay que empezar por ponerle precio a sus bibliotecas técnicas con sus estudios de los reservorios, las nucleotecas, el número de pozos, de oleoductos, de estaciones de flujo, patios de tanques, muelles y puertos, de refinerías y plantas de todo tipo, sus activos en el exterior, sus mercados y todos los otros activos que un lector con más conocimiento de la materia me puede ayudar a detallarlos. ¿Cuánto es el valor de todo eso, compadre?.

También algunas voces, no sabemos con qué intenciones, se han dado por descalificar a las empresas estatales, por ineficientes y clientelares. La realidad rebate sus argumentos sin mucho esfuerzo y para muestra un botón: Aramco y las petroleras de los miembros de la OPEP, Gazprom, Rosneft, Equinor, PetroChina, CNPC, Sinopec, Petrobras, Ecopetrol, Pemex, PetroEcuador, PeruPetro y, entre muchas otras, está la propia Pdvsa, que hasta el 2002 mostraba las cifras de desempeño operacional más sobresalientes en el concierto mundial de la grandes compañías petroleras; como se puede apreciar  sin lugar a dudas en el estudio, que anexamos, realizado por Marcela Ibarra Gallegos de la Región Marina Suroeste de Pemex y publicado en su revista Visión Estratégica.

Por otro lado, en el campo de las empresas petroleras privadas destacan Enron que en el 2001 protagonizó la bancarrota más grande en la historia de Estados Unidos y, más recientemente,  está el caso de Pacific Rubiales, de ingrata recordación entre los petroleros venezolanos, colombianos y canadienses, que en el 2010 llegó a ser la petrolera independiente más grande que operaba en América del Sur.

Hay que reconocer que todavía es muy pronto para decidir que se va a hacer definitivamente con la industria petrolera venezolana y a este humilde cronista, en este momento de sobrada emoción, sólo se le ocurre pensar en las palabras que solía evocar mi gran amigo, prematuramente fallecido, Aquiles Materán: “El primer maíz es para los pericos”.

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