EL PETRÓLEO SEMBRADO

La Intercomunal Cabimas-Lagunillas abrió un horizonte a la modernidad1

Manuel Bermúdez Romero

“Una de las primeras empresas
que manifestó su buena voluntad
y disposición para colaborar con
esta empresa nacionalista de la
remodelación de las ciudades
petroleras venezolanas, fue la
compañía Creole”.

               Raúl Leoni


 

Si bien para muchos de sus residentes la urbanización Tamare fue “El Nuevo Mundo”, la construcción de la avenida Intercomunal Cabimas-Lagunillas2 resultó para la Costa Oriental del Lago una bien fundada esperanza de desarrollo. Tanto lo fue que a la colocación de su primera piedra, ocurrida en julio de 1962, se le relacionó con la inauguración del puente sobre el lago de Maracaibo.

Fue esa una certeza que no ocurrió por asociación mental entre las gentes, sino porque el acto lo presidió el entonces Presidente de la República, Rómulo Betancourt, quien el mismo día en que inauguró el majestuoso puente, se trasladó por la vieja carretera nacional para colocar en el sector R-10, al sur de Cabimas, la primera piedra de la avenida.

Al vincular la inauguración de una monumental obra de ingeniería, como el puente General Rafael Urdaneta, con la ejecución de otra que si bien no era grandiosa sí resultaba una construcción difícil y de evidente beneficio colectivo, el sentir en la población fue el de que en buena hora la industria petrolera emprendía un proyecto de envergadura que contó con el consenso del gobierno y la colaboración del Ministerio de Obras Públicas.

La avenida facilitaría la vida en la zona y el desarrollo general y urbano en una región físicamente desordenada. Por otra parte, se vio como de absoluta justicia que se tendiera esa avenida en una región que había aportado por muchos años ingentes recursos al erario nacional.

Así mismo, la obra ponía a la COL a un paso de Maracaibo, hecho que para algunos no representaba ventaja porque deprimiría a Cabimas, mientras para otros, como Domingo Alberto Rangel -el militante de Venezuela o el eterno disidente, como alguien una vez lo llamó- sería tal su influencia que contribuiría, por el contrario, con la conversión de toda la zona en una megalópolis, en una gigantesca ciudad.

Se construyó por espontaneidad de Creole

Cierto, en todo caso, es que la inauguración de la avenida Intercomunal Cabimas-Lagunillas por el hoy pequeño monto de aproximadamente 24 millones de bolívares de aquellos que fueron verdaderamente fuertes, fue una fecha magna. Y el término no encierra una desmesura provocada por la satisfacción que depara recrear la historia de esta carretera.

Fue una fecha magna no bien aprovechada por falta de continuidad en las metas que se trazan las “autoridades competentes” -para utilizar un cliché del establecimiento lingüístico venezolano-, las cuales si se hubieran asesorado oportunamente y en simultaneidad con el avance de dicha construcción, hubiesen procedido a dictar normas de obligatorio cumplimiento por parte de los propietarios de edificaciones y terrenos contiguos a la vía. Igualmente, si con la promoción de la participación de otras instancias se hubiesen propuesto lograr el cónsono desarrollo del ornato colateral en las márgenes y a lo largo de esa amplia vía.

El transcurrir del tiempo dio la razón a Domingo Alberto Rangel y así, en efecto, se ve cómo en la realidad el eje Maracaibo-Costa Oriental del Lago se fue constituyendo en una megalópolis, pero dentro del lamentable caos urbano que se observa en toda Venezuela.

Esta afirmación del redactor sobre la desidia gubernamental consigue su anverso al recordar que esa obra fue construida por la transnacional norteamericana obedeciendo a una decisión propia tomada internamente y atendiendo al criterio de que la empresa privada no podía permanecer al margen de los esfuerzos de la comunidad por alcanzar objetivos de mejoramiento.

La construcción de la carretera Lagunillas-Cabimas, dijo Harry A. Jarvis, presidente de Creole, en sus palabras del día en que se dio inicio a los trabajos, ha sido decidida en forma espontánea por la empresa, al igual que tantas otras iniciativas anteriores que no estaban incluidas en obligaciones legales o contractuales y algunas, inclusive, de ninguna o remota relación con nuestras actividades e intereses petroleros.

Fue tal la buena disposición que Creole demostró por la ejecución de esa obra, que destinó como supervisor de su construcción a uno de sus mejores profesionales de siempre, el ingeniero civil zuliano Armando Segnini3 quien, haciendo carrera y sumando méritos, aproximadamente dieciséis años después fue nombrado Gerente de la División de Occidente de Lagoven -la operadora sucesora de Creole-, luego su director y más tarde vicepresidente.

Fue una obra relevante que unió la región

Respecto a la complejidad de la construcción de la avenida, Segnini informó a través de una de las publicaciones de Creole y para la oportunidad de su conclusión, que el pobre drenaje natural de la zona, el suelo de baja capacidad de soporte, la existencia de pendientes mínimas hacia el lago, el revestimiento de cunetas y canales longitudinales y transversales con cemento, dificultó el desarrollo del proyecto e hizo difícil la adquisición y disposición de materiales, entre los que sobresalía la escasez de piedra picada.

Viene a cuento referir para reforzar esta evocación y en aras de transmitir la vivencia a que dio lugar ese acontecimiento, que el periodista firmante fue testigo de la construcción de esa obra y vio cómo  toneladas de cipa eran extraídas por una inmensa unidad dotada de grandes, altos y anchos cauchos.

La unidad que sacaba inmensas paladas de sedimento acuoso del fondo del trazado de esa avenida, era una especie de camión volteo gigantesco dotado por debajo de una abertura que, a modo de pala ingente, raspaba y recogía sedimento oscuro que almacenaba en su cajón.

Era una grande unidad amarilla o naranja que penetraba despaciosamente pero con fuerza en profundas hondonadas que ella misma iba haciendo y extraía barro abundante. La conducía un motorista que estaba en lo alto en una cabina relativamente pequeña de aquel vehículo nunca antes visto en esos predios.

Se buscaba, según era evidente y dedujeron entonces los muchachos que pasaban ratos viendo el trabajo frente a Tamare y en otros sitios, hallar terreno consolidado para dar sólida sustentación a lo que sería la cubierta de granzón y asfalto de la vía para ponerla al servicio del tránsito automotor.

En esa labor de extracción de sedimentos que fueron depositados allí por cursos de agua provenientes de la serranía que abraza la cuenca del lago por el oriente, no vimos que se extrajera una roca, ni siquiera una piedra grande. Se observaron después sólo las peñas blancuzcas que se colocaron en el fondo de esas hondonadas para darle soporte al terreno.

Al final del trabajo, cuando cesaban los motores de esa y otras unidades y cuando al morir la tarde los trabajadores se retiraban, penetrábamos sigilosos los muchachos en aquellos largos y anchos zanjones para caminar por sobre el lodo residual y hacer “nuestra propia inspección” de la obra que se adelantaba.

Era, a nuestros ojos, una obra colosal jamás vista. Lo fue no sólo por la inmensa unidad amarilla -una mototraílla- que bautizamos con el nombre irónico de “El Volkswagen”, sino por la movilización de un buen número de trabajadores y de vehículos diversos a los que dio lugar por las fases de trabajo que implicó, por los cambios que desde los inicios de su construcción originó y porque, al quedar concluida en octubre de 1965, dejó a todos la ilusionada impresión de que a partir de la Intercomunal el futuro sería distinto.

Aquel camino enmontado y barroso en sus márgenes, de superficie irregular, a ratos culebrero y empetrolado en su totalidad que se extendía a través de la selva y se llamaba carretera nacional, había dado paso sobre sí mismo a otra ruta despejada y moderna. A una avenida ancha y así a otro horizonte.

Casi treinta kilómetros totalmente iluminados

          Algunas cifras y datos ofrecen información precisa sobre la magnitud de los trabajos que hubo que realizar para abrir esa avenida. En toda la extensión de la Intercomunal se removieron ciento sesenta mil metros cúbicos de terreno inestable, se hicieron rellenos seleccionados por un volumen de cuatrocientos metros cúbicos, se usaron cien mil metros cúbicos de piedra suelta para la base del macadam de trece centímetros de espesor, y se utilizaron ciento diez mil toneladas de concreto asfáltico para hacer una capa de diez centímetros de espesor. Para construir el drenaje se tendieron ocho kilómetros de alcantarillas metálicas.

Una buena interpretación de la emoción que nos embargaba, pues era una percepción compartida entre todos los que íbamos por ratos y etapas a observar los trabajos, se encontró en una revista Nosotros, de Creole, una vez concluida la obra, donde el redactor narra el hecho así:

–Allí, donde se arrastraban aquellos Ford “bigotes”, hoy se estira amplia y abierta la avenida Intercomunal. Casi treinta kilómetros desde Cabimas hasta Lagunillas, pasando por Tamare, Las Morochas y Ciudad Ojeda. Siete mil cuatrocientos vehículos por día con un torrente de casi mil trecientos vehículos frente a Tamare, a la hora de mayor circulación, entre cuatro y cinco de la tarde. El porcentaje de camiones en circulación es el más alto del país y existe la posibilidad inmediata, casi tangible, del establecimiento de industrias, compañías de servicio que merced al rápido desplazamiento que les permite la avenida, tienen amplísimo mercado para sus productos o servicios. Con la construcción de la avenida y de las obras complementarias que continuarán, la zona presenta amplias posibilidades de desarrollo.

También en Nosotros, el relacionista público Raúl Antoni4, para la época seguramente en el cargo de coordinador de comunicaciones de Creole en La Salina, Cabimas, describe así el nuevo aspecto de un sector de la avenida mediante un suelto periodístico que tituló “Ahora no se pone el sol”:

“En todo el trayecto, entre Las Morochas y Ciudad Ojeda, un sector que antes moría con la caída del sol, ahora brillantemente iluminado, se agita con nueva vida. Los avisos de neón todavía eran pocos, pero traían a la mente las espléndidas avenidas de las grandes ciudades”.

Y ha sido así como lo visualizaron auspiciosamente los colegas en la percepción que entonces tuvieron. A los márgenes de la intercomunal se han establecido empresas de servicio, contratistas y comercio nuevo, mientras el comercio viejo ha ido remodelando su fachada y de esta manera de algún modo se consolidó la imagen prevista, aún siendo una realidad a todas luces mejorable.

Posteriormente, en 1981, dieciséis años después de la inauguración de la avenida Intercomunal Cabimas-Lagunillas, Lagoven, filial de Petróleos de Venezuela, la azul, en conjunto con el Ministerio de Transporte y Comunicaciones, adelantó refacciones para adecuar la obra. Con ese fin se construyó una isla elevada5 y el trazado del alumbrado6 a lo largo de toda su extensión. El propósito fue evitar accidentes vehiculares y arrollamientos que en la vía se presentaban por exceso de velocidad de los automotores y descuido peatonal.

La isla elevada sustituyó a otra existente y mucho más baja conformada por pequeñas secciones de concreto. A los ingenieros de Lagoven, Jorge Astorga, Juan Yánez y Jorge García, correspondió la supervisión del diseño y ejecución de esas adecuaciones y los aspectos civiles respectivos.

La Intercomunal merece disponer de más caminerías y estacionamientos en sus sectores poblados y comerciales, y la adaptación de sus burladeros a manera de distribuidores de tránsito correspondientes con su alto tráfico vehicular actual.

También corresponde que se le construyan accesos cónsonos, como el que hizo el CIED (Centro Internacional de Educación y Desarrollo) en su sede de Tamare. Tal aspiración podría lograrse promoviendo que los propietarios diversos en las orillas de la avenida mejoren sus entradas y salidas y, de ese modo, el ornamento del contorno de una obra que es útil y lo será por mucho tiempo.

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REFERENCIAS

  1. Este reportaje fue publicado por primera vez en las redes sociales el 12 de julio de 2008. En esta nueva oportunidad se le han introducido pequeñas modificaciones en la forma de redacción, se hizo una precisión en el título y se le incorporaron antetítulo e intratítulos; los últimos para propiciar su lectura completa.
  2. La avenida Intercomunal Cabimas-Lagunillas fue construida por Creole Petroleum Corporation entre julio de 1962 y octubre de 1965. La obra consta de cuatro pistas de circulación -dos en cada sentido- de 3,65 metros de ancho cada una, una isla central original cuya anchura oscila entre los 4,85 metros y los 60 centímetros, y hombrillos de 2,40 metros. En las áreas más pobladas se le dotó originalmente de un sistema central de iluminación de mercurio, aceras de 1,20 metros de ancho con zonas verdes anexas de 60 centímetros de amplitud. Posteriormente Lagoven elevó la isla y la dotó de alumbrado.
  3. Armando Segnini Méndez, el supervisor de la construcción de la intercomunal Cabimas Lagunillas, es un ingeniero civil graduado en 1954 en La Universidad del Zulia y posgraduado en la misma especialidad en la Universidad del Estado de Michigan, en los Estados Unidos. Sus estudios y trayectoria seguramente fueron los que motivaron que Creole, siendo un profesional joven, le entregara la responsabilidad de supervisar los trabajos en su representación. Segnini fue posteriormente gerente de Ingeniería General en la División de Occidente de Lagoven, subgerente de la Refinería de Amuay, gerente de la División de Occidente, director y vicepresidente de la misma empresa. Concluyó su carrera en la industria petrolera venezolana como asesor de la presidencia de PDVSA durante las gestiones de Andrés Sosa Pietri y Gustavo Roosen.
  4. Aunque obviamente él no estuvo directamente ligado con la construcción de la avenida Intercomunal Cabimas-Lagunillas, para guardar memoria se menciona que Raúl Antoni es un periodista de dilatada trayectoria en las relaciones públicas de la industria petrolera, fundamentalmente en Creole y Lagoven, y posteriormente en Maraven y PDVSA, la azul.
  5. La isla elevada de la Intercomunal está formada por placas de concreto armado de alta resistencia de dos metros de longitud y cincuenticinco centímetros de alto cada una. Para construirla se utilizaron veinticuatro mil quinientas de esas placas.
  6. Para iluminar la avenida se escogió el sistema de postes de doble brazo sobre la isla central. Se utilizaron mil doscientas luminarias de doscientos cincuenta vatios. Las luminarias tienen una duración promedio de veinte mil horas, lo que reduce al mínimo el mantenimiento requerido. La iluminación se alimenta de veintisiete circuitos que suministran la energía eléctrica en caso de fallas locales. Debido a la alta eficiencia de las luminarias, el consumo de energía que el alumbrado de la Intercomunal requiere es de sólo cuatrocientos kilovatios, equivalentes al consumo eléctrico de un centro comercial de mediano tamaño.