En mi blog de May 25, 2021
Una idea para bajar la presión de la inmigración ilegal hacia los Estados Unidos
Por Gustavo Coronel
*** ¿Utopía o solución posible?
*** He consultado esta idea con dos amigos: uno me dijo que era totalmente impráctica. El otro guardó silencio. Ello me lleva a creer que es posible.
El Principio de Bernoulli se deriva de la segunda Ley del Movimiento de Isaac Newton. Trata de flujos de una región de alta presión hacia una región de menor presión, proceso inevitable ya que hay más presión empujando el movimiento que tratando de detenerlo. Si las condiciones persisten el flujo aumenta su tasa de aceleración.
El Muro es como una gran falla geológica
Esto es exactamente lo que sucede, en el plano humano, con los fenómenos de migración. Los seres humanos migrarán inevitablemente de una zona de alta presión (hambre, desempleo, inseguridad, dictaduras) a una zona de menor presión (empleo, alimentación, mayor seguridad personal, libertad). Ello explica por qué Inglaterra está hoy llena de nativos de países del “Commonwealth”, porque Alemania está llena de inmigrantes del Medio Oriente y porque los Estados Unidos se encuentran bajo constante presión de la migración ilegal desde Centro América y México. En este último caso, el fenómeno es realmente uno solo, porque quienes llegan a las fronteras con USA desde Centro América deben hacerlo a través de México. Este es un fenómeno que obedece a una ley social muy similar a las leyes de la física. La gente se desplaza de regiones donde las condiciones de vida son precarias hacia las regiones que ofrecen mejor calidad de vida.
Por esta razón las ideas que apuntan a una solución consistente en barreras físicas, como el muro que parcialmente construyó el ex- Presidente Trump, no tienen muchas posibilidades de éxito. No solo representan medidas costosas sino que promueven sentimientos de xenofobia que terminan por agudizar el problema,
Por otro lado, lo que parecería la solución obvia, esa de mejorar las condiciones de vida en los países de origen de los emigrantes, está muy lejos de llevarse a cabo. Aunque los Estados Unidos ha tratado de hacerlo mediante programas de ayuda económica que han sido, en ocasiones, masivos, tales como el de la Alianza para el Progreso, de la administración Kennedy, en el cual se destinaron $20.000 millones para la región, ellos no han logrado una mejora significativa en las condiciones de vida de la región. El problema con estas ayudas es que han sido motorizadas, en gran medida, por estrategias de hegemonía política, frecuentemente destinadas a poner coto a lo que se percibía como amenazas del comunismo en la región. Mucha de la ayuda económica se quedó en los bolsillos de los “aliados” ideológicos de los Estados Unidos. Algunas administraciones han utilizado la amenaza de eliminar ayudas económicas si los países recipientes no cumplían con sus deseos en lo político.
Entre 1946 y 1980, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua recibieron importantes aportes de la “Alianza para el Progreso”, iniciada en 1961. Ver: La ayuda norteamericana en Centroamérica, 1980- 1992 (ucm.es). Según este documento, entre 1980 y 1990 Estados Unidos canalizó hacia Centroamérica, a través de diversas fuentes oficiales, 8.446 millones de dólares en ayuda bilateral. Algunos países del área, como El Salvador, llegaron a recibir en los años centrales de la década, hasta 1.5 millones de dólares diarios. En 1989-1990 cuatro países centroamericanos se encontraban entre los once primeros receptores de ayuda de Estados Unidos. El Salvador había llegado a ser el cuarto receptor mundial en términos absolutos y se encontraba por delante de Filipinas, Bangladesh y la India.
Estas sumas de dinero han sido muy importantes pero, ¿adónde han ido a parar? Mucho del dinero fue destinado a gastos de naturaleza militar y política, orientado a combatir grupos políticos de izquierda y hasta a promover remplazos violentos del máximo liderazgo en países no alineados con los Estados Unidos. Las cantidades de dinero orientadas a mejorar la calidad de vida de los habitantes y a la creación de fuentes de trabajo local fueron menores. Durante la década de 1980 el PBI de Nicaragua descendió en un 41%, el de Guatemala y Honduras un 15-18%, el de Costa Rica un 5%. La pobreza aumentó hasta afectar, a mediados de esa década, al 72% de la población de esos países. El documento arriba citado dice: “El endeudamiento externo centroamericano llegó a ser de 8.500 millones de dólares al principio de la década, y continuó aumentando hasta alcanzar unos 22.000 millones de dólares en 1990, lo que significó entre el 75 y el 80% del PIB total de la región. Entre 1984 y 1988, el servicio de la deuda representó la mitad de las exportaciones del istmo. Centroamérica se encontró, por todo ello, en una crónica crisis de insolvencia”.
La moral de esta historia parece ser que, sin un alivio de la presión migratoria de los países de Centro América y México hacia los Estados Unidos, no valen muros, amenazas de corte de ayuda o ayudas atadas a condiciones de naturaleza política.
Entonces, ¿qué hacer?
Hay enfermedades que son incurables y este fenómeno de la migración podría ser una de ellas. Sin embargo, podría ser posible pensar “out of the box” y combinar diferentes soluciones parciales que pudiesen bajar la presión en la frontera entre México y USA. Dos que podrían tratarse en paralelo serían:
Una, programas enfocados con precisión quirúrgica a aliviar el desempleo en regiones especialmente afectadas por este problema en Centro América y México. Estos programas serían manejados por empresas mixtas entre los Estados Unidos y los países donde los programas se lleven a cabo y podrían combinarse con educación ciudadana que enseñase a los habitantes a ser emprendedores.
Dos, Algo inédito, nunca puesto en práctica, sería establecer una zona o zonas de amortiguación (Buffer Zones) entre la frontera de los Estados Unidos y México, en la cual se establezcan territorios intermedios entre USA y sus vecinos al sur. Se trataría de una o más franjas de territorio mexicano, a ser administradas de manera conjunta entre las dos naciones. En esos territorios que pudieran llamarse PROGRAMA MEXAMERICA o algún nombre convenido entre las partes:
- Se estructurarían zonas de administración conjunta USA-México, en la cual la moneda que circule sea esencialmente el dólar
- Sus habitantes tendrían la categoría de residentes MEXAMERICANOS, la cual les permitiría trabajar en ese territorio, ganar en la moneda del territorio y disfrutar de las condiciones de vida que ese territorio les ofrezca, las cuales serían fundamentales afines a las ofrecidas en territorio estadounidense. No estarían en México pero tampoco estarían en los estados Unidos.
- Existiría un sistema de administración comercial y financiero en línea con las normas y costumbres (filosofía gerencial) existentes en los Estados Unidos, con disposiciones especiales para promover la instalación de factorías de la más diversa naturaleza, a fin de estimular la inversión industrial en cada zona de amortiguación. Las garantías sociales y los deberes predominantes para los habitantes serían los existentes en USA para sus ciudadanos,
Se trataría de territorios en el cual los habitantes pudieran sentirse en un nuevo ambiente social y económico, pudieran sentirse escapados del foso del atraso, la miseria y la inseguridad, para sentirse miembros de una sociedad nueva que les permite su libre desarrollo. Se sentirían en los Estados Unidos sin haberse ido de México.
¿Cuán grandes serían estas zonas de amortiguación? Pueden ser pequeñas al principio y, a medida que se van estableciendo industrias, en esa misma medida pueden extenderse. Al principio pueden ser territorios pilotos, de digamos, no más de unos 200 a 1500 kilómetros cuadrados, el cual es el tamaño de Rhode Island, estado de un millón de habitantes. Dependiendo de su éxito, pudiesen llegar a ser de unos 40.000 kilómetros cuadrados, con una densidad de población de unos 300 habitantes por kilómetros cuadrado, similar a estados de mediana densidad de población en USA, albergando a unos 12 millones de habitantes.
Los residentes de estas zonas de amortiguación serían seleccionados en base a sus habilidades para el trabajo y sus antecedentes ciudadanos. Sus administradores pagarían a México un arrendamiento por el territorio, a ser convenido entre las partes y los accionistas de la empresa administradora serían los gobiernos de ambos países. La población de este nuevo territorio sería, idealmente, un 50% mexicana de origen y el otro 50% originario de los países centroamericanos, en proporción a sus habitantes.
Por supuesto, un proyecto de esta naturaleza está lleno de obstáculos de todo tipo, político, social, económico, legal. Quizás la idea, al examinarse en profundidad, no sea factible, ya que simplemente trasladaría el problema de un sitio a otro, dejando intacta su raíz, el cual tiene que ver con la capacidad de los gobiernos de proveer las condiciones adecuadas para que sus habitantes tengan una vida digna. Pero es el tipo de alternativa digna de pensarse, si existe la voluntad de superar obstáculos.
Estas zonas podrían representar un efectivo alivio de la presión inmigratoria sobre los Estados Unidos, fuente de considerable tirantez política doméstica, y, al mismo tiempo, una alternativa para miles de seres humanos quienes buscan con ansiedad una mejora de sus condiciones de vida. De tener éxito, se convertirían en demostración de lo que puede hacerse, de lograr nuevas formas de vivir, a fin de ser imitados en otras partes de región y del mundo.
No faltará quien diga que tal zona de amortiguación representa una especie de purgatorio, antes de la entrada al cielo. Llámese como se llame, la esencia del proyecto sería hacer de ese “purgatorio” algo mucho más cerca del cielo y lo más alejado posible del infierno.
Publicado por Gustavo Coronel