En mi blog de Octubre 3, 2022

Trueque de rehenes por criminales: un grave dilema moral


“Nunca te doblegues, ni en lo grande o lo pequeño,

nunca atiendas a otra llamada que a la de tu convicción y tu honor”.

Winston Churchill

 

SOBRINOS DE CILIA FLORES LIBERADOS POR USA

El reciente trueque de dos narcotraficantes venezolanos en prisión estadounidense por una media docena de rehenes estadounidenses del régimen de Nicolás Maduro presenta un serio dilema moral, cuando se analiza desde puntos de vista tales como la correcta aplicación de justicia; lo individual – vs – lo colectivo; el corto plazo –vs – el largo plazo.

Al hacerlo pensando en estos parámetros nos encontramos – esencialmente – con dos maneras de evaluar la decisión tomada por los Estados Unidos: (1), la manera principista, ejemplificada por las ideas del filósofo Immanuel Kant, quien decía que “la manera correcta de actuar es una que pueda convertirse en ley universal”, es decir, una decisión que pueda llegar a ser la manera de actuar en todos los casos. De acuerdo a esta forma de pensar, una decisión no puede estar basada en la casuística sino en principios deontológicos independientes de sus resultados, y, (2), la manera pragmática, utilitarista, basada en las ideas de John Stuart Mill, que basaría la decisión en sus resultados o consecuencias y en su capacidad de generar el mayor bien posible para la mayor cantidad posible de individuos.

El dilema moral es serio y no es nada fácil decidir el “mejor” curso de acción. Algunos analistas venezolanos han celebrado la decisión como “una excelente noticia que podría dar un paso a consolidar más acuerdos humanitarios, petroleros y políticos en los próximos meses”  (Luis Vicente León) o como “un excelente intercambio de dos malhechores por seis inocentes rehenes” (Elías Pino Iturrieta), opiniones ambas que parecen estar en línea con la manera pragmática, mientras que otros la han criticado duramente por “inmoral y porque abre la puerta a futuras tomas de rehenes por parte del régimen”, como argumentan  – entre otros – Diego Arria y María Corina Machado.

Cuando vemos el trueque desde el punto de vista de la aplicación de justicia es aparente que, mientras el régimen venezolano dejó ir a rehenes a quienes había puesto en prisión en base a una decisión esencialmente política  relacionada con la purga de chavistas indeseables, como parece ser el caso de los seis de CITGO, el perdón para los dos narcotraficantes  enjuiciados y convictos por el poder judicial de los Estados Unidos tuvo que llegar por la vía del perdón presidencial, debilitando el principio de separación de poderes y la política de severo castigo a los narcotraficantes.

Cuando vemos el trueque desde el punto de vista del beneficio individual versus el beneficio colectivo, es evidente que la liberación de rehenes y criminales tiene el mismo efecto beneficioso para todos los liberados y sus familiares.  Biden ha dicho que su gobierno quería ver a los rehenes de nuevo en sus hogares, con sus familias, y esto es también cierto de los criminales. En ambos casos hay beneficios para un reducido de personas, lo cual es respetable, pero debe ser comparado con el impacto desmoralizador del trueque sobre el país venezolano que depende mucho de la justicia de otros países para ver castigar a los usurpadores del poder.

El trueque tiene un impacto de corto plazo que puede ser visto como positivo desde el punto de vista humanitario y un impacto negativo de largo plazo, el cual consiste en aumentar el riesgo de futuras tomas de rehenes por parte de un dictador cuya voluntad es ley, a fin de forzar a los Estados Unidos a negociar alivio de sanciones u otros actos que le consoliden en el poder.

¿Cuál es mi posición?

Con el perdón de los rehenes y de sus familiares, quienes han sido víctimas del régimen dictatorial de Nicolás Maduro, no estoy de acuerdo con el trueque que se llevó a cabo. Me adhiero a la manera Kantiana de pensar, es decir, a la ética por principios, y no a la ética por resultados. Sin embargo, parece evidente que este segundo enfoque es el que predomina en el ejercicio del liderazgo político, el cual es muy sensible a la opinión pública. La ética por principios requiere una mayor dosis de coraje moral porque frecuentemente significa tener que tomar decisiones impopulares, negativas para las carreras de los líderes políticos.

Este tipo de coraje, nos dice Russhworth Kidder en su libro “Coraje Moral”, trae a la mente el ejemplo de Martín Lutero, cuando se opone frontalmente al sistema de indulgencias católicas: “Aquí me planto. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude”.  O, agregamos nosotros, el de Tomás Moro cuando rehúsa convalidar la anulación del matrimonio de Henrique VIII con Catalina de Aragón y paga con su vida. O como José María Vargas, cuando se para frente a Carujo y le dice: “Usted se equivoca. El mundo no es de los valientes, sino de los hombres justos”. O Jorge Olavarría, cuando denuncia a Hugo Chávez como dictador ante el Congreso en pleno y ante el mundo en 1999.

No es suficiente con hablar de valores. Es necesario defender nuestros valores.

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Publicado por Gustavo Coronel

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