Abr 30, 2025

Opinión

Riad, Caracas y el suministro de petróleo

Los mercados petroleros mundiales están en una fase crucial a medida que la reposición de reservas se retrasa. Con solo unos pocos puntos positivos como Namibia y Guyana, las estimaciones sugieren que solo entre el 25 % y el 30 % del petróleo consumido anualmente se compensa con nuevos descubrimientos.

Tomás Mata/Editor Asociado

Este creciente déficit, sumado a las previsiones de que la producción estadounidense de gas de shale alcanzará su punto máximo en la década del 2030, prepara el terreno para una perspectiva de escasez de suministro mundial. 

Si no se realizan nuevos descubrimientos importantes, el mundo podría enfrentar un déficit de 18 millones de barriles diarios para 2040, suponiendo que las proyecciones de demanda se mantengan. En este contexto, la atención se centra inevitablemente en los países con vastas reservas probadas y económicamente extraíbles. 

En esa categoría, dos destacan: Arabia Saudita y Venezuela, aunque sus respectivas capacidades para actuar como productores de reserva en la década del 2030 difieren significativamente.

Schreiner Parker

Schreiner Parker, Director General para América Latina de Rystad Energy, nos ofrece una perspectiva, bajo la óptica de un profesional muy versado en este tema, que por su importancia nos permitimos ofrecerlo a los lectores de Petroleum.

Saudi Aramco, la compañía petrolera nacional de Arabia Saudita, gestiona más de 283 mil millones de barriles de recursos recuperables restantes, gran parte de los cuales son crudo convencional de bajo costo. 

La capacidad de Aramco para aumentar o disminuir la producción con precisión, respaldada por una infraestructura de clase mundial, una inversión constante y una importante capacidad disponible, posiciona a Arabia Saudita como una fuerza estabilizadora clave en los mercados petroleros mundiales. A medida que la flexibilidad del shale estadounidense disminuye y los resultados de exploración siguen siendo limitados, Arabia Saudita se encuentra en una posición privilegiada para retomar su rol tradicional como productor global de referencia, con la capacidad de influir en la oferta y los precios durante la próxima década.

Venezuela, mientras tanto, posee lo que algunos consideran las mayores reservas de petróleo del mundo, con estimaciones que alcanzan los 300 mil millones de barriles. La mayor parte de este recurso se concentra en la Faja del Orinoco, una vasta franja de crudo extrapesado terrestre. Si bien técnicamente recuperables, estos recursos requieren una compleja modernización, una infraestructura robusta e inversión a largo plazo. 

La producción, incluyendo la de la petrolera nacional PDVSA, ha disminuido significativamente en las últimas décadas debido a la falta de inversión, los desafíos operativos y las sanciones internacionales. Sin embargo, la actividad reciente de algunas empresas internacionales, como Chevron, indica que algunas áreas siguen siendo comercialmente viables bajo las condiciones adecuadas y con apoyo técnico externo.

Desbloquear todo el potencial de Venezuela como proveedor importante probablemente requeriría cambios estructurales más amplios a nivel institucional. El entorno operativo para la inversión extranjera se ha visto severamente limitado, y la recuperación a largo plazo dependería de la estabilidad institucional, marcos regulatorios claros y una mejora general del clima empresarial. Si bien es difícil predecir los acontecimientos políticos, cualquier resurgimiento significativo de la producción probablemente dependería de un entorno más normalizado que pueda atraer capital y experiencia técnica de forma sostenida, en particular de Estados Unidos y otros países occidentales. En estas condiciones, Venezuela podría restablecerse como una fuente importante de suministro en la mezcla petrolera mundial. 

Tanto Arabia Saudita como Venezuela fueron miembros fundadores de la OPEP en 1960 y siguen siendo miembros en la actualidad. Arabia Saudita continúa desempeñando un papel de liderazgo central dentro del grupo, mientras que la influencia de Venezuela ha disminuido en los últimos años debido a su menor producción y su limitado alcance en el mercado. 

En una Venezuela sin precedentes, la reincorporación al sector petrolero mundial se vuelve fundamental, poniendo en duda su futura alineación con el marco de producción de la OPEP. La flexibilidad estratégica, en particular para atraer inversión externa o gestionar nueva producción, podría eventualmente impulsar una reevaluación de su rol dentro de la organización.

Con el bajo rendimiento de la exploración global y el petróleo de shale estadounidense acercándose a su techo de producción, la próxima década probablemente estará determinada por aquellos países con reservas existentes y accesibles. Se espera que Arabia Saudita sea el ancla de esta fase, pero el futuro de Venezuela sigue siendo una variable importante. Si el país establece las condiciones para la recuperación, su regreso al mercado petrolero mundial podría introducir nuevas dinámicas en lo que, de otro modo, se estaría convirtiendo en un panorama de oferta más concentrado. 

La evolución de estos dos productores tradicionales podría definir el próximo capítulo del petróleo mundial, no a través de nuevos descubrimientos, sino a través del regreso y la reinvención de aquellos que ya poseen las mayores bases de recursos.