Jun 05, 2023

La felicidad y el sentido de la vida

Reflexiones próximo a entrar en la novena década

Por Gustavo Coronel


 

Tengo un largo viaje ya recorrido, en el cual – concordando con los consejos de Constantino Kafavis en su poema ITACA – he llegado a muchos puertos y he visto muchas cosas maravillosas, sin encontrar demasiados monstruos en mi camino. En ese largo y extraordinario viaje, acompañado por una bella y noble mujer durante casi todo el trayecto, me admiro de lo feliz que he sido y no puedo explicarme con entera claridad las razones de esa felicidad. Aunque no existe una fórmula mágica universal, si hay algunos rasgos que pueden ser comunes.

Pienso que la razón esencial de mi felicidad ha sido haberle encontrado, desde muy temprano, un sentido a la vida. Y ese sentido que le encontré a la vida desde que tuve uso de razón, a los 8 o 9 años, consiste en haberme relacionado con lo maravilloso y bello del mundo y haber descubierto a muy temprana edad la facultad de soñar. Esa temprana identificación con lo bello y maravilloso del mundo me llevó al disfrute de la literatura y de la música desde muy temprano. Descubrí a Dumas, a Verne, a Baltasar Gracián, a Walter Scott, a Tchaikovsky, Debussy y Gershwin casi en mi primera infancia y ya no pude pensar en vivir sin ellos y sin muchos otros más como ellos. Y los sigo descubriendo.

El sentido de la vida como disfrute de la belleza del mundo se reforzó con lo aprendido en mi hogar, esencialmente a través del ejemplo de mi madre. Desde pequeño pude darme cuenta que ella vivía para servir, que había puesto su vida a trabajar por la felicidad y el bienestar de los menos favorecidos. Era una campeona de las causas justas y del bienestar de la comunidad. Y eso la llenaba espiritualmente de manera total y sin necesidad de predicarlo. Su ejemplo me inspiró a seguir sus pasos, sencillamente observando como vivía su vida. MI padre era menos activo en el campo social pero tenía un feroz sentido del deber hacia su familia y su trabajo y el ejemplo de esos dos padres formó la base de mi educación espiritual.

Como ellos no eran religiososyo tampoco lo he sido y, en eso, también he seguido sus pasos. La fe religiosa nunca entró en nuestro hogar, aunque nunca fuimos, ni lo soy hoy, anti-religioso. Me considero un humanista, pero enteramente basado en mi apreciación, respeto y amor por el ser humano y en la conciencia del deber de hacer el bien. No me siento particularmente orgulloso de no tener fe religiosa y acepto que la fe proporciona a muchos un sentido de la vida que los ayuda a ser felices y a navegar por los mares azarosos que suelen presentarse en nuestro viaje. Pero si siento cierto orgullo de haber sido feliz y de haber vivido  la buena vida sin pensar que ello me proporcionará una recompensa en una vida después de la vida. Desearía estar equivocado en este escepticismo, no tanto por mí, sino por los seres que he amado y quienes ya no están conmigo, ya que me resulta difícil resignarme a su total desaparición. En este sentido, comparto el instintivo sentido de justicia que nos dice que el bien debe ser recompensado, pero, al mismo tiempo, una vocecilla me dice que la justicia no aplica a los accidentes cósmicos y, eso es – agrega la vocecilla – lo que somos nosotros.

Motivos de Alegría

Hay algunos ingredientes de mi felicidad que he podido identificar con razonable grado de certeza:

  • Una irrefrenable curiosidad por conocer de todo, lo cual hace de cada día una oportunidad para expandir mis horizontes. El universo está tan lleno de maravillas y hay tanta gente extraordinaria en nuestro mundo que nunca podremos llegar a conocerlas y conocerlos debidamente. Y esto nos lleva a celebrar cada nuevo amanecer
  • La necesidad de servir, de ser útil, de lo que he llamado ser buen ciudadano, porque siento que es mi deber y que, al hacerlo, sigo fielmente las instrucciones y enseñanzas que recibí de padres, maestros y amigos. Siento la necesidad de probarles, ahora a sus sagradas memorias, que cumplo sus enseñanzas. Ellos son mis accionistas en mi empresa imaginaria dedicada a la promoción de la vida buena y debo presentarles un informe que me permita recibir su aprobación
  • Una progresiva apreciación de la belleza en el ser humano y en la naturaleza que nos rodea. A medida que me acerco al fin de mi viaje establezco una progresiva identificación con lo bueno, en un afán de fusionarme con esas fuerzas positivas de nuestro mundo
  • Una intensificación de los sentimientos de compasión y del amor. Compasión por quienes no pueden ser felices y a quienes tiendo una mano real o imaginaria. Amor, porque es el sentimiento que nos llevará a validar nuestra condición de Homo sapiens. Al hablar de amor no me refiero solo a nuestros sentimientos instintivos de afecto sino también hacia aquellos por quienes no sentimos atracción.