Nov 27, 2024
Juan Vicente Gómez y la doctrina petrolera nacional
Jose Gregorio Tovar Silva, Ing. Petrolero, UDO1977 – Mg. Sc. Perforación, UT1991 OK
Aquella tarde e Maracay, cuando el secretario del gabinete, Ezequiel Vivas, lee la agenda del Consejo de Ministros. El ministro de Hacienda Román Cárdenas y el de Fomento Santiago Fontiveros habían preparado, durante semanas, un lato legajo sobre los últimos sucesos de algo que nos era alóctono hasta entonces, y que había aparecido en esos días calcinantes zulianos: el 31 de Julio de ese año 14 había brotado petróleo en el pozo Zumaque I.
Cuando el presidente oye aquella expresión: “aceite de las rocas” (los ministros se cuidaban de tener un léxico a su altura ministerial), interrumpió al secretario Vivas, y le pidió le explicara mejor el punto. Fontiveros se apresuró a decirle que “había aparecido petróleo en el Zulia”. A lo que el presidente ripostó: “¿y qué quieren con eso?”. Cárdenas, recuperando la delantera que Fontiveros le había arrebatado, balbuceó: “Es una gran oportunidad Su Excelencia. Es la fuente de energía que se impondrá por los próximos años en el mundo, y desplazará seguramente al carbón. Debemos crear leyes que regulen la industria que pronto se desarrollará en Venezuela”.
Gómez, luego de un breve pero interminablemente incómodo silencio le respondió: “oiga, mire, y… ¿quién de los aquí presentes sabe algo sobre eso?”. Entonces Ignacio Andrade, ministro de Relaciones Exteriores (como era un tema con empresas extranjeras) le dijo: “en realidad mi general, los que saben bien sobre el tema son las empresas musiúas”. Gómez se acicaló el bigote con su mano derecha enguantada de negro, caviló por un instante, y ripostó: “Andrade, habla con esos señores, y pídeles que ellos hagan las leyes y controlen el proceso. ¡Oras! Vivas, comencemos la reunión”.
Y vinieron más empresas, y hubo más petróleo. Apareció el Barroso II, 8 años después, como regalo adelantado de navidad. Venezuela se sembró de oleoductos, caminos internos, barcos, campamentos para el staff, y barracas para los obreros: hacinamientos insalubres maláricos, y los dancies y night clubes. Y luego, la huelga del 36, coincidiendo con el 22 cumpleaños del Zumaque primigenio. Y apareció más petróleo en el Oficina N° 1 en El Tigre, dos años ha sin benemérito. Y no dejaba de fluir oro negro por todos lados, aunque el agua potable faltara en muchas partes, en casi todo. Y todo se siguió haciendo bajo la doctrina Gómez: que las compañías controlen el proceso – aunque ya no las leyes.
Y esa doctrina nos alcanzó hasta nuestros días. Mantenemos un modelo PDVSA-céntrico, donde nuestra compañía nacional administra la cadena industrial de los hidrocarburos: explora, construye y mantiene la infraestructura de subsuelo y de superficie, refina, transforma, comercializa y exporta. La ubicua PDVSA.
Lo lógico es tener un modelo Estado-céntrico. La República es propietaria de los yacimientos. (art.12 de la Constitución 1999 modificada), y administra el bien a través del Ministerio del Poder Popular del Petróleo (por cierto, nombre inadecuado, porque también de los yacimientos sale gas, agua y sólidos).
Y la República tiene una empresa (PDVSA) para ejercer la cadena de valor total de este bien, como reza el artículo 302 y 303 de la constitución vigente, bajo la égida del Estado. Y eso mismo es admisible para otras modalidades empresariales: mixtas y privadas (art. 112 y 113, ídem).
¿Y yo?, esperando el cambio; ¿y Gómez?, sigue entre nosotros…
“¡Ummjú!”.