Mi blog de octubre 29, 2023

El destino de mis libros y mi archivo

“…Ofrecí donar mis libros al pueblo de Barrera, el cual tenía unos seis expendios de licores, pero no tenía cine ni biblioteca.      

No tuve éxito”

Por Gustavo Coronel


El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada

¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitas esclavas,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

“Las cosas”

Jorge Luis Borges

………………………

Cuando me ausenté de Venezuela en 2003 debí dejar atrás mi biblioteca, en Sabana del Medio, Estado Carabobo, en la casa que Marianela y yo construimos con gente del pueblo de Barrera, donde vivimos entre 1993 y 2023. Esta biblioteca estaba en una habitación con estantes hasta el techo a lo largo de las cuatro paredes, en los cuales tenía unos 2000 volúmenes.  Algunos de ellos tenían valor histórico, por ejemplo crónicas de los viajes de Miranda y sobre la independencia de Venezuela editados en 1815 y 1820. Tenía la colección casi completa, encuadernada, de RESUMEN, la extraordinaria revista de Jorge Olavarría y los 40 volúmenes de los  clásicos Jackson, regalo de mi suegro.  Sentado en mi mesa de trabajo, podía ver por  la ventana  las matas de aguacate cargadas de frutos que habíamos sembrado y  dos árboles de mamones que comenzaban su largo proceso de crecimiento. Yo tenía la intención de estar allí el tiempo necesario para comerme sus frutos.

No pude esperar por los Mamones

Cuando decidí salir de mi país, obligado por el caos imperante, por los  ataques a los habitantes de nuestra urbanización rural  y por los intentos de Adán Chávez y su pandilla de despojarnos de nuestras propiedades, comencé a buscar un nuevo propietario para mis libros, ya que solo podía llevarme conmigo unos 50 libros para el pequeño apartamento donde iría a residir en Washington DC.

Ofrecí donar mis libros al pueblo de Barrera, el cual tenía unos seis expendios de licores pero no tenía cine ni biblioteca. No tuve éxito. Ofrecí mis libros a varias instituciones, sin respuesta. Al final debí salir de Venezuela dejando mi biblioteca en la casa y nunca supe lo que sucedió con ella pero no me hago ilusiones. Quien sabe a cuales manos fueron a parar mis libros.

20 años después, a medida que se acerca el momento de un nuevo viaje,  estoy pensando en que mis libros actuales, los cuales suman unos 200, correrán similar suerte. Junto con mis papeles, un  grupo de unos 30 archivos contentivos de documentos y escritos durante la etapa 1960-2003, estarán en peligro de desaparecer.

Esto es algo que le sucede frecuentemente a quienes deben cambiar de residencia. Un buen amigo mío, quien acaba de mudarse de una casa de tres niveles a una casa de un solo nivel y mucho más pequeña, está muy angustiado porque no sabe qué hacer con sus libros y CD de música clásica, aún en cajas. Me dice que nadie los quiere. El problema con quienes tenemos libros es que ellos reflejan el gusto personal y por tanto nadie los va a heredar, a menos que comparta esos gustos. Mi amigo me dice que tiene muchos libros sobre Bolívar y sobre la historia de México y mucha ópera pero que, hasta ahora, no ha encontrado a nadie que se muestre interesado en cargar con ellos.

Mi caso es similar. En estos inolvidables 20 años en Virginia me he concentrado en libros sobre la situación venezolana, la mayoría en español, los cuales me han servido de apoyo para escribir los casi 7000 artículos de mi blog, ensayos y artículos para revistas especializadas, etc. Tengo algunas joyas, como el libro de Ralph Arnold: “The First Big Oil Hunt”, en la bella traducción hecha por Andrés Duarte y Héctor Pérez Marchelli, ver:  http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2009/05/la-sorpresa-de-andres-duarte-vivas.html y la “Geología de Venezuela y sus campos petrolíferos”, de Clemente González de Juana y sus dos colaboradores, Juana Iturralde y Xavier Piccard,  autografiada por el autor principal,  además de ensayos sobre Educación Ciudadana, sobre Ética, grandes ensayos de politología y algunos libros sobre los grandes intelectuales judíos asilados durante los 1940 – 1950 en la Universidad de Princeton, Thomas Mann y Erich Kahler.

En Maracaibo di una fiesta y regalé mis libros a los asistentes

Cuando salí de Maracaibo para la Costa del Golfo estadounidense, sin saber si regresaría, di una fiesta y cada asistente se llevó los libros que deseaba tener. Eso fue efectivo.

Me interesaría mantener juntos mis papeles, en los cuales no hay sensacionales revelaciones, pero si un modesto archivo de la historia petrolera del período que me tocó vivir, visto por alguien desde adentro, lo cual puede ser de algún interés para estudiantes que escriban sus tesis de grado sobre el tema petrolero. No creo que abunden los archivos personales de petroleros venezolanos a los cuales se pueda acceder, porque en Venezuela no existe esta tradición, la cual considero importante para la memoria colectiva.

Un deseo frustrado

Me hubiera reconfortado mucho saber que mis modestos papeles descansarían algún día en estantes adyacentes a los de los grandes gerentes petroleros del siglo XX: Quirós, Rodríguez Eraso, Reimpell, Natera, Sugar, Wilhem, Tarbes, Aristeguieta, Peñaloza, la larga y distinguida línea de venezolanos dedicados a hacer su trabajo bien hecho. un tesoro de testimonios que aparentemente ya no veremos. Una nación debe retener la memoria colectiva de sus hijos, a fin de edificar su verdadera historia.

Les invito cordialmente a visitar mi sitio web: www.gustavocoronel.net

Este artículo puede leerse también en www.lasarmasdecoronel.blogspot.cm 

Publicado por Gustavo Coronel