Nov 16, 2022

Colombia quiere dejar el petróleo

El presidente Gustavo Petro de Colombia ha argumentado que los combustibles fósiles no han sacado a suficientes personas de la pobreza para justificar su impacto en el clima y que el petróleo es la peor adicción de su economía. Eliminarlo sería una primicia mundial para un importante productor de petróleo.

Original en Inglés por Max Beark/New York Times

Fotos por Federico Ríos

Durante las últimas cuatro décadas, Colombia ha extraído miles de millones de barriles de petróleo de una vasta sabana que comparte con la vecina Venezuela. A través de oleoductos, el crudo viaja por los Andes y la costa del Caribe, y luego en tanqueros, principalmente a los Estados Unidos.

Al igual que otra exportación famosa de Colombia, tiene una cualidad adictiva.

En el lapso de una generación, la economía de la nación se volvió dependiente de los ingresos del petróleo.

Este año, los votantes se movieron para romper ese hábito y eligieron al primer presidente izquierdista de Colombia en dos siglos de independencia, un ex guerrillero y ambientalista que quiere eliminar el petróleo mientras grava fuertemente a las empresas mineras de carbón.

El Presidente Gustavo Petro preguntó a los líderes mundiales en la Asamblea General de las Naciones Unidas, “¿Qué es más venenoso para la humanidad: la cocaína, el carbón o el petróleo?. La opinión del poder ha mandado que la cocaína es veneno. Pero en cambio, el carbón y el petróleo deben protegerse, incluso cuando pueden extinguir a toda la humanidad”.

Gustavo Petro, de 62 años, está a la vanguardia de una nueva cosecha de líderes latinoamericanos conscientes del clima. El péndulo político de América del Sur y América Central ha oscilado una vez más hacia la izquierda, pero en lugar de argumentar que las economías extractivas son necesarias para financiar los programas de asistencia social, como lo han hecho muchos de sus contemporáneos y predecesores socialistas, Petro, el Presidente Gabriel Boric de Chile y otros dicen que las economías de los combustibles fósiles no han sacado a suficientes personas de la pobreza para justificar su impacto en el clima.

Es una propuesta radical, aunque solo sea porque Colombia todavía es relativamente pobre y teóricamente tiene más décadas de ingresos petroleros para cosechar. Ese dinero ahora representa alrededor de una quinta parte de los ingresos del gobierno, aproximadamente la mitad de su inversión extranjera y casi una décima parte del producto interno bruto.

Un campo petrolero en el departamento de Arauca de Colombia

Colombia sería el primer país productor de petróleo importante en el mundo en dejar de perforar si Petro lograra desvincular el presupuesto nacional del dinero del petróleo. El día de la inauguración de las conversaciones climáticas de la ONU en Sharm el Sheikh, Egipto, Petro duplicó su promesa.

“Superar la crisis climática significa dejar atrás el consumo de petróleo y carbón”, dijo a los líderes de casi 200 países. “Esto significa una profunda transformación de las economías, una devaluación de los poderosos intereses en estas economías, un cambio en la economía global que el liderazgo político de la humanidad no puede adelantar”.

A sus ministras de Medio Ambiente y Energía, ambas mujeres con antecedentes como activistas, se les ha asignado la tarea de reimaginar la economía de Colombia sin ella.

Susana Muhamad, Ministra de Medio Ambiente, dijo “Debido a nuestra dependencia de los combustibles fósiles, hemos preparado la economía para que fracase si no la cambiamos. No hemos hecho un nuevo descubrimiento importante de petróleo en años. Además de eso, no se puede ignorar el cambio climático. Ese es el punto.”

El Gobierno, que lleva solo tres meses en el poder, ha pedido seis meses más para dar los detalles de su transición energética. La gran pregunta es: ¿Qué reemplazará los ingresos petroleros de Colombia? Incluso los detalles provisionales son incompletos.

La incertidumbre ya ha hecho que muchos desconfíen de la visión de Petro. En su campaña, prometió acabar con los nuevos permisos para la exploración petrolera e imponer un impuesto sobre las ganancias inesperadas a las empresas de petróleo y carbón.

El campo petrolero SierraColEnergy en Arauca, donde dos tercios de los votos fueron para Petro.

La preocupación es principalmente económica, ya que Colombia ya genera casi el 80 por ciento de su energía a partir de fuentes renovables, principalmente hidroeléctrica.

La élite empresarial del país, muchos de los cuales han invertido en la industria petrolera, observan cómo la ya débil moneda de Colombia se hunde aún más, reaccionando a las propuestas de políticas de Petro, al alza de los precios de la energía y a la inflación global.

“Tenemos que reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, sí, pero imagínense elegir este mismo momento para hacerlo”, dijo Óscar Iván Zuluaga, ministro de Hacienda de Colombia durante muchos años, ahora empresario de la siderurgia, una industria que aporta entre 7 y el 9 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. “Petro tiene que tener en cuenta la realidad, no solo la ideología. Esa es la base de la gobernabilidad”.

El espectro del colapso económico en Venezuela, donde la mala gestión del gobierno ha sumido a la economía en caída libre, ensombrece los planes de Petro. Más de dos millones de venezolanos se han radicado en Colombia en los últimos años, huyendo de la miseria.

“Con Petro, también podemos descender al caos total”, dijo Erik Arciniegas, quien dirige una empresa contratista que brinda servicios a las compañías petroleras en Arauca, donde dos tercios de los votos fueron para el oponente de Petro.

Arciniegas podría perder negocios con Petro, pero su argumento en contra de la eliminación gradual del petróleo refleja uno que ha ganado fuerza en todo el mundo en desarrollo.

“Los estadounidenses y los árabes continúan beneficiándose de esas riquezas”, dijo. “No entiendo por qué deberíamos parar”.

Erik Arciniegas, quien dirige TecniOriente Energy SAS, una empresa contratista que brinda servicios a instalaciones petroleras en Arauca, durante una protesta contra las políticas energéticas del gobierno el mes pasado.

Esa opinión es compartida por los líderes izquierdistas de las dos economías más grandes de América Latina, Brasil y México, cada una de las cuales produce más petróleo que Colombia. En la cumbre climática en Egipto, la delegación de Colombia ha tratado de reunir a sus contrapartes latinoamericanas para forjar un consenso regional sobre la “descarbonización”, pero hasta ahora tiene poco que mostrar.

En Brasil, los ambientalistas reclamaron una victoria con el triunfo electoral del mes pasado de Luiz Inácio Lula da Silva, comúnmente conocido como Lula, quien tiene un historial de medidas drásticas contra la deforestación. Pero pocos lo ven haciendo movimientos similares a los de Petro.

Cuando se le preguntó acerca de los planes de eliminación de petróleo de Petro durante las elecciones, Lula dijo a los periodistas: “En el caso de Brasil, no es una posibilidad real. Ni en el caso del mundo.”

Se espera que Lula reciba una cálida bienvenida esta semana en Sharm el Sheikh, donde dará un discurso y mantendrá debates centrados en la protección de la selva amazónica. Alrededor del 10 por ciento de la Amazonía se encuentra en Colombia, y la deforestación es mucho menos rampante allí que en Brasil.

Las aspiraciones climáticas regionales sufrieron un revés en Octubre, cuando los votantes rechazaron un referéndum constitucional en Chile que habría incorporado consideraciones climáticas en casi todos los aspectos de la gobernabilidad.

“Conozco a Petro desde hace 16 años y, desde el principio, ha criticado a la izquierda latinoamericana por su dependencia de las materias primas”, dijo Muhamad. “Él tiene muy claro que debido al cambio climático, cada vez más la gobernanza se centrará en la gestión de crisis. Cuanto más podamos prevenir las crisis, más podremos avanzar”.

Colombia ha comenzado a experimentar efectos más frecuentes del cambio climático a medida que sus glaciares se derriten y los patrones climáticos de La Niña y El Niño se vuelven menos predecibles, exponiendo gran parte de la costa del país a ciclos de inundaciones y sequías.

Susana Muhamad

Susana Muhamad, Ministra de Medio Ambiente de Colombia, dijo “Debido a nuestra dependencia de los combustibles fósiles, hemos preparado la economía para que fracase si no la cambiamos”.

Susana, de 45 años, una vez trabajó para Shell, una de las compañías petroleras más grandes del mundo, como consultora de riesgos ambientales y de derechos humanos. Se desilusionó cuando se dio cuenta de que su visión “ecotópica” autodenominada de ayudar a Shell en la transición a fuentes de energía más allá del petróleo y el gas era poco probable.

Ella y su colega, la Ministra de Energía y Minería, Irene Vélez, de 40 años, pasaron gran parte de las últimas dos décadas trabajando con comunidades marginadas.

Irene ha pregonado que “Me llamo a mí misma una académica activista”. Obtuvo un doctorado enfocado en mineros de ascendencia afrocolombiana e impartió un curso universitario sobre economías extractivas antes de convertirse en Ministra. “Una de las cosas que he aportado al gobierno es una buena comprensión de los problemas reales que enfrenta la gente y la confianza de que lo que estamos tratando de resolver es importante”.

Las dos ministras ven la transición energética propuesta como un “gran giro” que eliminaría gradualmente el petróleo y el carbón y reorientaría la economía de exportación de Colombia en torno al ecoturismo y la producción de alimentos como granos y aguacates.

En las entrevistas, ni Muhamad, ni Vélez, ni la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, se comprometieron completamente con la promesa de campaña de detener los nuevos permisos petroleros, sino que dijeron que las consultas sobre ese plan aún estaban en curso. Después de las protestas organizadas en parte por las compañías petroleras, Petro tuiteó garantías de que la producción y exploración de petróleo seguían “continuando normalmente”.

“No hay prohibición”, escribió.

Los activistas climáticos se aferran a la esperanza de que Petro cumplirá sus promesas.

María Laura Rojas, cofundadora de la organización ambiental Transforma, dijo “No soy ingenua, pero estoy emocionada. No podrá hacer todo en un período de cuatro años. Pero incorporar el medio ambiente y la vida, eso es nuevo. Colombia debe ser un laboratorio para la transición energética de América Latina y América Latina para el mundo”.

Mechurrios en Arauca

En una protesta en Arauca encabezada por el contratista Erik Arciniegas, no hubo denuncias contra Petro, y los cánticos se sintieron más como suaves sugerencias.

“La reforma sí, pero no así”, decía uno. “Sí a la reforma, pero no de esta forma”.

En los aireados pasillos del distrito comercial de la capital, Bogotá, los ejecutivos que se mostraron abiertos a no votar por Petro, sin embargo, elogiaron su inteligencia y habilidades oratorias.

Al explicar su apoyo a los planes de transición energética de Petro, Bruce MacMaster, presidente de la Asociación Nacional de Empresas, sacó una copia de una presentación que hizo en la cumbre climática del año pasado en Glasgow, detallando un plan para el futuro bajo en carbono de Colombia.

MacMaster dijo “Cuando habla de clima y cocaína, estamos con él. También hemos puesto nuestras vidas en estas luchas. Pero aléjese de los combustibles fósiles demasiado rápido y Petro lo perderá todo: la fe de la gente, la inversión extranjera, la fortaleza de nuestra moneda”.

Sería mejor, dijo, si Petro convenciera a las principales naciones industriales que compran el petróleo de Colombia y emiten muchas veces más dióxido de carbono para cambiar primero sus formas.

“Estados Unidos, Europa, China, India: el futuro del mundo depende de su liderazgo”, dijo MacMaster. “Que Petro sea su profeta. Dios sabe que nos ha faltado uno en este tema”.

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Por Max Bearak/Fotografías por Federico Rios

Max Bearak viajó a los campos petroleros de Colombia para reportar esta historia, y ahora está en Egipto en las conversaciones climáticas de las Naciones Unidas, en COP 27.

Genevieve Glatsky, Julie Turkewitz y Federico Rios colaboraron con este reportaje.