Ene 15, 2025
Alberto Quirós Corradi: 10 Años de su muerte
Hoy 15 de Enero se cumplen diez años de la muerte de mi inolvidable Alberto Quirós Corradi. Amigo y mentor, como lo fue para muchos de quienes actuamos en la industria petrolera venezolana, en particular, en las décadas de 1950 a 1990.
Gustavo Coronel

Alberto, sentado, con Yolanda Quirós, Marianela Coronel y yo, alrededor del 2012
Tengo la firme esperanza que en Venezuela llegará el día en el cual se le dé el debido reconocimiento a nuestros héroes civiles. Ese día habrá plazas y parques con los nombres de Uslar Pietri, Picón Salas, Briceño Iragorry, colegios con los nombres de Isaías Ojeda y Rafael Vegas, hospitales que lleven nombres como Enrique Tejera Guevara y Arnoldo Gabaldón. Los venezolanos podrán visitar el museo Jesús Soto y el Conservatorio Antonio Lauro. Como sucede en Lisboa, donde uno puede sentarse a tomar un café al lado de una bella estatua de Fernando de Pessoa, en Caracas o Valencia los venezolanos del futuro podrán sentarse al lado de una estatua de bronce de Rafael Cadenas o Rodolfo Izaguirre.
Habrá calles llamadas Franklin Brito, grandes avenidas llevarán el nombre de Andrés Eloy Blanco, el aeropuerto internacional Rómulo Betancourt recibirá a nuestros visitantes e iremos a ver deportes en el Estadio Andrés Galarraga.
En esa Venezuela donde los héroes civiles tendrán su lugar, donde los padres civiles de la patria serán objeto de tanta veneración como sus héroes a caballo, los gerentes petroleros que le dieron lustre a nuestra industria, que la colocaron al nivel de las primeras del mundo, también serán justamente reconocidos.
La razón es sencilla: la grandeza de un país se nutre de la grandeza de sus hijos. Ningún país es el producto de un hombre o de una mujer. Venezuela no es solo Bolívar, Bello y Sucre.
Cuando esa Venezuela de grandes héroes civiles finalmente aflore los gerentes petroleros tendrán su justo lugar. Y entre esos gerentes, estará en lugar de vanguardia Alberto Quirós Corradi.
Fui su amigo por más de 50 años, desde que lo conocí en Lagunillas, en 1962, hasta su muerte en 2015. Lo conocí cuando él fue a ver un tocadiscos portátil que yo estaba vendiendo porque me estaban enviando a Indonesia y no me lo podía llevar. Ese tocadiscos, por cierto, todavía funcionaba treinta años después.
La trayectoria de Alberto dentro de la industria petrolera fue ejemplar, puesto que comenzó cargando tubos en La Concepción y llegó a ser presidente de Shell Venezuela, Maraven y Lagoven. Hubiera sido presidente de PDVSA si no hubiese sido por la llegada de la política a la empresa.
En todo caso, Quirós Corradi representó un ejemplo extraordinario de la movilidad social que caracterizó la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX. Salió de una Maracaibo de clase trabajadora para educarse en la universidad del Zulia, Politécnico de Londres y Cornell University.
Pasó de cargar tubos en La Concepción a presidir las más importantes empresas de la Venezuela de su época. Cenó con presidentes y reyes sin abandonar nunca sus amigos de adolescencia de los barrios más modestos de Maracaibo, con quienes compartía frecuentes domingos de billar y de asistencia al boxeo en el Nuevo Circo de Caracas. Lo sé porque yo era uno de sus frecuentes compañeros y rivales en billar. Alberto era una extraordinaria combinación de sencillez venezolana y de sofisticación intelectual. Por casi una década publicó un libro anual contentivo de sus ensayos sobre los más diversos temas sociales y políticos, uno de los cuales tuve el placer de prologar.
En el momento de la nacionalización recibió oferta del Grupo Shell para unirse a esa empresa en el exterior pero decidió quedarse a trabajar en PDVSA. Quizás hubiera llegado a ser el número uno de esa gran empresa internacional, ya que Shell de Venezuela estaba en el camino preferido para el ascenso a esa posición (Loudon, Pocock).
En el plano más frívolo Alberto era un gran catador de vinos, tenía una bodega en su casa en La Lagunita, a la cual yo iba con frecuencia, acompañándolo a elegir la botella que nos tomaríamos ese día. Recuerdo haber visto allí los más notables vinos, no puedo precisar los años. Prefería los vinos de Borgoña, en especial Pommard y Gevrey Chambertain (rojos) y el Corton Charlomagne (blanco), preferiblemente de la casa de Jules Regnier, aunque reconocía la supremacía última de los grandes vinos de Burdeos y apreciaba algunos grandes vinos italianos.
Tuve la suerte de tener grandes amigos durante mi juventud y vida profesional. Siento que cada uno de ellos me tomó de la mano para hacerme mejor. En orden cronológico: Antonio Pasquali, Alberto Quirós Corradi, Pedro Pick, los tres ya ausentes pero siempre en mi memoria y en mi corazón. Luego, he tenido gran suerte en tener otros amigos y amigas, quienes forman mi legión de ángeles de la guarda y por cuya amistad siento una inmensa gratitud.
Los últimos años de Alberto lo mostraron en todo su valor. Obligado a tener largas sesiones de diálisis tres veces a la semana, entre dolores e incomodidades, algo penoso para alguien quien había sido muy activo, decidió desafiar su situación inscribiéndose en la UCV para optar a un post grado (Maestría) en ética, el cual logró. El día que lo recibió me envió un email diciendo: “Y, ahora, voy por el doctorado”. La muerte se interpuso.
Con frecuencia recuerdo, como hoy, a Alberto y me consuelo con el pensamiento de que, cada vez que lo hago, lo regreso a la vida.
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