Modelo Organizativo de la Futura Industria Petrolera Venezolana


 

Gustavo Coronel, geólogo venezolano

La experiencia que Venezuela ha tenido durante los 45 años de industria petrolera bajo el control del Estado puede resumirse de la siguiente manera:

Primera década, 1976-1986. Desempeño altamente profesional, el cual llevó la empresa del estado, PDVSA, a niveles de eficiencia comparables con los de las empresas petroleras internacionales. Sin embargo, se presentaron señales muy negativas como lo fue la toma por parte del estado del Fondo de Financiamiento de PDVSA y la designación de una figura política como presidente de la empresa en remplazo del general Rafael Alfonzo Ravard;

Segunda década, 1986-1998. Desempeño todavía razonable, con pérdida de eficiencia debido a la progresiva participación de la actividad política en su funcionamiento, tanto en el plano financiero (pérdida de autonomía), como en el aspecto gerencial (declinación de la meritocracia, incremento de la nómina) y en la relación con el mundo político (incremento de la politización de la actividad);

Tercera y Cuarta Décadas, 1999-2019. Cambio de Misión de PDVSA para convertirse en “empresa social”, con utilización de sus ingresos para financiar programas masivos de subsidio para el pueblo, deterioro de la re-inversión y del mantenimiento requerido, incremento de la nómina hasta quintuplicarse, pérdida de calidad técnica y gerencial, híper-corrupción a todos los niveles de la organización.

Lo arriba enumerado podría ser objeto de discusión en los detalles pero difícilmente en su tendencia general. PDVSA en la década de 1990 estaba perdiendo eficiencia debido a la progresiva participación de la política en sus procesos de toma de decisiones gerenciales, financieras y hasta operacionales. Lo ocurrido desde 1999 en adelante aceleró este proceso y lo convirtió en un verdadero desastre gerencial, operativo y financiero. Hoy en día PDVSA, la empresa estatal venezolana está en la ruina y las pretensiones ultranacionalistas del régimen que la ha manejado durante esas dos décadas han fracasado hasta el punto de que las riendas de los restos de la industria petrolera venezolana están hoy, esencialmente,  en manos de empresas rusas y chinas. La obsesión de la soberanía y del nacionalismo petrolero ha llevado, paradójicamente, a la pérdida total de soberanía petrolera y a la ruina del sector petrolero venezolano, el cual ya no cuenta para nada en los escenarios energéticos mundiales.

En vista de esta experiencia, cuál debería ser el modelo organizativo futuro de la industria petrolera venezolana? Se abren tres caminos fundamentales:

 

El Monopolio estatal

La Empresa estatal alternando con empresas privadas

Empresas privadas sujetas a supervisión de Agencia Reguladora

 

  1. El Monopolio Estatal.Esto significa que la actividad operacional en el sector petrolero seguiría bajo el control de Estado, bajo la figura de una empresa estatal, PDVSA. Este es el modelo que ha existido desde la nacionalización, en 1976, el cual se ha politizado hasta el tuétano y prostituido durante el régimen chavista. Quienes abogan por la continuación de este modelo argumentan que:
  • una nueva PDSVSA puede regresar a ser lo que fue en sus inicios, bajo una gerencia profesional, libre de intromisiones político-partidistas
  • La actividad petrolera es básica y estratégica, por lo cual debe estar bajo el control directo del Estado
  • Que el negocio petrolero es tan bueno que no debe compartirse con el sector privado
  • Que el “petróleo es nuestro”, bandera ideológica que ha echado raíces profundas en el liderazgo político venezolano, de derecha o de izquierda

 

Nos oponemos vigorosamente a este modelo por las siguientes razones:

 

  • La marca PDVSA está profundamente degradada en el sector petrolero internacional. Hoy es sinónimo de ineficiencia, corrupción, ignorancia gerencial y falta de cumplimiento en sus compromisos internacionales. Nadie en su sano juicio podría considerarla como un buen socio, sobre todo si es mayoritario como hoy pretende seguir llevando el timón de la operación
  • La experiencia de PDVSA revela que si bien es c cierto que el desastre se ha desatado con su mayor intensidad durante las dos últimas décadas no es menos cierto que durante las dos  décadas iniciales ya se habían llevado a cabo cambios advertibles en la calidad de la gerencia y en el nivel de intromisión política en la actividad. Este era  un proceso degenerativo que se acentuó a partir de 1999 pero que ya había comenzado.
  • Recuerdo y suscribo plenamente lo dicho por Diego Bautista Urbaneja hace ya muchos años, desde su organización FACTOR DEMNOCRATICO: “Las únicas industrias básicas del estado deben ser la educación y la salud”. El Estado no debe operar hoteles, ni líneas aéreas ni transporte naviero o ferrocarrilero, no debe asumir el monopolio del servicio eléctrico o de aguas. Esto ya está comprobado hasta la saciedad y parecería suicida seguir insistiendo en hacerlo
  • El negocio petrolero ha sido excelente por muchos años pero ha habido años en los cuales no fue bueno, como es el caso hoy y como pudiera ser el caso mañana, según nos advierten las tendencias energéticas mundiales. Lo que esto significa es que es un negocio de riesgo y que, además, requiere de significativas inversiones. No es un negocio para los “muchachos” sino para quienes tengan grandes capitales y poder de resistencia ante los posibles fracasos. En este contexto, como podemos justificar que el estado venezolano deba invertir millones de dólares en una industria, cuando pueden ser las empresas privadas las que corran el riesgo? Aún en 1976, cuando se tomó la decisión de nacionalizar (estatificar), lo que verdaderamente estatificamos fue el riesgo de la actividad, porque hubiera sido posible renegociar las concesiones en los mejores términos para la nación
  • El petróleo es nuestroes un mantra ideológico que ha sido cultivado por el ultranacionalismo y patrioterismo en muchos países en desarrollo. Tiene su asiento en la psicología colectiva, la cual piensa que operar el petróleo, como tener su propia línea aérea bandera,  es sinónimo de desarrollo, es ponerse al nivel de los grandes. Así nace PEMEX en México, PERTAMINA en Indonesia,  YPF en Argentina, PDVSA en Venezuela. De todas ellas PDVSA fue por un tiempo la más exitosa porque se trataba de transformar en nacional una empresa en marcha. Pero, en los países donde se comenzó desde cero los resultados han sido desastrosos desde el inicio.
  • El concepto de empresa del Estado en nuestra historia es un reflejo del deseo de “ser importantes”, de sonar “desarrollados”, desde la pomposa GRAN VENEZUELA de CAP hasta la loca estatización chavista. Si le preguntáramos a un psiquiatra/psicólogo sobre esta tendencia probablemente nos diría que representa un intento de compensar por un complejo de inferioridad que frecuentemente aqueja a los países en desarrollo.
  • El objetivo supremo de una sociedad debería ser el logro de la mayor calidad de vida para sus integrantes y de la mayor coherencia posible entre sus recursos y tamaño y su modelo de desarrollo. Ello ciertamente no requiere la empresa estatal como bandera de prestigio, sobre todo si prueba ser   como ha sido el caso – una fuente de derecho de los dineros públicos t de corrupción en gran escala.

 

  1. La Empresa estatal alternando con empresas privadas.Esta postura tiene el mérito de desechar la idea de un monopolio estatal, el cual ha probado ser un desastre. Existe en varios países de la región y de otras regiones del planeta. Ha tenido éxito en Noruega pero no ha dado buenos resultados en la mayoría de los países.  Es necesario preguntarnos: ¿Es realmente necesaria una PDVSA más allá de unos dos años de transición hacia un nuevo modelo sin empresas del Estado?  ¿Que sería lo que deseamos con mantenerla? ¿Una muestra de soberanía? Ya sabemos que la soberanía no requiere participación operacional directa en un negocio, sea hoteles, líneas aéreas o empresas petroleras. ¿Qué queda de la CONAHOTU, de VIASA, de Conviasa, de la misma PDVSA?  Tampoco puede verse ya como una alternativa única de  fuente de ingresos.  Ya sabemos que una empresa estatal no es necesaria para darnos ingresos petroleros. Francamente, un modelo concesionario puede ser mucho más eficiente. Una empresa del estado como PDVSA, PEMEX, Petroperú han derivado en significativos centros de pérdidas y no de ingresos. ¿Una razón de orgullo nacional? Ya sabemos que estas empresas del estado han sido, casi todas, una razón para la vergüenza nacional: Corpoelec, Alcasa, Bauxiven, la CAVN, CONVIASA, Ferrocarriles, etc. Las muestras de orgullo nacional han sido costosas y han terminado en el fracaso, como ha sucedido con los tres satélites artificiales comprados a China por Hugo Chávez y Nicolás Maduro por unos $800 millones.
  2. Empresas privadas sujetas a la regulación de Agencias del estado, manejadas profesionalmente.Este el modelo que predomina entre los países desarrollados y entre muchos de los países en vías de desarrollo. Se trata de celebrar contratos con el sector privado nacional e internacional para que las empresas de ese sector lleven a cabo la actividad petrolera en el país. Esos contratos pueden adoptar varias modalidades, todas bajo la supervisión de un ente regulador del estado, el cual haga cumplir los términos de cada contrato y vigile su fiel cumplimiento en los sectores operacionales/técnicos, financieros y sociales.

 

MI RECOMENDACIÓN

Esta alternativa de empresas privadas actuando bajo el marco regulatorio de una agencia del estado  es la que recomiendo. Puede lograr la óptima combinación de control regulatorio de la Nación con mínimo riesgo financiero para la Nación, con significativa participación de nuestros técnicos y gerentes en la administración de la actividad y con el requerido control de la actividad integral  por parte de la nación.  Esto si sería verdadera soberanía, la cual puede definirse como lo que resulte mejor para los intereses de la Nación, el uso de los modelos óptimos para que todos los venezolanos se beneficien y permitan la supervisión de la nación sobre la actividad. El griterío patriotero no es soberanía.

 

Publicado por Gustavo Coronel