PEMEX continúa su ruta al desastre, ahora bajo AMLO


 

Gustavo Coronel, geólogo venezolano

PEMEX, la empresa petrolera de México enfrenta su peor crisis de producción en los últimos 40 años. 81 años después que Lázaro Cárdenas nacionalizara el petróleo en México el balance de aquella decisión evidencia su fracaso, tanto por el pobre comportamiento productivo de la empresa como por haber llegado a representar el mayor centro de corrupción del país, una dudosa distinción que la ha acompañado desde el inicio de su historia, cuando el líder sindical La Quina vendía los puestos en la empresa. En 2019 su producción ha caído a unos 1,6 millones de barriles diarios, el volumen más bajo de los últimos 40 años.

Este colapso es, en gran medida, el resultado en la baja de las actividades de exploración, las cuales han declinado de unos 1200 pozos exploratorios y semi-exploratorios en 2012 a menos de 80 en 2017. Por ello la empresa no ha podido compensar por la declinación en la producción del campo Cantarell, el más importante de México.

El Plan de rescate de PEMEX anunciado por el presidente de México, Andrés López Obrador, AMLO, es desconcertante y podría poner en grave riesgo el resto de las finanzas públicas mexicanas. Está basado en la inyección de dinero público a PEMEX y en una reducción de su carga fiscal, lo cual representa un significativo subsidio del Estado mexicano a la empresa. López Obrador ha decidido que PEMEX no tendrá por qué ir a los mercados financieros internacionales a endeudarse porque será el Estado el que le inyecte el dinero necesario. Ha dicho: “Vamos a rescatar de nuevo a la industria petrolera nacional. Estamos ante el inicio de un nuevo paradigma. Vamos a transformar Pemex y a transformar México”. Por ello le ha inyectado a PEMEX este año unos 3600 millones de dólares del erario público, lo cual ha obligado a recortar las inversiones en otras áreas. El plan de López Obrador contempla la rehabilitación de seis refinerías y la construcción de una nueva refinería, a fin de que el país deje de importar gasolinas, así como incrementar la perforación de pozos exploratorios y de desarrollo.

Este plan invierte la filosofía financiera que debe animar a todo país que tenga una empresa petrolera, es decir, que la empresa le de beneficios al Estado. Ahora PEMEX se ha convertido en una carga muy pesada para el Estado. Enfrentada con una reducción en su evaluación financiera internacional, la cual podría llevarla a  colocarse por debajo del nivel del grado de inversión, ello obligaría a los tenedores de sus bonos a venderlos masivamente, haciéndolos perder valor y agravando aún más la situación de la empresa.  López Obrador ha decidido comprometer la solidez de las finanzas nacionales a fin de apuntalar  a PEMEX.

Esto podría resultar si PEMEX experimentara una rápida recuperación en su producción y en su eficiencia operacional, pero esto es lo que no se ve en el horizonte. La antipatía de López Obrador por la empresa privada le cierra a PEMEX la posibilidad de apoyarse en la inversión petrolera que pudiera llegar de ese sector. El sesgo estatista que México le imprime hoy a su industria petrolera hará estos aportes difíciles si no imposibles.

Esta decisión de AMLO sobre PEMEX y los pobres resultados que  la empresa ha mostrado bajo su administración hasta ahora han tenido un impacto en sus niveles de aceptación entre los mexicanos. Aunque su nivel de aceptación continúa siendo alto, ya se acerca a los índices de aceptación de presidentes previos, de quienes él se trata de diferenciar. Por ejemplo, para este mismo momento de su presidencia (tercer trimestre), tanto Felipe Calderón como Carlos Salinas y Vicente Fox tenían igual o mayor aceptación que la que muestra hoy AMLO, ver:    https://www.as-coa.org/articles/approval-tracker-mexicos-president-amlo.

La obsesión estatista de los líderes políticos de izquierda en América Latina continúa representando uno de los principales culpables del atraso económico y social en la región.

 

Publicado por Gustavo Coronel | Sep 21, 2019