¿EMBELESADOS O ENGAÑADOS?

Jorge Puigbó


 

“Tenemos que aprender a pensar como lo hace el enemigo u oponente, de lo contrario nunca podremos descifrarlo ni vencerlo. No es convertirse en lo que ellos representan, en su alter ego, sino entender de lo que son capaces. El actuar ceñidos a reglas y valores de conducta no puede convertirse en una barrera que dificulte la interpretación y comprensión de quien nos adversa…”

Jorge Puigbó

Hugo Rafael Chávez Frías, a comienzos de su gobierno, utilizó un refrán que rezaba así: » Las cosas no son del dueño, sino de quien las necesita…», en ese momento y con esa frase comenzó el desastre que persiste hasta el día de hoy. En ese momento, todo aquello en lo que creíamos, las normas legales y la moral, se iban por un despeñadero. Se erigía entonces la necesidad o el capricho que pudiere tener una persona, sea cual fuere, legítima o no, por encima del derecho de la persona poseedora. El despojo de propiedades a la fuerza, la invasión, el robo, adquirieron impunidad: cinco millones de hectáreas de tierra productiva, miles de inmuebles, industrias de todo tipo, hoy destruidas, son el legado que va quedando. El Derecho se apartó del discurso revolucionario, por cuanto las normas legales, con la Constitución como su base, constituyen el dique de contención no requerido
por los procesos revolucionarios. Al ser tachadas de «políticamente injustas e inconvenientes», se comenzó su progresivo desmantelamiento y sustitución.

A la mayoría de las personas les parecían divertidos aquellos decires, las risas, durante mucho tiempo, coreaban las ocurrencias del pintoresco militar. Pero llegó el día en el cual amenazó y no fue una amenaza «democrática». Expresiones como incendiar el país, tierra arrasada, guerra asimétrica, eran totalmente extrañas a la mayoría de los venezolanos, pero así fue y el miedo cundió. Los traicionados, y los sorprendidos en su buena fe, todavía lamen sus heridas, hay vergüenza. “…y si uno no las cuida, viene otro y se las quita”el final de la frase que completa el refrán que encabeza el artículo no la pronunció el comandante, no le interesaba.

Lo extraño es que las personas a las que me refiero no tenían, ni tienen, un pelo de tontos, por lo que habrían de considerarse otras razones para poder explicar o entender su apoyo ciego al teniente coronel. Oímos algo de alguien, lo vemos brevemente y ya decimos que lo conocemos y nos jactamos de ello, creernos politólogos de nacimiento, solo es explicable por ser los elegidos, los receptores de la ciencia infusa. ¡Qué importante es para el ego minusválido que algunos tienen!

Empresarios que prestaron todo su apoyo y financiaban campañas, militares amarrados por falsas lealtades y esclavizados por la obediencia debida, sacerdotes distorsionados por una esperanza utópica de justicia social, medios de comunicación que ahora se desdicen, intelectuales que lo sentían cerca de sus corazones, políticos embarcados en su causa y sobre todo, aprovechadores, todos creyeron que podían manejar a su antojo al militar. Recuerdo una persona que me manifestó, en ese entonces, que no me preocupara, el poder real lo quitaría cuando se le antojara. Todos estos años -y los que faltan- son suficientes para poder afirmar que estaban equivocados. Debemos suponer que la obsesión, el resentimiento, la ambición y la venganza, obnubiló a muchos, los cegó.

La democracia que hoy tanto añoramos, que tanto nos duele, algunos la taparon con una cubierta momentánea, como se tapan las aves en cautiverio para ponerlas a dormir y destaparlas cuando amanece, la nueva Venezuela no amaneció. Nunca imaginaron que se transformaría en una cárcel de por vida donde languidecerían las ideas, la libertad y el futuro. No contentos con ello, le entregaron al carcelero todo el poder necesario para mantenerla allí. Nunca tendrá explicación racional el hecho increíble de haberle entregado la República a un violador de la Constitución, a un amante de las vías de hecho. Aún desaparecido, dejó como secuela política el nombramiento de un sucesor, sin consultar a nadie, para que concluyera su obra que aquí hoy la tenemos: Ley de Concejos Comunales, aprobada el 2009, Ley Orgánica de las Comunas, aprobada en el 2010 y a Ley de Ciudades Comunales en el 2021, todas amparadas y bendecidas por interpretaciones absurdas: “…La constitución, conformación, organización y funcionamiento de la Comuna se inspira en la doctrina del Libertador Simón Bolívar, y se rige por los principios y valores socialistas de participación democrática y protagónica…”(Artículo 2 de La Ley Orgánica de Comunas). La inconstitucionalidad y la distorsión histórica continúan golpeando a Venezuela.

Tenemos que aprender a pensar como lo hace el enemigo u oponente, de lo contrario nunca podremos descifrarlo ni vencerlo. No es convertirse en lo que ellos representan, en su alter ego, sino entender de lo que son capaces. El actuar ceñidos a reglas y valores de conducta no puede convertirse en una barrera que dificulte la interpretación y comprensión de quien nos adversa. Todas estas reflexiones solo servirían si nos ayudaran a cambiar, a ser más cautos, reflexivos e informados.

La educación formal y la preparación, no están -y pareciera que no aparecerán nunca- dentro de los requisitos que debiéramos exigir para ser presidente de la Republica, cuestiones de ideología o de imagen del populismo. El mérito, no solo en este gobierno, ha adquirido un tufo a desigualdad. La educación óptima es clasista, ayuda a crear diferencias, sostienen algunos. Será que es cierto que los pueblos incultos y pocos preparados son más fáciles de gobernar, que la oclocracia, el poder de la turba, pudiere guiar a un país hacia el éxito. Simón Rodríguez, tan nombrado desde los comienzos de esta pesadilla, debe sentirse incomodo en donde esté.

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Jorge Puigbó
Abogado/Retirado
Lecherías
Jorpui46@gmail.com