Sep 22, 2022

El poder formativo del cine:

Una memoria personal

Por Gustavo Coronel


Cary Grant y Sam Jafee en GUNGA DIN

En mi vida he tenido dos etapas de furibunda cinefilia: mi niñez y mi vejez. No tengo dudas que el cine ha jugado un papel importante en la formación de mi carácter y en moldear mis preferencias. ¿De dónde más puede haber salido mi interés y hasta simpatía por la historia de Inglaterra, país tan lejos de Los Teques de mi infancia, que no fuera del cine? Esa afinidad se reforzó con las noticias que recibíamos por la radio durante la segunda mundial, sobre los masivos ataques del nazismo a Londres, las campañas del norte de África y la manera estoica como el pueblo inglés, con Churchill al frente, soportaba los terribles ataques aéreos.

 Algunas de las primeras películas que recuerdo haber visto en mi infancia, no una sino varias veces, fueron Gunga Din, 1939, donde el héroe no es inglés sino nativo y Las Cuatro Plumas,  ambas relacionadas con la etapa colonial británica en la India, en las cuales se idealizaba la presencia colonial de Inglaterra en la India, así como las películas sobre Henrique VIII y sus mujeres, con el gran Charles Laughton, o las estupendas películas sobre los corsarios ingleses de la época isabelina, como El Capitán Blood o, mejor aún, El Halcón de los Mares, esta última reforzada por la extraordinaria música de Korngold, oírla aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=2sKY5ovdwGo.

En los primeros doce o trece años de mi vida mi carácter en formación se nutrió abundantemente de esas películas. 

¿Y de dónde viene mi admiración por el heroísmo callado, por la abnegación, si no de películas como “Las Llaves Del Reino”, la cual vi en 1945, a los 12 años de edad? Esta bella historia sobre la saga del admirable Padre Chilsom en China me llevó a leer la novela de A. J. Cronin y me reforzó en mi determinación de mantener el rumbo mostrado por estas actitudes.    

Una película que me enseñó el poder de los grandes gestos heroicos anónimos fue la protagonizada por James Cagney, “Ángeles con Cara Sucia”, en la cual Cagney es un gánster condenado a muerte, quien simula ser un cobarde al ir a la silla eléctrica, a fin de que los jóvenes de su barrio no lo recuerden como un héroe.

La compasión que siempre he sentido por el amor no correspondido y por los débiles recibió un refuerzo muy poderoso del film “Servidumbre Humana”, aparecida en 1934, basado en la novela de Somerset Maugham.

Mi afinidad con los héroes civiles más que con los de a caballo se concretó con películas tales como Pasteur, 1936, con Paul Muni, “Madame Curie”, con Greer Garson o “Caballero sin Espada”, 1939, protagonizada por Jimmy Stewart, la historia de un idealista impoluto que se enfrenta al cinismo político en Washington.

El cine y mis lecturas se combinaron con las enseñanzas de mis padres y maestros y la ayuda de maravillosos amigos para enseñarme el camino del cual nunca he podido ni querido apartarme.

 ¿Y ahora, en mi vejez, cuáles son las películas que han contribuido a darme alegría y satisfacción espiritual?

Pues, las mismas. Las mismas que me formaron desde niño, más algunas otras de similar contenido didáctico que he visto a través de los años. Por ejemplo: “Matar a un Ruiseñor”, “Heredarás el Viento” y “Los Miserables”, la versión fílmica del libro de Víctor Hugo.  

En el canal TCM, Turner Classic Movies, las veo de nuevo a casi todas ellas y, cada vez que las veo, me alegra constatar que me enseñaron el camino correcto.

De vez en cuando voy al cine con mis hijos y nietos, principalmente durante sus cumpleaños. Estas películas de hoy representan experiencias diferentes. Las tramas son frecuentemente remplazadas por el espectáculo, es decir, la escenografía, los efectos especiales y el sonido. Algunas veces, al terminar la película, debo pedirles a mis hijos o nietos que me expliquen lo que no entendí, por ejemplo, que significa The Matrix o algo sobre los Guardianes de la Galaxia o sobre el hombre araña.

La última película que vi me gustó mucho, como gran espectáculo visual: NOPE, la historia de un monstruo extraterrestre que aparece en la Tierra cada dos o tres semanas y se come alguna gente. Allí también figura un mono que mata a un anciano en una escena de horrible violencia, creo que se lo come, que no tenía mucho que ver con el resto de la película.

En las etapas intermedias de mi vida he visto grandes films, maravillosas películas con inolvidables mensajes, como “Los Mejores Años de Nuestra Vida”, o de proporciones épicas como “Ben Hur” o la insuperable “Lawrence de Arabia”.  No solo me han cautivado las de Hollywood sino las europeas como “La Vida es Bella”, “Zorba el Griego” con el incomparable Anthony Queen, o  “Un día Especial”, con Marcelo Mastroiani y Sofía Loren, la cual me hizo pensar mucho sobre la callada tragedia de la homosexualidad en la Europa de Hitler y Mussolini y sobre el verdadero significado del amor.

Pero mi gran disfrute ha sido las películas que vi en la primera etapa de mi vida, que ahora veo de nuevo en la última etapa de mi vida. Es verdad que uno frecuentemente regresa a sus primeros amores.

 A las 6 a.m., con suma frecuencia, me reencuentro con ellas. Quizás algún día me encontrarán, frente al televisor, con el control remoto aun firmemente agarrado y una ligera sonrisa.  

Publicado por Gustavo Coronel