Dic 22,2025

CITGO: defender lo que es nuestro, para poder volver a empezar

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Al finalizar este año, es inevitable hacer una pausa y preguntarnos por qué seguimos aquí. No solo en términos jurídicos o procesales, sino en un sentido más profundo: ¿qué estamos defendiendo y para quién?

La respuesta es sencilla, aunque nada fácil de sostener en el tiempo: estamos defendiendo lo que pertenece a Venezuela. No como una abstracción legal, sino como patrimonio de millones de venezolanos que han visto perder casi todo, salvo la esperanza de que algún día el país pueda reconstruirse con dignidad.

CITGO no es un expediente ni una cifra en un libro contable. Es uno de los últimos activos estratégicos que aún pueden servir a una Venezuela futura, llena de sueños. Defendemos a CITGO porque creemos que habrá un cambio en la conducción política del país y CITGO será vital en ese momento. Defenderla no ha sido un acto de conveniencia, sino de responsabilidad histórica. Y hacerlo en medio de presiones políticas, litigios complejos y campañas de descrédito personal e institucional ha requerido algo más que técnica: ha requerido convicción.

La aparición de PDVSA ad hoc permitió la preparación de una defensa institucional organizada que impidió que ese patrimonio llamado CITGO desapareciera en silencio en el año 2019. Y ha permitido que, luego de 7 años, Venezuela aún esté de pie y no fuera despojada sin siquiera tener voz. Hemos defendido la propiedad, no solo el valor, y hemos sostenido el principio fundamental de que el país tiene derecho a llegar al futuro con algo propio en manos de los venezolanos.

Ha sido un camino largo, imperfecto y, en ocasiones, ingrato. Pero también ha sido un camino que evitó el peor de los escenarios: el de la resignación y el olvido. Este año dejó claro que, aún en condiciones extremas, los venezolanos podemos actuar con seriedad, con reglas y con sentido de país.

También dejó una lección importante: cuando se confunde crítica con destrucción, cuando se personaliza lo que es colectivo o se utiliza el desgaste como arma política, no se castiga a una institución ni a un grupo de personas, por el contrario, se debilita a nuestra Venezuela frente a terceros. Y eso tiene consecuencias reales.

La defensa de CITGO no es una batalla aislada. Es parte de algo más amplio: la afirmación de que Venezuela no renuncia a su derecho a reconstruirse, ni acepta que el despojo generado por el régimen sea normalizado como destino.

El año que comienza será decisivo. No porque prometa soluciones inmediatas, sino porque exigirá madurez, cohesión, sentido de propósito y responsabilidad compartida.

Defender CITGO en 2026 requerirá menos estridencia y más unidad; menos protagonismos y más visión de país. Requerirá cerrar filas en su defensa y entender que cuidar lo que aún es nuestro —incluso en silencio— es una forma de luchar por Venezuela.

Este no es el momento de fracturas internas ni de disputas que solo alimentan el desgaste. Es el momento de actuar con la serenidad de quienes saben que preservar hoy es la única forma de poder reconstruir mañana.

La lucha continúa. Continúa porque aún queda algo que vale la pena defender. Y porque Venezuela merece llegar al futuro con propiedad, con dignidad y con esperanza.

FELIZ AÑO 2026.

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El retorno a la confianza: 

Desafíos psicológicos y la hoja de ruta emocional para la transición democrática en Venezuela

Por María Elena Garassini

Hablar de la transición democrática en Venezuela suele remitir, de forma casi automática, a los desafíos políticos, económicos e institucionales que implicará ese proceso. Sin embargo, existe una dimensión igualmente decisiva —aunque menos visible— que de la misma forma condicionará la posibilidad real de recuperación del país: la dimensión psicológica y emocional de la sociedad venezolana.

Después de más de dos décadas de crisis sostenida, incertidumbre prolongada y deterioro de las condiciones de vida, los venezolanos no solo enfrentarán el reto de reconstruir instituciones y reactivar la economía, sino también el desafío de transitar emocionalmente desde la supervivencia hacia la reconstrucción, tanto a nivel individual como colectivo.

Desde la psicología social, este proceso implica comprender el estado emocional actual del país, identificar los efectos psicosociales de un estado de crisis prolongada que como sociedad nos hemos visto obligados a atravesar, y anticipar los desafíos que surgirán en un eventual escenario de cambio democrático.

Un país resiliente, pero emocionalmente sobrecargado

Históricamente, la identidad emocional del venezolano ha estado marcada por rasgos positivos como el optimismo, la alegría, la sociabilidad, la solidaridad y una notable capacidad de resiliencia frente a la adversidad.

No obstante, investigaciones académicas recientes desarrolladas desde diversas universidades del país sugieren que, aunque estas características siguen estando mayoritariamente presentes en la población, hoy en día conviven con un aumento significativo de emociones negativas. Por ejemplo, el estudio Psico-Data 2024, de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), muestra que emociones como el miedo, el enojo, la tristeza, el malestar emocional y la ansiedad, están hoy mucho más presentes en la vida cotidiana de los venezolanos.

Lee el artículo completo en nuestra página web y conoce más sobre las fortalezas psicológicas y emocionales que serán cruciales para construir la nueva Venezuela. 

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La diáspora como embajadora de los venezolanos en el mundo

Entrevista a Tomás Páez

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Tomás Páez se ha perfilado en los últimos años como una de las voces expertas y con mayor conocimiento sobre el fenómeno migratorio y la diáspora venezolana. Es Miembro fundador de la Red Global de la Diáspora de Venezuela, así como de CEDES (centro de desarrollo de ciudadanía y Democracia) y del centro de estudio de las migraciones y diásporas (2022).

Desde el año 2013, ha sido coordinador del Proyecto del Observatorio de la Diáspora Venezolana (ODV) y del Primer estudio global de la diáspora venezolana. También destaca como coordinador del Observatorio de la PYME y el Emprendimiento, Miembro Fundador del Instituto Internacional de Formación de Emprendedores (INFOEM) en la Universidad Metropolitana, y miembro del equipo responsable del proyecto “Emprendimiento e integración de la diáspora Venezolana” en Bogotá, Colombia.

 

“La diáspora está conformada por personas, por un inmenso capital humano, un activo con el que cuenta el país, una enorme “reserva internacional” comprometida con Venezuela y su desarrollo, quienes diariamente trabajan, y colaboran en el proceso de recuperación de la democracia y la reconstrucción del país. Hacen parte de ese proceso desde donde hoy residen, no es imprescindible el retorno físico pues en realidad nunca han estado ausentes”.

El modelo democrático está en la obligación de respetar la pluralidad y reconocer la existencia de una sociedad civil dinámica, que ejerce la diplomacia pública en ámbitos como la cultura, la música, la gastronomía, la educación, que hace política y en ocasiones no compartirá y se distanciará de la diplomacia oficial. Es un desafío para la nueva diplomacia oficial que será necesario adecuar a esta original realidad, en la que el respeto y la capacidad de escucha de parte de las instituciones del Estado deberá ser la norma y criterio medular de la Estrategia de Gobernanza de la diáspora”.

El nuevo gobierno debería entender, en primer lugar, que hay una realidad, la geografía social, económica, institucional, cultural de Venezuela experimentó una gran transformación: un cambio tanto en la corteza como en las entrañas del país. Una mutación que obliga a un cambio de paradigma en la comprensión del país y en la formulación de estrategias de desarrollo. El país no puede pensarse al margen de su diáspora y del desempeño de ésta”.

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