May 21, 2025
La problemática transición energética
“La experiencia demuestra que la transición tomará más tiempo,
será más desafiante y costosa, y requerirá concesiones
que suelen minimizarse.
La transición energética no será lineal.
Será multidimensional”.
Daniel Yergin
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La transición energética sigue siendo el objetivo primordial para abordar el cambio climático, y lo define todo, desde las políticas y el gasto gubernamentales hasta el precio de la electricidad en el hogar.
Daniel Yergin y Atul Arya, S&P Global; Peter Orszag, Lazard Inc.
El objetivo es monumental: reducir las emisiones transformando el sistema energético mundial, pasando de las energías convencionales (petróleo, gas natural y carbón) a energías renovables y alternativas como la eólica, la solar, los biocombustibles, las baterías, los coches eléctricos y el hidrógeno verde. Sin embargo, la experiencia demuestra que esta transición llevará más tiempo, será más compleja y costosa, y requerirá concesiones que suelen subestimarse.
La historia nos proporciona contexto
La primera transición fue la transición de la madera al carbón. Si bien el carbón se utilizaba para calefacción en Gran Bretaña en la Edad Media, especialmente cuando el precio de la madera se disparó con la tala de bosques, el momento decisivo para la transición energética tuvo lugar en un horno en el pueblo inglés de Coalbrookdale en Enero de 1709.
Fue entonces cuando Abraham Darby, un metalúrgico especializado en ollas de hierro fundido, descubrió que el carbón era, como él mismo escribió, «un medio más eficaz para la producción de hierro» que la madera. “Muchos dudan de mi temeridad”, continuó lamentando. Los acontecimientos le darían la razón, pero no de inmediato.
Pasó casi todo el resto de ese siglo antes de que la máquina de vapor impulsara la Revolución Industrial. Y a pesar de que el siglo XIX se conoce como “el siglo del carbón”, no fue hasta principios del siglo XX —dos siglos después del descubrimiento de Darby— que el carbón superó a la madera como principal fuente de energía del mundo.
El petróleo, descubierto en el oeste de Pensilvania en 1859, no superó al carbón como principal fuente de energía del mundo hasta la década de 1960. Sin embargo, en el 2024, el mundo utilizó tres veces más carbón que en la década de 1960. Esto plantea una cuestión fundamental sobre la transición energética: también es adición de energía.
En el 2024, el mundo utilizó más energía eólica y solar que nunca. Pero también utilizó más petróleo y carbón que nunca. Y lo mismo habría sucedido con La problemática transición energética aplicado al gas natural, salvo por la disrupción del mercado del gas natural derivada de la guerra de Rusia contra Ucrania.
El cambio climático representa un gran desafío decenal. Pero lo que se ha hecho evidente es que los desafíos para implementar una transición energética también son grandes. Gran parte de la reflexión sobre la transición se articuló durante la COVID-19, cuando tanto la demanda como los precios de la energía se desplomaron. Sin embargo, el escenario de mayo de 2021 de la Agencia Internacional de la Energía, en el que un gráfico trazaba una línea recta hacia las “emisiones netas cero” para 2050, sigue siendo la visión predominante. Esta visión lineal se definió por una serie de hitos. Sin embargo, la experiencia demuestra que las perspectivas de alcanzar muchos de esos hitos en el plazo previsto son cada vez menores. Por ejemplo, el desarrollo de una industria de hidrógeno verde a gran escala para sustituir al gas natural lleva un gran retraso. Y recientemente, la asociación que representa a la industria eólica marina europea advirtió que “los objetivos políticos para la energía eólica marina para 2030/2035 no se cumplirán”.
Multidimensional, no lineal
En resumen, es necesario que el pensamiento se adapte a una realidad cada vez más compleja. Hay claros indicios de un replanteamiento. El nuevo Séptimo Plan Estratégico de Energía de Japón se diferencia de los seis anteriores en que, por primera vez, presenta un escenario de “no cero emisiones netas para e 2050” que incluye una creciente demanda de gas natural licuado (GNL). Un cambio de mentalidad también se puede percibir en una declaración del primer ministro británico, Keir Starmer, en Febrero: “Seré franco con ustedes: el petróleo y el gas formarán parte de la combinación energética futura durante décadas”.
Ambos ejemplos apuntan a una forma revisada de conceptualizar la transición energética: será multidimensional, con un ritmo diferente en cada país, con diferentes combinaciones tecnológicas y, lo que es crucial, con diferentes prioridades.
¿Qué impulsa esta reevaluación?
La escala del desafío
Para empezar, está el simple hecho del tamaño: la magnitud de descarbonizar lo que hoy es una economía mundial de más de 115 billones de dólares que seguirá creciendo. El intento de transformar semejante gigante y alcanzar las “emisiones netas cero” para el 2050 parece cada vez más lejano a medida que se acerca el año 2050.
Países que representan alrededor del 45 % de las emisiones globales, incluyendo China e India, dos de los tres países con mayores emisiones, ni siquiera se adhirieron a un objetivo para el 2050, sino que han pospuesto sus ambiciones de cero emisiones netas hasta 2060 o 2070.
En general, según el prestigioso Informe Estadístico de la Energía Mundial del Instituto de Energía, entre el 2022 y el 2023, los últimos años para los que disponemos de datos, la dependencia mundial de las energías convencionales (petróleo, gas natural y carbón) disminuyó menos del 0,5 %, del 81,9 % al 81,5 %.
El costo también es una limitación.
Reemplazar el sistema energético actual requeriría una gran inversión de capital para la infraestructura de un nuevo sistema. El análisis económico que sustentó la conferencia climática de la ONU del 2024 en Bakú, Azerbaiyán, planteó que la inversión global necesaria para alcanzar cero emisiones netas para el 2050 sería de 6,5 billones de dólares anuales entre ahora y el 2030, alcanzando hasta 8 billones de dólares para el 2035. Esto se traduciría en aproximadamente el 5% del PIB mundial dedicado a alcanzar los objetivos del 2050.
Sin embargo, el mundo en desarrollo no cuenta con los recursos económicos para canalizar el 5% de su PIB a la inversión climática. ¿Acaso los países desarrollados asumirían la responsabilidad y dedicarían el 10% de su PIB a la inversión climática? Esto parece improbable para las naciones europeas que luchan por aumentar el gasto en defensa y, al mismo tiempo, recuperar la competitividad económica global, y no es menos improbable para un Estados Unidos preocupado por una deuda de 37 billones de dólares, cuyos pagos de intereses ya superan el gasto en defensa.
También existe un coste político: lo que el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores denomina “reacción verde”, el creciente apoyo a los partidos populistas en Europa que se oponen a las iniciativas verdes, además de la inmigración. Esto afectará los procesos políticos en toda Europa y ya es más que evidente en Estados Unidos.
El regreso de la seguridad energética
Y luego está el regreso de la seguridad energética. Durante el COVID-19, muchos países se quedaron dormidos ante los riesgos de suministro. La llamada de atención llegó abruptamente la mañana del 24 de Febrero del 2022, cuando Rusia lanzó su invasión de Ucrania, interrumpiendo el suministro energético mundial. Los gobiernos se enfrentaron repentinamente a la necesidad de asegurar el suministro de energía convencional a precios asequibles. Mientras el gobierno alemán seguía promoviendo la transición energética, el canciller alemán Olaf Scholz viajó a Senegal y Canadá para solicitar nuevos suministros de GNL y luego a Kazajistán en busca de petróleo.
Una nueva división Norte-Sur
El camino hacia la transición energética se enfrenta a otro tipo de disrupción, esta vez entre naciones: una nueva división Norte-Sur sobre las prioridades entre los países desarrollados del Norte Global y los países en desarrollo del Sur Global. Los países ricos pueden intentar convertir el cambio climático en una cuestión prioritaria, pero no así los países en desarrollo. Con ingresos per cápita de tan solo el 5%-10% —o menos— de los países desarrollados, las naciones en desarrollo también deben centrarse en el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la mejora de la salud. El primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, resumió la división en la primera conferencia de Energía Asia. «La necesidad de transición», afirmó, debe equilibrarse con la «necesidad de sobrevivir, de garantizar que nuestras políticas actuales de eliminación de la pobreza, educación, salud e infraestructura básica» no se vean «frustradas por las imposiciones de otros que no consideran adecuadamente lo que tenemos que afrontar». No cabe duda de a qué se refería con «los otros».
Para muchos países en desarrollo, el petróleo y el gas son componentes cruciales de sus estrategias económicas, y para algunos, no es fácil renunciar al carbón, que es barato y seguro. Se estima que el 30% de la población mundial no tiene acceso a energía moderna, sino que utiliza madera y residuos para calentarse y cocinar, con un coste terrible para la salud, que incluye, según la Organización Mundial de la Salud, más de tres millones de muertes prematuras. Para muchas de estas personas, la transición más urgente no es a la energía eólica ni a la solar, sino abandonar el uso de madera y residuos y optar por cilindros llenos de gas licuado del petróleo para cocinar y calentarse.
Minerales, geopolítica e IA
Recientemente se ha reconocido que los minerales representan una limitación imprevista para la transición energética. La transición a la energía eólica, solar, vehículos eléctricos y baterías requiere un gran aumento de la disponibilidad de minerales. La Agencia Internacional de la Energía describe la transición energética como un cambio de un sistema energético intensivo en combustible a uno intensivo en minerales. Los coches eléctricos, por ejemplo, consumen entre 2,5 y 3 veces más cobre que un coche convencional. Una transición rápida supondría una presión excesiva sobre el sistema mundial de suministro minero. La capacidad de respuesta rápida simplemente no existe. Se tarda, en promedio, unos 16 años en llevar una nueva mina importante del descubrimiento a la producción, debido a dificultades técnicas, políticas y de permisos.
La geopolítica —la rivalidad entre las grandes potencias China y Estados Unidos— agrava la limitación de los minerales. Las empresas chinas desempeñan un papel destacado en la minería a nivel mundial, y China domina el procesamiento crucial que convierte los minerales en metales. La tensión ya es evidente en la orden ejecutiva del presidente estadounidense Donald Trump, que declara a los minerales críticos como una “emergencia nacional”, y en los nuevos controles de China sobre las exportaciones de tierras raras a Estados Unidos, argumentando que se utilizan no solo en el sector civil, sino también en la fabricación de sistemas de armas.
Y ahora hay un nuevo factor —la enorme carrera impulsada por la IA para construir centros de datos— que requerirá un crecimiento desmesurado del suministro de energía eléctrica. Por ejemplo, se estima que el uso de electricidad de los centros de datos en Estados Unidos aumentará del 4% del suministro eléctrico total a hasta un 10% para 2030, y algunos afirman que incluso más. Se están realizando cálculos similares en otros países. Parte del nuevo suministro necesario se generará mediante energía eólica y solar, pero será necesario un aumento significativo de la electricidad generada a partir de gas natural; esta es una de las razones para aumentar las proyecciones de la futura demanda mundial de GNL. Además de todos los demás desafíos, y para complicar aún más las cosas, existen nuevas turbulencias y barreras derivadas de las guerras comerciales, los aranceles, el proteccionismo y la relación cada vez más precaria entre las naciones.
Replanteando la transición
Estas son las realidades que impulsan el replanteamiento de la transición energética, que se equilibrará con la necesidad de acceso, seguridad y asequibilidad de la energía. La reestructuración de la demanda y los flujos energéticos en los próximos años plantea difíciles disyuntivas entre el aumento de los costos, por un lado, y la protección de los consumidores, por otro. Construir las cadenas de suministro necesarias para apoyar tanto la transición energética como la seguridad energética exigirá la coordinación entre los gobiernos y el sector privado para mejorar la logística y la infraestructura, los procesos de permisos y regulación, los flujos de tecnología, la financiación y la capacitación de los trabajadores. A medida que estas cadenas de suministro se reconfiguran en el futuro, es lógico que sean diversas en lugar de estar concentradas geográficamente. Pero todo esto será más difícil en este nuevo mundo, más volátil y fragmentado.
Desde el gran avance de Abraham Darby en Coalbrookdale al pasar de la madera al carbón hace más de tres siglos, el avance tecnológico ha sido fundamental para la continua evolución de la producción energética. La energía eólica, la solar y los coches eléctricos son industrias consolidadas, aunque la fuerte dependencia de China se está volviendo problemática en medio de las crecientes tensiones geopolíticas y comerciales. La energía eólica marina se ha topado recientemente con sus propios obstáculos en términos de cadenas de suministro y costos. Se necesitan nuevas tecnologías competitivas de bajas o cero emisiones, lo que requerirá avances técnicos y comerciales en tecnologías como la captura de carbono, el hidrógeno, la geotermia, el almacenamiento de electricidad a gran escala y los biocombustibles. El nuevo impulso a los pequeños reactores modulares y el renovado apoyo a la energía nuclear, tras años de inactividad, son oportunos, debido a lo que ofrece la energía nuclear: generación de electricidad de base sin emisiones de carbono. La inversión pública y privada tanto en fisión como en fusión está creciendo, incluyendo la de capital riesgo y grandes empresas tecnológicas. La digitalización y la IA podrían tener un impacto significativo en el suministro y el uso de energía. También es esencial la inversión en nuevas ideas y tecnologías que aún se encuentran en una fase muy temprana.
La transición energética actual pretende ser fundamentalmente diferente de todas las transiciones energéticas anteriores: ser transformadora en lugar de aditiva. Sin embargo, en general, y hasta ahora a nivel mundial, está demostrando ser, como en el pasado, una adición, no un reemplazo. La amplia gama de desafíos que enfrenta la transición implica que no se desarrollará de forma lineal. En cambio, continuará como ya es: multidimensional, desarrollándose a ritmos variables en diferentes regiones con diferentes combinaciones de tecnologías y, definitivamente, con diferentes prioridades. Esto refleja las complejidades del sistema energético fundamental para el mundo moderno. También deja claro que la inversión continua en energía convencional será una parte necesaria de la transición energética como aunque no se comprende ampliamente, los yacimientos de petróleo y gas experimentan declives naturales cada año.
Las realidades de la transición energética, y la experiencia que la configura, son algo con lo que los gobiernos, el sector privado y el público en general lidiarán en medio de fuertes turbulencias. La transición, con los objetivos que encarna, tiene más probabilidades de éxito si también aborda el crecimiento económico y la seguridad energética, así como el acceso a la energía para los miles de millones de personas en el mundo en desarrollo que actualmente carecen de ella.
Lo anterior es un resumen de “The Troubled Energy Transition”, un ensayo publicado en la edición de Marzo-Abril de Foreign Affairs.
El ensayo completo está en https://www.foreignaffairs.com/guest-pass/redeem/xhwbwnNlLjI.
DANIEL YERGIN is Vice Chairman of S&P Global and the author of The Prize: The Epic Quest for Oil, Money, and Power and The New Map: Energy, Climate, and the Clash of Nations.
PETER ORSZAG is CEO and Chairman of Lazard and was director of the Office of Management and Budget in the Obama administration.
ATUL ARYA is Chief Energy Strategist at S&P Global.
Daniel Yergin | www.danielyergin.com