ENERGÍA Y SOCIEDAD

La energía es la única moneda de cambio universal: sin transformación de energía no hay nada —nada de nada; niet—. La rotación de las galaxias y las reacciones termonucleares en el seno de las estrellas son dos manifestaciones universales de transformación de energía. En la Tierra, la transformación de energía abarca desde la fuerza de la tectónica de placas, que separa los fondos oceánicos y crea cadenas montañosas, hasta el impacto erosivo acumulativo de minúsculas gotas de lluvia (como decían los romanos, gutta cavat lapidem non vi, sed saepe cadendo: «una gota de agua no perfora la piedra por la fuerza, sino por repetición»). La vida en la Tierra —que, a pesar de nuestros esfuerzos por captar señales extraterrestres que tengan algún tipo de sentido, sigue siendo la única vida que conocemos en el universo — sería imposible sin la conversión fotosintética de la energía solar en fitomasa (biomasa vegetal). Los humanos dependen de este tipo de transformación para su supervivencia —y de muchos otros flujos de energía para su existencia civilizada—. Como dijo Richard Adams (1982, 27):

Podemos pensar millones de cosas, pero, si no tenemos los medios para convertir esas cosas en acciones, seguirán siendo meros pensamientos. […] La historia actúa de manera impredecible. Sin embargo, los eventos históricos toman necesariamente una estructura acorde con sus componentes energéticos.

 

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