Dic 11, 2024
Dream, Baby Dream
Donald Trump, Presidente Electo de Estados Unidos, un hombre que prefiere las fórmulas simples, quiere convertirse en máximo magnate de la energía.
The Economist

Imagen: Alex Brandon/AP Photo/picture alliance

Scott Bessent
Scott Bessent, su candidato a Secretario del Tesoro, tiene una fórmula: “3-3-3”. Quiere reducir el déficit presupuestario Federal de Estados Unidos al 3% del PIB, elevar el crecimiento económico anual al 3% e impulsar la producción de petróleo y gas del país en el equivalente a 3 millones de barriles por día para el 2028, frente a los 30 millones en el 2024.
La última parte del plan es la más avanzada
La administración Trump abrirá más terrenos federales y bloques marinos a la perforación y aprobará permisos para proyectos de gas natural licuado (GNL). Trump quiere crear un Consejo Nacional de Energía para reducir la burocracia en todo, desde la emisión de permisos hasta la distribución. Y tiene en la mira una hoguera para quemar los subsidios y normas verdes del Presidente Joe Biden. ¿Su objetivo? “Dominio energético” global.
Un auge petrolero haría avanzar muchos de sus otros objetivos. Más exportaciones reducirían el déficit comercial de Estados Unidos. Una mayor recaudación de impuestos reforzaría su presupuesto. Un aumento de la producción de petróleo permitiría al Tío Sam endurecer las sanciones a Irán y, al mismo tiempo, mantener el combustible barato en las estaciones de servicio. Más gas estadounidense también ayudaría a satisfacer la creciente demanda de energía de la inteligencia artificial, al tiempo que reforzaría la dependencia económica de Europa de su socio transatlántico. El problema es que el deseo de Trump de “perfora, nene, perfora” se enfrentará a las duras realidades del mercado energético. El Presidente Electo se está preparando para el fracaso.
A diferencia de la mayoría de los petroestados, donde las empresas estatales dominan la producción, el petróleo estadounidense lo bombean empresas privadas, que toman sus propias decisiones. Han aumentado tanto la producción desde el 2022, cuando Europa empezó a rechazar el petróleo ruso, que Estados Unidos ya es el mayor productor de crudo del mundo. En Octubre produjo un récord de 13,5 millones de barriles diarios, frente a los 11,5 millones cuando comenzó la guerra de Ucrania. Para ir más allá, los petroleros estadounidenses necesitan una razón convincente.
Puede que no lo consigan
El petróleo de lutitas bituminosas de Estados Unidos, que representa la mayor parte de su producción, solía ser extraído por miles de pequeñas empresas de “gatillo fácil”. Una ola de fusiones y fracasos desde fines de la década del 2010, cuando la sobreproducción hizo que los precios se desplomaran, significa que la industria está gobernada por unas pocas grandes empresas que odian el riesgo. Sus accionistas exigen dividendos estables y retornos de dos dígitos. Además, el encarecimiento del capital se suma a los costos crecientes: a medida que la producción se disparó, los mejores pozos se agotaron. Por lo tanto, las empresas del “shale” tienen pocos incentivos para perforar más a menos que los precios del petróleo alcancen los 89 dólares el barril. A menos de 70 dólares el barril hoy, el West Texas Intermediate (WTI), el precio del petróleo de referencia de Estados Unidos, está lejos de ese umbral.
Parece poco probable que el mercado se mueva en una dirección favorable para Trump. No solo hay abundante suministro mundial de petróleo, sino que los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tienen mucho en reserva.
Al mismo tiempo, la demanda es débil debido al tibio crecimiento económico mundial y a la sustitución de los coches de gasolina por vehículos eléctricos. No es de extrañar que la Administración de Información Energética (EIA), una agencia Federal, espere que la producción petrolera de Estados Unidos aumente sólo 0,6 millones de barriles diarios para el 2028. El 5 de Diciembre, Chevron, la segunda mayor empresa energética de Estados Unidos, recortó su previsión de gastos de capital para el 2025.
Aunque Trump probablemente reduzca los impuestos a las empresas energéticas introducidos por Biden, como un impuesto a las fugas de metano, al hacerlo beneficiará sobre todo a las empresas de perforación más pequeñas, que son responsables de una cantidad desproporcionada de emisiones.

Michael Haigh
Michael Haigh, del Banco Société Générale, considera que reducir los impuestos a las empresas energéticas podría aumentar la producción en 200.000 barriles diarios como máximo. Mientras tanto, subsidiar la producción directamente sería ruinoso para el gobierno y atentaría contra otro de los objetivos de Bessent: reducir el déficit presupuestario.
El gobierno planea acelerar la tramitación de permisos para nuevos oleoductos, lo que podría hacer más viables los pozos con acceso limitado al mercado, pero no está claro cuántos de esos pozos existen. Como es probable que las agencias de permisos estén integradas por novatos, los proyectos podrían fracasar, como sucedió en el primer mandato de Trump, cuando los funcionarios tomaron atajos y los permisos quedaron expuestos a demandas judiciales.
Para que más pozos sean viables, Trump podría tratar de impulsar los precios del petróleo imponiendo sanciones a quienes compren barriles de Irán o Venezuela y a quienes los ayuden. Sin embargo, no se sabe cuánto tiempo durará eso, ya que otros miembros de la OPEP probablemente aumentarán la producción para ganar participación de mercado.
Aumentar la producción de gas parece más fácil, al menos en el papel. Desde que estalló la guerra en Ucrania, la cartera de proyectos de GNL de Estados Unidos, ya de por sí larga, se ha alargado. La consultora Rystad Energy espera que la capacidad de exportación del país alcance los 22.400 millones de pies cúbicos por día en el 2030 en caso de que Trump implemente sus promesas de campaña, frente a los 11.300 millones del 2023, un aumento equivalente a 1,9 millones de barriles de petróleo (mbep) por día en términos de energía. Lo que eso significa en términos de producción real está lejos de ser seguro. Rystad pronostica que aumentará en 2,1 mbep por día para 2028, y parte de esa cantidad se consumirá en el país. Otros son menos optimistas. Incluso en su escenario más optimista, la EIA espera que la producción promedie solo 0,5 mbep por día más ese año que en 2024.
Para que la producción realmente aumente, los precios del gas tendrían que superar los 4,24 dólares por millón de unidades térmicas británicas (mbtu), según los productores encuestados por la Reserva Federal de Kansas City. Sin embargo, esos productores esperan que los precios alcancen solo 3,33 dólares por mbtu en dos años (frente a los 3 dólares actuales). Aunque se prevé que aumente la demanda de gas, el combustible fósil menos sucio, se prevé que una gran cantidad de nueva producción de Australia, Qatar y otros llegue al mercado durante el mandato de Trump, lo que restringirá los precios.
Todo esto augura problemas para las ambiciones de Trump y Bessent. “Lo que Estados Unidos perfore en los próximos años dependerá mucho más de las decisiones que se tomen en Viena [donde se reúne la OPEP] que en Washington”, dice Bob McNally, ex asesor del Presidente George W. Bush.
Las políticas de Trump podrían incluso perjudicar la producción. Sus aranceles podrían encarecer materiales como el aluminio y el acero para las empresas petroleras. Otros países podrían tomar represalias imponiendo aranceles a las exportaciones energéticas de Estados Unidos. Y las guerras comerciales socavarán el crecimiento en todas partes, debilitando la demanda de petróleo y gas.
La ambición de Trump de convertirse en el máximo magnate del petróleo puede resultar una quimera.