El papel del próximo presidente de los Estados Unidos en la solución de la tragedia venezolana


 

Gustavo Coronel, geólogo venezolano

La tragedia política, económica y social venezolana que se inició con la llegada de Hugo Chávez al poder ha ido transformándose de un incómodo dolor en un costado para las Américas hasta llegar a ser un cáncer avanzado. Ese proceso de progresivo empeoramiento ha favorecido la inercia en la región. Por algún tiempo Chávez fue visto hasta con simpatía por muchos países del hemisferio, luego como un bufón, más tarde como un cruel dictador y un riesgo para la estabilidad política regional, hasta que finalmente su remplazo por Maduro llevó a Venezuela a una crisis de trágicas proporciones. Los países de las Américas, tradicionalmente y hasta cobardemente apegados a un principio de no intervención, se han abstenido por demasiado tiempo de actuar con vigor en contra de la pandilla que mantiene a Venezuela como rehén. Han preferido ir adaptándose a los hechos cumplidos, a pesar de que se han visto invadidos por millones de venezolanos desesperados.

Los Estados Unidos no han estado exentos de esa pasividad en su postura frente a la tragedia venezolana. Las administraciones de Bill Clinton y George Bush no tuvieron a Venezuela en su lista de máximas prioridades. Vieron como Chávez se convertía en un dictador sin que ello pareciera molestarles. La llegada de Obama a la presidencia en 2009 coincidió con una política de apaciguamiento y acercamiento de los Estados Unidos hacia Cuba y hacia Venezuela, no porque Obama fuera partidario de las dictaduras sino porque pensó que una política de acercamiento a Cuba podía democratizar a ese país de manera más rápida y efectiva que una política de confrontación. La política hacia Venezuela fue dejada en manos de funcionarios del Departamento de Estado quienes mantuvieron relaciones respetuosas y tolerantes con Chávez hasta su fallecimiento. La política de Obama hacia Cuba y Venezuela fracasó. En contraste, Donald Trump adoptó hacia Venezuela una postura francamente agresiva y su administración ha impuesto sanciones personales y económicas al régimen que lo han debilitado significativamente. La actitud de Trump hacia Venezuela ha sido celebrada por la inmensa mayoría de los venezolanos, quienes se sienten agobiados por la crueldad, corrupción e ineficiencia del régimen castro-chavista y desean liberarse de ese yugo cuanto antes.

Con nuevas elecciones presidenciales en puertas los venezolanos se preguntan cómo actuarían los Estados Unidos si Trump fuese derrotado. Por lo que acaba de decir el candidato opositor a Trump, Joseph Biden, el objetivo de su administración sería promover la celebración de elecciones libres en Venezuela, una posición que parece desconocer la naturaleza criminal del régimen venezolano y, por ello, luce bastante más débil que la adoptada por Trump. Lo dicho por Biden ha llevado a líderes de la oposición venezolana como Diego Arria a comentar que de Biden “los venezolanos no pueden esperar nada”, una afirmación basada en lo que este candidato ha dicho sobre Venezuela.

Parece incuestionable que para los venezolanos sería mejor ver a Trump en la presidencia que a un nuevo presidente quien pudiera estar menos interesado en ayudarlos a salir de la pesadilla chavista. Sin embargo, debemos admitir que no será el deseo de los venezolanos el que decida la elección presidencial estadounidense. Por ello, creo que los venezolanos debemos estar preparados para ambos escenarios, el de Trump o el de Biden en la presidencia. Creo conveniente, por tanto, que el liderazgo democrático venezolano comience desde ahora a argumentar su caso frente a los dos candidatos que tienen oportunidad de ganar la presidencia. Si bien es lógico esperar que Trump mantenga y aun incremente la presión de los Estados Unidos contra el régimen venezolano también es lógico que debamos desde este momento tratar de influenciar a Biden y a su entorno para que adopten una posición más agresiva que la que tuvo Obama cuando Biden era vicepresidente. La posición de Biden sobre Venezuela bien puede ser un producto de la inercia derivada de su etapa Obama y me da la impresión de que  puede cambiar en el futuro influenciada por las nuevas realidades, sobre todo si se da cuenta de que una postura laxa hacia Cuba, Nicaragua y Venezuela le restaría mucho del voto latino, el cual se perfila como muy importante en las próximas elecciones.

Esa debe ser, en nuestro criterio, la tarea inmediata del liderazgo democrático venezolano.

Publicado por Gustavo Coronel