Viendo caer la nieve

Por Gustavo Coronel


 

Hoy me asomo a la ventana y veo caer una densa y plácida nevada. Ello me estruja el corazón porque la contemplación de cada nevada era un momento mágico a disfrutar juntos, Marianela y yo. Nunca pudimos liberarnos de ese sentimiento de admiración y sorpresa casi religiosa frente al espectáculo de la nieve, cubriendo el paisaje de blanco. Al ver esta nevada digo, lagrimoso (porque ahora la he agarrado por llorar): Cinco meses más y hubiéramos podido disfrutar de esta nevada juntos, querida Marianela.

Y es que la vida consiste en tratar de alargar los momentos felices y posponer los trágicos. Cinco meses más con ella, cuanto no daría hoy por haberlos tenido. Sin embargo, eso es una ilusión. Siempre aspiraremos a alargar los momentos felices para ver la primavera, para retozar en el verano, para admirar las hojas magenta y amarillas del otoño y ver caer la tranquila nieve del invierno.

¡Qué necio soy!

Así como tengo estos momentos de infinita nostalgia y de insensata rebeldía frente a la realidad, así regreso a tocar tierra firme, no importa cuán dura y agreste sea esa. Y mire que es dura y agreste esta tierra firme del 2020. Una terrible y desconcertante pandemia perdona a miles con leves síntomas y mata a miles con horribles sufrimientos.

Mientras una hazaña médica ha logrado poner a disposición de la humanidad unas vacunas que le darían inmunidad a millones, al mismo tiempo, aparecen voces airadas que dicen que tales vacunas son un intento de dominación por parte de un club de multimillonarios que desean tomar el control del mundo.

¿Tomar el control del mundo?  ¿Para qué?

Viendo caer la nieve pienso en los conejitos que viven en nuestro bosque y que estarán temblando de frio en sus cuevas, así como pienso en alguno que otro pajarillo congelado que será recogido mañana por una pala mecánica.

Ello me lleva a pensar en los niños con cáncer, en los ancianos que viven sus últimos días en la noche eterna de la soledad. Y me digo:

¿Es que no podremos hacer de nuestro pequeño mundo algo más amable, algo mejor, aun si ello requiere sacrificios individuales en favor de la especie o del abandono de posturas ultranacionalistas en favor del bienestar del planeta?

Viendo caer la nieve hoy, tan placida, tan pura, recuerdo mis momentos de felicidad suprema con Marianela, ya que la felicidad – ya no me queda duda – consiste en el disfrute de las pequeñas cosas cotidianas.

Ojalá pudiera decir que Marianela me habla o que siento su presencia. Daría todo lo que aún tengo por escucharla o verla de nuevo. No, solo siento su ausencia.  Pero lo que sí puedo hacer es honrar su memoria, hablando por ella, pidiendo a mis amigos y a quienes no conozco que hagamos el esfuerzo de vivir la vida pequeña y amable, la cual es realmente la única vida.

Porque la nieve cae y se derrite. No dejemos que el pequeño momento mágico se nos vaya sin disfrutarlo, sin que podamos – además –   depositarlo en el Banco de Ahorros de nuestra felicidad futura.

Aún después de no estar aquí, nuestros ahorros de felicidad seguirán beneficiando a nuestros descendientes.

Post Data: ¿Por qué los llamarán descendientes si son mejores que nosotros?

Publicado por Gustavo Coronel