Nov 17, 2021

Un tsunami de amistad

Por: Gustavo Coronel


 

JoenSo, DevianArt

Por una buena parte de sus 88 años mi buen amigo se dedicó a la lucha  por obtener su lugar en la sociedad.  Trabajó muy duro, lo cual en ocasiones lo llevó a relegar a la familia a un segundo plano. En esos momentos  lo racionalizaba pensando que lo hacía para garantizar  la seguridad  económica de su  esposa y de sus hijos, proveerlos de lo esencial material.

Aunque ello era parcialmente cierto, lo que si también era cierto es que debido a esa lucha, cuyo campo de batalla estaba fuera de casa, mi amigo  llegaba al hogar, quizás satisfecho de sus progresos, pero sin energía para ser padre. Sus hijos, 10, 9, 6, lo esperaban pacientemente hasta altas horas de la noche, a fin de enseñarle sus hermosos dibujos y sus tareas escolares satisfactoriamente cumplidas. Y él los atendía, cruzaba algunas breves palabras con ellos y les daba una palmadita de aliento, lo cual era insuficiente para llenar las amplias alforjas emocionales  de sus niños. Después de un breve diálogo con ellos los despedía de su lado, un poco como el niño que regresa los soldaditos de plomo a la caja después de jugar con ellos.

Afortunadamente mi amigo se había casado con una mujer de gran nobleza, quien paciente y silenciosamente rellenó el vacío que el padre, más exitoso en el mundo externo que en el plano doméstico, no llenaba. Ella debió ser madre, “padre”, electricista y plomero.

Con el transcurso del tiempo advertí un cambio en mi amigo. Se fue convirtiendo en mejor padre y logró ver el día en el cual, de manera milagrosa, sus hijos se convirtieron en sus compañeros, en sus amigos. Eso sí, no antes de decirle que, como padre, en ciertas etapas fundamentales de sus vidas, él no había estado enteramente allí.

La  vida de mi amigo ha sido lo suficientemente larga para hacer importantes y  necesarias correcciones. Hoy en día, gracias al ejemplo perseverante de quien fue su esposa, su relación con los hijos es cálida, extraordinaria. Ellos han pasado a desempeñar el papel de padres y madres de su ancianidad. Como en la novela de Pio Baroja, mi amigo transita por el camino de perfección, objetivo inalcanzable pero digno de ser la meta, ese anhelo por llegar a la casa luminosa situada en la colina.

En ese camino mi amigo anda del brazo, apoyado, guiado, sostenido por los amigos. Ya no está en batalla, ahora anda tendiendo puentes. Y el resultado de tender puentes ha sido mágico.  Aunque aún quiebra lanzas en la defensa de sus valores y principios, en ocasiones con pugnacidad, el énfasis en su vida se ha trasladado al disfrute de la amistad. Ello le ha dado una vejez llena de sosiego en la cual procura ser útil, dar en lo posible, mostrar gratitud al recibir, descubrir el encanto de compartir con amigos con quienes puede bajar la guardia sin temor a ser mal interpretado, ejercer la empatía a plenitud.

Me dice que está admirado de la intensidad del afecto que recibe, lo describe como un verdadero tsunami de amistad. En el ejercicio de esa amistad mi amigo ha tenido la suerte de encontrar buena parte del sentido de su vida.

Publicado por Gustavo Coronel

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