Jorge ZajiaLa frase del título es una marca registrada venezolana, patentada en Miami en los años de gloria de la década de los 80-90, cuando el bolívar era una moneda fuerte y los precios de los bienes y servicios en el país gigante del norte lucían tan irrisorios, que hacía que los venezolanos exclamaran “¡Tá barato, dame dos!” Fueron aquellos los nostálgicos días dorados de la otrora potencia petrolera mundial.

Por analogía, podemos especular que la industria petrolera de nuestros días vive un símil de aquella realidad; así, países que debían restringir dramáticamente el consumo de combustibles fósiles por lo alto de su precio, hoy –y mañana, también-, pueden tener acceso al petróleo y gas natural, sin que ello signifique una carga onerosa para sus precarias economías.

El petróleo es un combustible, un carburante, bueno e insustituible -por ahora-, para satisfacer las necesidades de energía de la humanidad de forma segura, abundante y barata. Hoy, los compradores del preciado jugo de la tierra, tal como los venezolanos del siglo pasado, al constatar el actual precio del barril del crudo pueden decir: “Está barato. Dame más…barriles”

En esa onda de precios bajos y abundancia del recurso, queremos apoyarnos en el 2016 Energy Outlook de BP, el cual estima que la energía fósil va a suplir más del 60% del aumento del consumo energético del planeta entre el 2016 y el 2035; lo que no implica que los precios vayan a subir a los niveles de Junio de 2014, cuando el marcador WTI alcanzó un record de 107,9 $/Bbl; pero el mercado ha dado signos claros que se está ajustando y gradualmente se irá reequilibrando; sin embargo este proceso continuará siendo doloroso y las compañías petroleras tienen que seguir adaptándose a la tormenta.

Por ello estamos del lado de quienes saben que esta “crisis” de la industria petrolera mundial es estructural y no coyuntural como las anteriores, de subidas y caídas bruscas, producidas por situaciones puntuales como conflictos bélicos, desaceleración de las economías, sobre oferta, precios exageradamente altos…

El reporte de la BP es particularmente interesante por la confianza y optimismo que la poderosa petrolera británica le endosa al petróleo, dada las cuantiosas pérdidas que tuvo que asumir como consecuencia del accidente en su campo Macondo del Golfo de México, que fueron de tal magnitud como para pensar en salirse para siempre de este negocio, más aún en el ambiente actual de precios bajos e inestables.

Pero no ha sido así. Al contrario, el pronóstico de un incremento sostenido de la demanda de hidrocarburos está basado en suposiciones y juicios sobre los futuros cambios políticos, tecnológicos y económicos, que apuntan a unas ganancias sin precedentes gracias a la eficiencia energética, lo que lógicamente generará un mayor nivel de actividad, cuya consecuencia inmediata es que la demanda de energía crecerá significativamente.

Todo apunta –y así lo suscribimos en Petroleum- a que los combustibles fósiles seguirán siendo la fuente de energía dominante tal y como lo asegura BP en su informe 2016. Estos representarán el 80% del suministro total de energía en el 2035, apoyado en un crecimiento sostenido del recurso gracias al petróleo y gas proveniente de las lutitas, a las políticas ambientales y al fuerte incremento de la demanda, impulsada a su vez por el precio actual, lo que presiona decididamente el aumento de la oferta de manera significativa para satisfacer los requerimientos que va a necesitar la humanidad para crecer y prosperar.

Un detalle importante es que la desaceleración de las economías asiáticas castiga mayormente el consumo de carbón, cuya demanda ha caído a menos de una quinta parte en los últimos 20 años y esos son los territorios, los dejados por el carbón, donde el petróleo tiene grandes espacios para expandirse y consolidarse como la fuente de energía por excelencia de la humanidad: abundante, segura y, sobretodo, barata.