Notas “arqueológicas” y sentimentales sobre la Shell Venezuela

 Por Gustavo Coronel          


                     

“Al andar se hace camino y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino, solo estelas en la mar.”    

Antonio Machado  

 

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Junio 10, 2020

Con el fallecimiento de mi querido amigo Stephen Desmond Watkins ocurrido hace algunas semanas en Marbella, España, el grupo sobreviviente de aquella Shell Venezuela que conocí y con quien trabajé se hace aún más pequeño.

En 1952 obtuve una beca de la empresa para continuar mis estudios de geología en la Universidad de Tulsa. Allá me había ido un año antes por cuenta de mi padre, quien me enviaba desde Los Teques la mitad de sus ingresos, unos $80 al mes, mientras el resto de la familia vivía con la otra mitad. Cuando comencé a recibir el dinero de la beca, unos suculentos $150 al mes, fui yo el que comencé a enviarles dinero a ellos, ya que para mí $100 al mes eran suficientes. En 1953 pasé mis vacaciones de verano en Maracaibo y sitios cercanos, en un programa de entrenamiento para estudiantes que me llevó a Bucarito, en el estado Lara, a unirme a un grupo de geología de campo al mando de un geólogo holandés llamado Eddie Van Der Meulen, luego al estado Trujillo donde operaba un grupo de exploración sísmica y, finalmente, al laboratorio de la empresa en Maracaibo, donde aprendí algo de palinología (estudio del polen fósil, para establecer edades geológicas relativas) con el palinólogo Jan Müller y micropaleontología del terciario (estudio de foraminíferos con poéticos nombres,  Globigerinas y Globotruncanas)  bajo la guía de Hans Bolli y de un extraordinario joven venezolano de apellido Fuenmayor. Mis recuerdos de esas vacaciones en Maracaibo son inolvidables. Vivía en el campamento de Bella Vista, que tenía un club donde se jugaba tenis y se tomaba shandy (una mezcla de cerveza con limonada). Las mujeres de Maracaibo me cautivaron para siempre.

Me gradué en 1955 y regresé a trabajar en Maracaibo, en las oficinas del edificio llamado Las Laras, de gran belleza.

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Mi oficina de geólogo estaba en el segundo piso

Muchos de los geólogos con quienes trabajé y compartí tareas de campo luego serían de renombre internacional: Jan Van Andel, Jan Hospers, mi entrañable mentor Konrad Habicht, Otto Renz, Hans Schaub, Harold Reading, Eddie Frankl, Rudy Blaser, Bill Milroy,  Jacques Follot (muerto en Argelia durante la revolución de los Pied Noir), Jan Bodenhausen, Myles Bowen, José Méndez Zapata, Gustavo Feo Codecido.  Ellos viven en mi memoria porque casi todos han fallecido (creo que Harold Reading aún vive, en Oxford, donde se convirtió en un legendario profesor de geología y José Méndez Zapata vive en Caracas, en buena salud).

Durante mi estadía en Maracaibo conocí a algunos de los venezolanos quienes ya ocupaban posiciones de importancia en la empresa, en especial,  César Rosales y José Rafael Domínguez. Con Domínguez tuve una amistad bastante estrecha y compartimos luego tareas en la empresa y en  PDVSA. Cuando coordiné en PDVSA el proceso de racionalización que llevó el número de empresas de 14 a 4, Domínguez fue miembro del Comité de Racionalización y me dio mucho apoyo.

Cuando fui transferido a Lagunillas para aprender la fase de Producción, después de diez años en Exploración, conocí a un grupo de venezolanos de quien aprendí esas nuevas técnicas: Simón Antúnez, Ricardo Corrie, Hans Krause, Gustavo Inciarte, mi inolvidable Frank Rubio (estadounidense) y me re-encontré con Miguel Fraíno, con quien había estudiado en Tulsa y quien se había convertido en un extraordinario Petrofísico (Especialista en interpretación de registros eléctricos). Afortunadamente este grupo aún se encuentra activo.  Miguel, Gustavo Inciarte y Frank fallecieron.  En Lagunillas conocí a C.C. Pocock, quien llegaría a ser Chairman del grupo Shell y a su bella esposa, quienes se interesaron por mi carrera., al encontrarme una madrugada entrando al hotel Lagunillas cubierto de barro de perforación, mientras ellos salían de una fiesta. Pocock me dijo: “Me alegro ver que hay quien trabaja duro, mientras nosotros estamos de fiesta”. Un encuentro serendípico que marcó mi carrera.

Corrí algunas aventuras geológicas y políticas en Europa, Indonesia y Estados Unidos y regresé a Shell Venezuela en 1970, compartiendo con Domínguez y con Marcos Marín tareas en Shell sur del lago, donde perforamos un pozo que resultó seco. Cuando tuve que ir a la directiva de Shell a reportar el resultado y mencioné que habíamos encontrado el objetivo del Eoceno pero sin petróleo, Alberto Quirós, quien ya era director, dijo: “Entendemos. Las operación fue un éxito científico pero el paciente se les murió”.

En esa Shell Venezuela, durante la década de los 70, trabajé en Caracas y llegué a conocer a la plana mayor de la empresa. El presidente Jan De Liefde fue remplazado por Ken Wetherell y el vicepresidente era Desmond Watkins, mi amigo recién fallecido, quien luego quedaría como presidente de Shell Venezuela post nacionalización. José Giacopini era el asesor de Wetherell para asuntos políticos.  Alberto  Quirós Corradi ya ocupaba cargos de gran importancia y venezolanos como Hugo Finol, Carlos Castillo, Samuel Wilhem, Rafael Pardo Ponte, Emilio Abouhamad, Oliver Campbell, Ramón Cornieles, Pablo Reimpell, Nelson Vásquez, Lucio Mazzei, J.J. Carrillo  y otros ya ocupaban  posiciones gerenciales/operacionales de alto nivel. Jóvenes como Arnold Volkenborn, José Capobianco, Eustoquio García, Eduardo Blanco  (Mr. Magoo), Jorge Zemella, Luis Giusti, Simón Díaz, Gustavo Inciarte y Hans Krause y aún más jóvenes colegas geólogos como Vladimir Gamboa, Tito Boesi, Ovidio Suárez, Aura Neuman   y José Matos, estaban muy activos en la empresa. Quizás algunos entraron durante el tiempo en el cual se iba Shell y llegaba Maraven, mi memoria ya no está clara.

Yo era Gerente de Relaciones Comerciales, a nivel medio, y me tocaba – entre otras actividades de planificación estratégica y de desarrollo organizacional – coordinar las actividades de la empresa con el Ministerio de Energía y petróleo, en especial con el severo y extraordinario venezolano que fue Luis Plaz Bruzual. Durante estos años comenzó a hablarse de nacionalización y se llevó a cabo un gran debate nacional sobre este tema. Logré fundar, junto con Marcos Marín Marcano y Odoardo León Ponte una asociación de técnicos y gerentes petroleros, AGROPET, la cual jugó un papel importante en el proceso de nacionalización. Durante los largos meses de debate conocí e interactué con maravillosos venezolanos, a quienes recuerdo con gran respeto y afecto. No podría enumerarlos a todos. Pertenecieron no solo a Shell sino a otras empresas del sector. En una ocasión, Enero 1974, logramos hacerle seis presentaciones sobre la situación de la industria petrolera al presidente Carlos Andrés Pérez en Miraflores, donde él estuvo acompañado por su gabinete y miembros del congreso. Esa reunión fue fundamental para sembrar en el presidente Pérez la idea de que el proceso no sería tan sencillo como lo predicaban los integrantes del sector político, para muchos de quienes el petróleo “salía fácil de la tierra y se vendía solo” y  “lo venían a comprar en nuestros puertos”.

De aquel  grupo de venezolanos y extranjeros con quienes compartí tareas en Shell Venezuela quedan pocos. Las memorias se hacen más difusas. Recuerdo todavía al catire Maal parado frente a las oficinas de la empresa, primero en San Bernardino, luego en Chuao, al mediodía, viendo pasar las muchachas y haciendo comentarios sobre su belleza. Recuerdo los choferes de la Línea VOLLMER, todos maravillosos, en especial a quien fue mi chofer después, el Señor González. Recuerdo a Tabaquito, ver: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2014/08/the-death-of-tabaquitola-muerte-de.html, llevando los diarios a las oficinas con su eterna sonrisa y su incurable optimismo. Recuerdo los juegos de softball en los cuales gerentes, especialistas, choferes y mensajeros se divertían en grupo. En uno de los cocteles en Maracaibo un joven recién empleado se le acercó a Quirós y le dijo: “¿Vos jugáis softball? “. Y cuando Quirós dijo que no, el joven le dijo: “¡Así no vais a poder progresar en esta compañía”!

Esa Shell Venezuela es una bella postal antigua, con sus colores un tanto desvaídos por los años, ya que de mi primer contacto con ella han transcurrido 67 años.  Para mí la Shell Venezuela fue gente, rostros, personas y personalidades, con quienes pasé una buena parte de mi vida, quienes fueron una importante parte de mi vida. En Lagunillas, La Haya, Yakarta, Balikpapan, Hong Kong, Nueva York, siempre me sentí apoyado por su organización. Nunca tuve que pedir un aumento de salario, el cual llegaba en el momento preciso. Planificaron mi carrera con cuidado. Cuando fui director de Maraven y tuve acceso a mi archivo personal de Shell pude constatar la atención que recibí desde que llegué a Maracaibo en 1955, recién graduado, hasta que pasé a Maraven, en 1976, unos maravillosos 21 años.

Todavía recuerdo como salimos de Indonesia, en 1965, con lo que teníamos puesto, casi huyendo de un país en plena y peligrosa  crisis política. Al entrar al barco que me llevaría a Hong Kong, el MS Victoria, me entregaron un sobre abultado con el logo Shell. Contenía pasajes, dinero, información, todo lo necesario para mi regreso a Venezuela, sano y salvo.

La madre Shell en acción.

La CHELL, como la llamaban en Maracaibo.

Caminante, no hay camino, solo estelas en la mar.

 

Publicado por Gustavo Coronel