Nov 23, 2021

Latinoamérica ante los acuerdos de cambio climático de Glasgow

Luis Vielma Lobo


 

Luis Vielma

La reciente reunión COP26 realizada en Glasgow, además de recordar una vez más la importancia de entender el tema del cambio climático; logró un importante consenso para mantener los esfuerzos y compromisos de una gran mayoría de los países, después de un intenso debate de varios días.

Controlar la emisión de carbono para desacelerar el incremento de la temperatura a menos de dos grados Celsius en los próximos 20 años, significa un reto mayúsculo, que siembra dudas sobre su viabilidad, si observamos la paradoja entre necesidades de energía, las proyecciones de su uso, y las opciones existentes, para reemplazar los combustibles fósiles.

El evento también permitió “señalar con un dedo” los mayores ofensores en el tema ambiental, entre ellos, los países más consumidores de energía, y con mayor proporción de contaminación, por su imparable desarrollo (China y Estados Unidos), y las compañías productoras de energía fósil, digamos hidrocarburos y carbón.

El tema tiene que ver con la manera en que los gobiernos y las empresas vienen creando conciencia colectiva social y organizacional hacia el ambiente, la contaminación, gobernanza y su efecto social, mejor conocido como ESG (Enviromental, Social, and Corporate Governance) por sus siglas en inglés.

Este tema se ha convertido en un importante indicador que ya tiene un impacto en el valor presente y futuro de cualquier activo o empresa que produzca energías fósiles. También está representando un reconocimiento social, para las empresas que vayan mejorando sus índices ESG, y así obtener grados de calificación, que les facilite recibir apoyos trascedentes y financiamientos especiales de los organismos multilaterales, responsables de impulsar y coordinar estas políticas a nivel mundial.

En los últimos 10 años, el ESG, como concepto dinámico ha crecido de manera hiperbólica, desde que fue establecido por la ONU, y que ha apoyado fundamentalmente la colocación de inversiones en empresas sustentables, los cuales ya superan los 20 mil millones de dólares, lo cual representa más de la inversión anual de una empresa petrolera nacional como Pemex.

Los países productores de hidrocarburos en Latinoamérica, viene manejando un doble discurso en estos temas ambientales, y específicamente en los esfuerzos del control de las emisiones de carbono. La paradoja mencionada en el inicio de este artículo, un crecimiento de la demanda de energía del mercado vs la deficiente oferta de energías alternas, obliga a las empresas productoras de energía nacionales, a incrementar el uso de combustibles fósiles, y no existe un verdadero plan para lograr cumplir con los acuerdos que le hayan correspondido en esa reunión.

La dos principales empresas productoras de hidrocarburos del hemisferio, Pemex y Petrobras están clasificadas a nivel mundial, entre las compañías petroleras de mayor riesgo para el medio ambiente, con base en el análisis realizado por el Instituto de Responsabilidad Climática de Estados Unidos en el 2020, institución especializada en el tema, el cual permitió comparar un grupo de más de diez mil empresas, en un universo de cuarenta diferentes industrias, que incluyeron petroleras, generadoras de electricidad y fábricas de bienes y prestadoras de servicios.

Para tener una mejor idea de lo que esto significa, ambas empresas fueron calificadas de sobre los 50 puntos de riesgo Ambiental, Social y Gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), lo cual significa que la empresa enfrenta un riesgo “severo” en comparación con otra empresas petroleras, como la italiana ENI (25.7), que se encuentra en la parte baja del riesgo, la colombiana Ecopetrol (37.3) y la noruega Equino (33.4), que presentan un riesgo promedio.

Recientemente estas empresas anunciaron que comenzaría a informar sobre sus emisiones de carbono equivalentes trimestralmente, debido a las solicitudes de los inversionistas de divulgar datos ESG, lo cual le ayudaría a mantener o mejorar la calificación de grado de sus deudas, y también a priorizar las demandas ambientales, en sus programas de producción. Es importante recordar que las compañías nacionales están comprometidas con sus gobiernos en maximizar los ingresos para el estado, lo que les deja poca flexibilidad para reducir su huella de carbono.

Tomando en consideración este entorno, el congreso mexicano acaba de aprobar la ley que regula las actividades de aquellas empresas productoras de combustibles fósiles y fábricas que descargan gases contaminantes a la atmósfera., la cual busca cumplir al menos dos objetivos críticos:

  1. Reducir las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero a fin de generar un desarrollo con bienestar social, y
  2. Disminuir la vulnerabilidad al cambio climático de la población, los ecosistemas y su biodiversidad, así como de los sistemas productivos, mediante el impulso y fortalecimiento de los procesos de transición.

Ojalá y en esta oportunidad México establezca el sistema de medición y evaluación adecuado, y se enfrente el futuro con un verdadero plan que comprometa a las empresas nacionales, a mejorar su calificación ESG, y encaminarse por la ruta tan necesaria de la sustentabilidad. También Petrobras tiene que hacer énfasis en el cumplimiento de las regulaciones existentes en ese país, con el seguimiento adecuado de los indicadores que miden el tema de ESG, considerando el impacto de sus operaciones costa afuera en el ambiente marino y el costo que pueda tener un sus planes de financiamiento futuro de sus actividades.

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