Las Reservas Estratégicas*


 

Jorge Zajia

Jorge Zajia | Editor in Chief

Para los países que se juegan su economía a la única carta del petróleo, el aceite de piedra que mana generoso desde las entrañas de la tierra, constituye una especie de oráculo, una deidad que lo provee todo… en abundancia. Su denominador común es su nivel muy bajo de industrialización, lo que inexorablemente los ha convertido simplemente en suplidores de la materia prima más apreciada y apetecida del orbe.

Del otro lado de la acera, están los llamados países industrializados que aprovechan ese recurso en la energía con la que producen bienes de consumo de todo tipo: desde una aguja de coser, hasta un tanque de guerra, y más. Para esas economías desarrolladas, sus verdaderas ganancias no provienen exclusivamente del valor de sus bienes de capital; sino en gran medida de los precios bajos que pagan por la adquisición de las materias primas que consumen en sus procesos de producción, sea carbón, petróleo, hierro, aluminio, plástico…

Todavía retumban en mis oídos las palabras del cura “Gonzalito” –mi confesor y profesor de Geografía Económica en cuarto año de bachillerato en el Liceo San José de Los Teques, Venezuela-, quien con la yugular dilatada a punto de estallarle, gritaba a todo pulmón en su salón de clase “…nos pagan la tonelada de hierro por una locha (un octavo de bolívar) y nos venden un mísero paquete de clavos en un bolívar”. Pero esa es otra historia. La del Padre González, no la de la tonelada de hierro, que sigue siendo la misma.

Por ello las reservas estratégicas de petróleo; o sea los volúmenes de petróleo que los países importadores almacenan para garantizarse el abastecimiento por un tiempo –generalmente el consumo de 60 ó 90 días-, más que para cubrir sus necesidades en casos de emergencia, se pudiera convertir en una especie de “espada de Damocles” para amenazar a los países productores que pretendan obtener un precio justo por su recurso natural no renovable. Este mecanismo fue creado en 1973 a raíz de la guerra del Yom Kippur, como una reacción a la decisión de la OPEP de no exportar más petróleo a los países que apoyaron a Israel en el conflicto con Egipto y Siria.

El 23 de Junio (2011) los miembros de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) tomaron la decisión de inyectar al mercado 60 millones de barriles de petróleo durante Julio, sacados de la reserva estratégica, para compensar la interrupción permanente de los 1.2 MMbpd de Libia, que tienen varios meses fuera del mercado. Pero en el mundillo petrolero se especula que esa decisión la motivó la preocupación por el resultado de la reunión de la OPEP del 8 de Junio que resolvió no aumentar la producción y a las dudas con respecto al crecimiento y la sostenibilidad de la recuperación de la economía global. A ello se agrega la crisis de la deuda griega que está afectando dramáticamente los territorios donde reina el euro.

Esta es la tercera vez que la AIE recurre a sus reservas en 37 años de historia. La primera fue durante el conflicto del Golfo Pérsico de 1990-1991, y la segunda por el impacto del huracán Katrina en 2005.

En un muy reciente informe de IHS CERA, suscrito por Daniel Yergin y James Burkhard, se afirma que “los precios del petróleo más bajos disminuiría uno de los contratiempos más fuertes que la economía mundial ha enfrentado en lo que va del año”. Aquí diferimos de la opinión de esos notables y celebérrimos analistas, pues el norteamericano común y corriente no va a dejar de comer hamburguesas, ni de llenar el tanque de gasolina de su auto, porque los precios sean altos. En todo caso, disminuiría su nivel de consumo si pierde el trabajo o si el salario que devenga no le alcanza.

Esta es una situación más compleja que requiere de un análisis profundo, enfocado desde un punto de vista que revise las ganancias (todavía muy exageradas) de los dueños de los medios de producción, que coadyuve a una distribución más justa de la riqueza; pues escuchando sólo los gritos de los mercados nos olvidamos del clamor de la población.

*Editorial publicado en Petroleum 258/Julio 2011