Jorge ZajiaCon este número esta revista registra 360 ediciones que se iniciaron en Enero de 1977. Hasta Diciembre de 1983 circulamos con el nombre de Petróleo y Tecnología (44 números) y desde Mayo de 1984 –luego de un breve receso de 4 meses- con el nombre actual de Petroleum, que es el originario en Latín del aceite de roca: petro y óleum.

A lo largo de estos 39 años hemos sido testigos y actores de primer plano -vivido y sufrido en carne propia-, las vicisitudes del desarrollo tecnológico y comercial de la fabulosa y poderosa industria petrolera mundial en general y muy particularmente la de las Américas y los países agrupados en la OPEP, por ser Venezuela (donde está nuestra sede central) y Ecuador (donde tenemos una importante representación), países que históricamente han jugado un rol destacado dentro del cartel que vela por los intereses de las principales naciones exportadoras de crudos.

Nuestra visión ha sido darle cobertura de manera exclusiva a las informaciones, noticias y reportajes positivos, que agreguen valor y contribuyan con el conocimiento de nuestros lectores, anunciantes, relacionados, amigos y trabajadores. Hemos ejercido una función comunicacional ética, de mucho respeto y apego por las normas sagradas del periodismo universal. Esto lo afirmamos con humildad y mucho orgullo. Usted, querido lector, jamás ha encontrado en nuestras páginas algún escrito negativo. Preferimos ignorar ese tipo de información. Para Petroleum no existen. El papel y la tinta son muy costosos para desperdiciarlos en temas fútiles y la calidad y dignidad de nuestros lectores y anunciantes sólo merecen lo mejor.

Esta evocación de principios. Estas reflexiones vienen a cuenta por la situación de crisis en la que está inmersa la industria petrolera de nuestros días, la cual ya tiene visos de no ser una coyuntura pasajera y que, por el contrario, podríamos estar en la presencia de un fenómeno estructural, que obliga a replantearse la forma y el fondo de cómo hacer viable la explotación de los hidrocarburos y que desechemos a un lado la paciente, o impaciente, espera hasta que los precios vuelvan a recuperar su nivel de hace dos años.

Cuesta creer y aceptar que el petróleo ya dejó de ser la fuente de energía principal e insustituible con que cuenta la humanidad y que es cuestión de tiempo para que el mundo se reorganice y encuentre las formas de vivir sin necesidad de contar con los hidrocarburos como su principal fuente de energía o que los dirigentes de la industria logren entender y aceptar que la vigencia del preciado carburante va a depender que sea real y efectivamente abundante, seguro y barato.

Vale la pena recrearse en la evolución de ciertos negocios muy prósperos que dejaron de serlo porque el mundo cambió, principalmente en base al desarrollo tecnológico. Por ejemplo, el advenimiento del petróleo acabó, gracias a Dios, con la explotación masiva del aceite de ballena. El desarrollo del caucho sintético arruinó, gracias a Dios también, la explotación inhumana del caucho natural. Y algo poco conocido es que uno de los negocios más florecientes de su época fue el transporte por barcos de hielo natural, que se vino abajo con la invención de la máquina de fabricar hielo; no obstante, en Bolivia se explota todavía el hielo del Guasipungo, porque es más puro y duradero que el sintético.

Mientras tanto, las principales víctimas de la baja de los precios del petróleo son las empresas petroleras y de servicios, lo que ha originado el despido masivo de miles de personas, la reducción de sus inversiones y dividendos; originándose una situación que no está clara, con un futuro incierto y como consecuencia todo el sector que mueve esta magna empresa se ha preparado para lo peor.

El futuro del petróleo continúa en un limbo y su precio sigue sumido en una volatilidad afectada por las dudas sobre la economía mundial, la sobreoferta del mercado y los continuos rumores sobre un acuerdo entre los principales productores para reducir su producción. En general, el mercado se está preparando para un escenario de precios bajos por un largo período de tiempo.