La OPEP

Un ciclo que se cierra (I)


 

Jorge Zajia

Jorge Zajia Editor in Chief

El 14 de Septiembre de 1960, a orillas del legendario río Tigris en Bagdad, capital de Irak, se firmó el acuerdo que creó a la muy célebre y celebrada Organización de Países Exportadores de Petróleo. El acta constitutiva de la OPEP fue firmada por Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y Venezuela. Es un momento histórico que culmina gracias al esfuerzo de los ministros de petróleos, el saudita Abdulah Tariki y el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso; desde entonces reconocidos y bautizados como los padres de la OPEP.

El acuerdo se mantuvo en estricto secreto, ante el acecho de las llamadas Siete Hermanas, un temible cartel conformado por las petroleras más grandes del mundo, que en ese momento controlaban a su antojo y exagerado beneficio el mercado mundial del petróleo y cuyos tentáculos tenían penetrado los poderes públicos de las débiles naciones productoras del codiciado carburante, haciéndolas presa fácil de sus designios en aras de su actividad extractiva, depredadora y de máximo beneficio económico.

Así, casi de sorpresa, diez días después, el 24 de Septiembre del mismo año 1960, se publican en Bagdad, Caracas, Kuwait, Riyad y Teheran las resoluciones del tratado que establece a la OPEP, iniciándose el ciclo de un trato más justo para la riqueza fundamental de los países productores, la cual era vilmente explotado por las transnacionales del petróleo.

A los cinco países fundadores, se le fueron sumando en relativamente corto tiempo, Qatar, Libia, Indonesia, Abu Dhabi, Argelia, Nigeria, Ecuador y Gabón; y mas tarde Angola, Congo y Guinea. Entre los países productores de petróleo importantes, que no son miembros de la OPEP, se encuentran Estados Unidos, Rusia, Brasil, México y Colombia, entre otros.

La creación de la OPEP coadyuvó a que los países productores de petróleo, que además eran los mayores exportadores, iniciaran una escalada en los precios de los hidrocarburos para obtener una ganancia justa por la explotación y liquidación de un recurso valioso y perecedero, no renovable. Con ello pusieron punto final a la forma tradicional del mercado petrolero, que les imponía una relación de dependencia con las petroleras internacionales, que hasta ese momento manejaban a su antojo y propios intereses el negocio. En la práctica el cartel de la Siete Hermanas producían el petrolero y se lo vendían a sus propias filiales en ultramar, a un precio muy bajo para minimizar la carga impositiva con la que debían resarcir a los genuinos dueños del recurso.

Lo primero que los países productores hicieron para controlar esta situación que los convertía en víctimas inocentes de su destino, fue fijar un valor de referencia por el barril de petróleo, que era el precio mínimo sobre el cual las concesionarias debían calcular las obligaciones a pagarles: las regalías, impuestos y otras, independientemente del precio de realización o venta de los hidrocarburos.

Esta fórmula, junto con las modificaciones de los porcentajes de participación en el negocio para regular la actividad y poner orden en el régimen de explotación petrolera, fueron las primeras acciones que los países productores implementaron para tener una mayor participación en las beneficios de la explotación de sus recursos. Pero las naciones petroleras estaban conscientes de que esas fórmulas eran inaceptables, pues habían sentido muy fuerte el despojo y no estaban dispuestas a conformarse con que solo se regularan sus relaciones con las compañías.

Para satisfacer las justas aspiraciones de manejar con sus propias manos y tener el control de una riqueza que la Providencia les había prodigado con generosidad, los países del Medio Oriente, África y Venezuela emprendieron la tarea de “nacionalizar” su industria petrolera; una acción, que dicho sea de paso, inició en México cuando el presidente Lázaro Cárdenas realizó la “expropiación petrolera” del 18 de Marzo de 1938.

 

(Continuará…)