La era del petróleo


 

Jorge Zajia

Jorge Zajia | Editor in Chief

“La edad de piedra no se terminó porque se acaba­ron las piedras”. Esta manida frase se le atribuye a Ahmed Zaki Yamani (La Meca, 1930), quien du­rante un cuarto de siglo, de 1962 a 1987, copó la escena petrolera mundial; primero como Ministro de Petróleo del Reino de Arabia Saudita y luego como Presidente de Saudí Aramco, la empresa petrolera más grande del mundo, y Secretario General y Pre­sidente de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP.

El Jeque Zaki Yamani tuvo una gran influencia en el desarrollo de la industria petrolera de nuestros días y, gracias a la seguridad en sí mismo, a su talen­to para la estrategia y las negociaciones, contribuyó notablemente al aumento de los precios del petró­leo en 1973-1974, que convirtieron a Arabia Saudí, con el 30% de las reservas mundiales de petróleo probadas en ese momento, en una superpotencia económica.

Esa gran influencia la utilizó también para liderar las exigencias de los países de la OPEP en su propósito por lograr una mayor participación y el control ab­soluto de su industria petrolera. Eran otros tiempos y todavía subyace en nuestra memoria el recuerdo de las famosas “Siete Hermanas” (frase creada por Enrico Mattei para referirse a las compañías que monopolizaban el mercado mundial del petróleo: Exxon, Shell, BP, Mobil, Chevron, Gulf y Texaco), empresas que operaban como un cartel que mantenía muy bajos los pre­cios del oro negro y la consiguiente lucha tenaz de los países productores de petróleo para obtener un precio justo por su valioso recurso.

La creación de la OPEP en 1960 y la ola de nacionalizaciones que se concretaron -en su mayoría en la década de los 70´s-, son el resultado más visible de esa etapa de la historia. Vale la pena recordar la angustia que generó la creencia cierta del agotamiento dramático de las reservas mundiales de hidrocarburos (según el pronóstico de universidades e institutos de investigación y hasta de la propia agencia de inteligencia de Estados Uni­dos, la CIA), lo cual ocurriría apenas llegara el Siglo XXI; o sea en el lejano ya año 2000, lo que desper­tó la necesidad imperiosa de ahorrar y desarrollar fuentes alternas de energía.

El aumento sostenido de los precios de los hi­drocarburos -con una caída severa, pero coyuntu­ral a finales de los 90´s-, estimuló el desarrollo de nuevas tecnologías que han permitido monetizar reservas de petróleo y gas, que jamás se hubiesen podido desarrollar en un escenario de precios ba­jos. Los gigantes descubrimientos costafuera y, más recientemente, la producción de petróleo y gas de las formaciones no convencionales (lutitas), contribuyeron a una so­breoferta del preciado carburante y a que el mundo se sienta seguro de contar con una fuente de energía relativamente abundante, y realmente no tan bara­ta en aquel momento, pero accesible al bolsillo de la gran mayoría de los consumidores.

Estamos tratando de justificar y comprender la realidad del negocio petrolero en la actualidad, porque en el ambiente se percibe que ha habido una desaceleración de la febril actividad de exploración y producción de petróleo y gas, a la que existía un lustro atrás. Una caída brusca como la del ci­clos anterior de subida y bajada de los precios, , que es la con­secuencia directa de la pandemia del Covid 19, que ha generado una sobreoferta, combinada con un cambio sostenido, sutil e imper­ceptible, del patrón de consumo de energía.

La evolución de la humanidad es una constante vital. El progreso y desarrollo de nuevas y mejores formas de vida es indetenible. Esos nuevos estados del comportamiento humano, con una marcada influencia espiritual y filosófica, ajena en el pasado reciente, está signada por un ahorro y reducción del consu­mo de bienes y servicios. Si bien es creciente e inde­tenible la masa humana que se suma al consumo de energías “nobles”, bien vale la pena incorporar a la ecuación energética globa la reducción del consumo per cápita.

Es casi evidente que este consumo individual tiende hacia la baja. Hoy, por ejemplo se tiene más conciencia de la necesidad de ahorrar electricidad y gasolina. La alimentación, el vestuario y los bie­nes de consumo en general, se han optimizado.

Esta tesis puede parecer temeraria, pero ha­bría que conceptualizarla en un escenario distinto al pasado. La industria energética en general, y en particular la industria petrolera, han estado diseña­das para atender una demanda futura basada en la incorporación de mayor cantidad de personas con un patrón de consumo tal y como lo era hace muy poco tiempo, sin tomar en cuenta que, aunque el consumo de energía va a seguir en ascenso, lo va hacer a una tasa per capita menor que lo que ha sido hasta nuestros días.

En conclusión, a la luz de los grandes des­cubrimientos de hidrocarburos a nivel mundial, parafraseando al iluminado Jeque Yamani podemos decir “Que la era del petróleo no se va a terminar porque se acabe el petróleo”.