El Zumaque 1:

más que un pozo petrolero es un hito de la historia petrolera venezolana

Luis Vielma Lobo (*)


 

El día 31 de julio se celebraron 106 años desde que el pozo Zumaque 1 – ubicado en la región de Mene Grande, al oeste del Lago de Maracaibo, Venezuela –   comenzó su producción, dando inicio a la era petrolera comercial y colocando al país en el mapa energético mundial.

La década de 1850 a 1859 del siglo XIX ha sido considerada una “época de oro”, por los extraordinarios descubrimientos que se dieron en diferentes campos del quehacer cultural, económico, militar y político. Estos eventos sirvieron de semilla e impulso para el desarrollo de grandes iniciativas que se consolidaron durante el resto del siglo y se potenciaron en el siglo XX.

Esa década de oro fue un espacio histórico excepcional en muchos campos del saber cultural y tecnológico. Desde la primera presentación de la ópera La Traviata del italiano Giuseppe Verdi, en enero de 1853, pasando por la fiebre del oro californiana en el otoño de ese mismo año, el proyecto de unir el mar Rojo con el mar mediterráneo a través del canal de Suez en 1854; hasta la publicación del libro “El Origen de las Especies” de Charles Darwin, y la perforación del primer pozo petrolero en Estados Unidos en 1859, hecho que marcó la llegada del petróleo a la humanidad.

La perforación del primer pozo petrolero, que permitió el acceso a depósitos de hidrocarburos ubicados en el subsuelo, y la incorporación de la refinación para descubrir la riqueza orgánica y química que el petróleo tenía, fueron dos hitos que marcaron el nacimiento de la industria petrolera y el desarrollo de la industria de los hidrocarburos a nivel mundial; eventos históricos únicos, propulsores del crecimiento económico y social de la humanidad.

Los dos grandes productos derivados del petróleo a lo largo de la historia han sido los combustibles y los lubricantes. Los primeros, se fueron usando progresivamente para calentamiento, energía eléctrica, y para maquinarías y transporte. Los segundos, se convirtieron en insumos base para extender el ciclo de vida, en cualquier dispositivo o maquinaria que tenga movimiento. Adicionalmente, la incorporación de los procesos petroquímicos permitió obtener otros productos más refinados, que provienen del petróleo procesado; tales como los textiles y la materia prima de la industria de perfumes y cosméticos.

Pero ese descubrimiento de hidrocarburos en el subsuelo, hecho por el coronel Edwin Drake, en Titusville, Pensilvania, el 28 de abril de 1859, quien logró perforar en la tierra un pozo vertical y penetrar 70 pies – 22 metros – para lograrlo, probando que el petróleo no solo se encontraba en depósitos superficiales llamados “seepings”, en Estados Unidos; sino que también se encontraba en el subsuelo, en depósitos que no necesariamente podía fluir hacia la superficie.

Algunos años después la exploración permitió descubrir que esos “seepings”, eran un gran hallazgo para la ubicación de cuencas petrolíferas, y los mismos fueron clave en los descubrimientos que se harían en Venezuela, donde se denominarían “menes”, y en México, donde se llamarían “chapopotes” respetando las denominaciones indígenas de esos países.

La iniciativa de Drake introdujo una nueva tecnología para perforar un pozo en tierra usando el método de percusión para buscar petróleo en el subsuelo, siendo exitoso en su objetivo, encontrándolo y produciendo 25 barriles por día, lo que se convirtió en un descubrimiento comercial. Esos barriles utilizados para recoger el volumen de petróleo producido día a día por el pozo tenían una capacidad de 42 galones – 159 litros – y desde ese momento el barril se convirtió en la medida estándar a nivel mundial, para la medición y comercialización del petróleo producido.

Hoy en día el petróleo es recolectado y almacenado en tanques, transportado en ductos y barcos, especialmente construidos para ese propósito. Lejos estaba el coronel Drake de imaginar el impacto que la perforación y producción comercial de ese pozo iba a tener en el futuro del mundo.

En 1865, a solo 6 años de haberse perforado ese primer pozo, se produjeron 7 mil barriles por día de petróleo (mbpd) en Estados Unidos. En 1895 la producción mundial alcanzó los 284 mbpd, y en 1945 superó los 7 millones de barriles por día (MMbpd). En 1990 se produjeron 60 MMbpd a nivel global, y ya en el siglo XXI la demanda mundial supero los 90 MMbpd. De esa dimensión fue el descubrimiento del coronel Drake, un salto cuántico para el futuro energético de la humanidad.

Ese avance del desarrollo de la industria incentivó a mucha gente, empresarios y aventureros que pudieron apreciar que este “nuevo combustible” se convertiría en el oro del futuro, y así fue denominado como “oro negro” por la asombrosa velocidad que se comercializaba y se convertía como por arte de magia en múltiples productos de uso común, y de servicios demandados por una población, que migraba cada vez en mayor número, a las ciudades en pleno crecimiento industrial. Fueron esos emprendedores o aventureros, quienes salieron fuera de los Estados Unidos en la búsqueda del afamado mineral, migrando principalmente a Centro y Sudamérica a finales del siglo XIX, llegando hasta los confines de México y Venezuela.

Ese interés de inversionistas y empresas norteamericanas, que ya se especializaban en la exploración para la búsqueda de hidrocarburos y en la perforación de pozos para completar su producción, se concentró en Venezuela y México desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y hace que el desarrollo petrolero de ambos países sea muy parecido en hechos y pasajes históricos.

Ambos países al contemplar su panorama histórico, encontraron que la conformación geológica del subsuelo, los fósiles y micro organismos que dieron origen a esos hidrocarburos, durmieron en el seno de la tierra millones de años, ignorados, dándoles tiempo suficiente para su evolución orgánica y conversión.

Mientras en la superficie ocurrían migraciones de indígenas y los conquistadores buscaban desesperadamente las riquezas de El Dorado, se fundaban pueblos, se encendían guerras, nacían y morían hombres, surgían y caían caudillos, se hablaba de progreso y de atraso, los hidrocarburos estaban dormidos en el seno de la tierra, como una promesa de valor o una amenaza a la humanidad.

Y entonces, la segunda mitad del siglo XIX trae esas grandes transformaciones técnicas y económicas, que dan a los hidrocarburos varios empleos o usos distintos, con la incorporación de los motores de combustión interna, y el uso de diésel en las máquinas que propulsaban los barcos.

Este periodo de transformación de la humanidad tiene un dramático reflejo en las dos naciones que ya venían transitando sus primeras experiencias en el devenir petrolero. El petróleo – que dormía ignorado en el subsuelo de Venezuela, entonces un país rural, pintoresco, dominado por una economía de hacienda y soportado por manos esclavas – apareció de repente, irrumpiendo en ese país que se asombraba con su desproporcionada presencia.

Ya en el periodo de la conquista, – 1500 a 1530 – las emanaciones naturales de hidrocarburos en Venezuela y México impresionaban a los españoles, descubriendo estos, que los nativos usaban esas sustancias con propósitos medicinales, en la construcción y reparación de sus canoas, en iluminación, y para preparar sus arcos y flechas. En 1539 se realizó la primera exportación de petróleo que la historia ha documentado, cuando un barril de petróleo venezolano, recogido de uno de esos menes, fue enviado a España como donación medicinal para aliviar el mal de gota sufrido por el rey Carlos V.

Esa década de oro que cerró en 1859 con el pozo del coronel Drake, fue también intensa en actividades asociadas al entendimiento de la geología venezolana, y los orígenes de los depósitos superficiales de petróleo o “menes”. En 1854 se otorga la primera concesión para explotar el asfalto de los menes. También se desarrolla una intensa actividad “exploratoria” en la búsqueda de más depósitos en las regiones occidental y oriental. Estos esfuerzos permitieron descubrir nuevos depósitos en los estados Monagas, área de Guanoco, Altagracia en el estado Zulia y La Alquitrana, Rubio, en el estado Táchira de los andes venezolanos.

Las últimas dos décadas del siglo XIX permitieron al país disponer de una ley de minas y ampliar las concesiones a personas y empresas y seguir confirmando la gran potencialidad de hidrocarburos del país, lo cual atrajo la atención de inversionistas ingleses y norteamericanos, quienes lograron permisos para la explotación de los depósitos de asfalto en la isla de Pedernales en el oriente del país, y en el área de Guanoco al noreste de Maturín, en el estado Monagas.

Los conocimientos geológicos del subsuelo del país en esos años eran muy escasos, y no existían mapas fidedignos de las diferentes regiones de interés para esos primeros aventureros o inversionistas. Eran regiones selváticas, de áspera vegetación que cubrían superficies anegadizas, con escasa población, que sufría las inclemencias del paludismo endémico.

En 1910 se iniciaba una nueva etapa política en el país con la presidencia del general Juan Vicente Gómez, la cual potenció las inversiones y el riesgo de esos pioneros que llegaron a Venezuela. Así se fundaron las primeras compañías para explorar. En 1912, la Compañía General Asphalt, inició un ambicioso programa de estudios de prospección petrolífera, con nuevas bases científicas, en cuencas del país y seleccionó 87 lotes para explorar y proponer la perforación de un pozo exploratorio, en el sitio denominado Zumaque, en la región de Mene Grande en el estado Zulia.

Así es que el 12 de enero de 1914, comienza la perforación del pozo exploratorio Zumaque 1, el cual fue completado el 15 de abril, y el 31 de Julio comienza su producción comercial, inicialmente con unos 250 barriles por día, estimulando el desarrollo del campo Mene Grande, que sirvió de base para la construcción de la primera refinería en Venezuela – Refinería San Lorenzo – en Agosto de 1917, y potenciando la exploración en la costa este – denominada costa Bolívar con el tiempo – y cuyo desarrollo conlleva al descubrimiento del campo Santa Bárbara en 1918, y Los Barrosos en 1922.

El año de 1922 cierra una primera etapa de consolidación de Venezuela como emporio petrolero de la época, cuando la Caribbean Petroleum incorpora los dos primeros buques – tanques con bandera venezolana, y luego el 14 de diciembre de ese año ocurre el reventón del pozo Los Barrosos 2, al llegar a una profundidad de 500 metros, fluyendo sin control más de 100 mil barriles diarios, por 9 días, hasta que el mismo pozo se auto controló. La producción acumulada en las áreas cercanas al pozo se estimó en unos 150 mil barriles.

Este espectacular evento confirmó a Venezuela y al mundo la presencia de la riqueza petrolera e impulsó la imagen de Venezuela como potencia petrolera a nivel mundial, dando inicio a una era única, inédita de desarrollo del país.

Las generaciones de los años 50 y 60 fueron dignos representantes de la evolución del país, y de esa transformación de país rural en país urbano, citadino con importantes avances en la industria y la educación. Las compañías petroleras internacionales desarrollaron un notable esfuerzo para apoyar el desarrollo de las regiones donde desarrollaban sus operaciones. Una de esas semillas de educación fue la creación de las escuelas artesanales en la población de Cabimas, en la Costa Bolívar del Lago de Maracaibo, ciudad que dio un salto gigantesco, de pueblo con senderos de tierra como vías principales de comunicación, a centro del desarrollo petrolero del occidente del país.

Fue allí en esa Costa Bolívar y en las aguas muy someras del Lago de Maracaibo donde se desarrolló la mayor actividad petrolera que impulsó el crecimiento poblacional de la zona, haciendo converger en la industria gente de los cuatro puntos cardinales del país. Una visita a cualquier equipo de perforación en tierra o agua era una experiencia única solamente para escuchar los diferentes acentos del leguaje venezolano, muy acorde con los gentilicios regionales de los trabajadores, que con el tiempo fueron creando un muy particular lenguaje petrolero.

Ya hacia la década de los años 50 Venezuela producía más de 1.5 MMPD y en la década de los 60 superó los 3 MMBPD y al momento de la nacionalización de la industria en el año 1975, la producción se ubicaba en alrededor de 2.5 MMBPD. La creación de la compañía nacional Petróleos de Venezuela como una casa matriz y la transición de las empresas privadas extranjeras a empresas subsidiarias de la casa matriz nacional, ocurrió ese mismo año, siguiendo un protocolo que fue considerado una práctica de transformación de la industria a nivel internacional.

Esa transición permitió a Petróleos de Venezuela, mantener el capital intelectual que se había formado en las empresas internacionales, incluyendo cuadros directivos. También se heredaron convenios tecnológicos que facilitaron programas para desarrollar técnicos, especialistas y operadores, nueva mano de obra tan necesaria para los planes de desarrollo ya establecidos por la empresa nacional.

El reto inmediato de la naciente empresa era el de explorar y descubrir nuevas reservas, incrementar el esfuerzo en explotación y fortalecer la producción de crudos con tecnologías de inyección de vapor para acelerar la recuperación de los crudos pesados, que despuntaban como la base de los recursos petrolíferos del país. Otro desafío era intensificar la exploración de la zona aledaña al río Orinoco que atravesaba los estados Delta Amacuro, Monagas, Bolívar, Anzoátegui y Guárico, conocida como la Faja Petrolífera del Orinoco, algunos años después.

Ese esfuerzo exploratorio dio sus resultados al corroborar la existencia de esa franja de más de 700 kms de longitud y 100 kms promedio de amplitud, la cual se convirtió en la década de los 80 y hasta el año 98 en la base de desarrollo más grande que tuvo el país. Esta franja se conoció a nivel mundial como la Faja del Orinoco y fue convertida por la empresa nacional, primero en un gran laboratorio de campo, donde, conjuntamente con el centro de tecnología petrolera nacional – INTEVEP – se crearon y evaluaron innumerables tecnologías, que todavía siguen siendo mejores prácticas en aquellos países y regiones con grandes reservas de crudos extra pesados o bitumen.

Allí, en esa faja se descubrieron recursos prospectivos que superaban los 3000 MMB que significaron reservas adicionales del orden de los 300 MMB, considerando factores de recuperación del orden del 10% solamente. Ya para el año 2000 los factores de recuperación de la faja habían superado el 20%, lo que significaba para el país reservas suficientes para desplazar a Arabia Saudita del primer lugar de reservas en el mundo.

Independientemente de la destrucción que ha ocurrido en el país, allí están disponibles esos recursos de la faja, además de otras provincias petroleras que permitirán que, en algún momento en el tiempo cercano, las generaciones de los años 80 y 90, y los ahora millennials, puedan desarrollar ese verdadero tesoro.

Para ese momento los adelantos tecnológicos permitirán que esos hidrocarburos extra pesados puedan competir en diferentes mercados con energías alternas, pues existirán los procesos para asegurar una baja generación de carbono al ambiente, y una contaminación marginal para poder ser parte de esa base de recursos sustentables que permitirá la reconstrucción del país.

Por ello, nunca debemos olvidar que todos lo ocurrido en la historia petrolera de Venezuela, se debe al esfuerzo de aquellos pioneros, que hicieron posible el descubrimiento y la perforación del Pozo Zumaque 1. De allí este reconocimiento a la importancia de ese hito histórico, que abrió el camino a la consolidación y modernización de un pequeño país – en densidad poblacional – pero grande, inmenso, en riquezas naturales y en espíritu de superación de su gente, hoy ciudadanos del mundo, como consecuencia de la diáspora creada por una absurda revolución, que ha significado la destrucción del país, después de 20 años.

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Luis Vielma

(*) Luis Vielma Lobo, reside actualmente en México. Es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y Presidente de la Fundación Chapopote, miembro de la Amertican Society of Mechanical Engineers ASME, miembro y Ex Director del Board of the Society of Petroleum Engineers SPE, miembro del Colegio de Ingenieros Petroleros de México CIPM, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de varios libros, entre ellos:. “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).