Dilemas éticos de la tragedia venezolana

La tragedia material tiene una raíz ética y espiritual


 

Gustavo Coronel, geólogo venezolano

Russworth Kidder fue el fundador y  presidente del Instituto de Ética Global, hoy con sede en Wisconsin, USA. Su importante libro, “Moral Courage”, versa sobre los dilemas morales que el hombre debe enfrentar a fin de vivir su vida con integridad, de acuerdo a sus valores y principios. Pienso que estos dilemas son importantes para analizar la trágica situación venezolana y sus posibles soluciones.

La tragedia venezolana de los últimos 20 años es de una enorme dimensión material pero, aún peor, de una catastrófica dimensión espiritual y ética. Pienso que esta dimensión ética y espiritual de la tragedia ha sido, hasta ahora, subordinada a su dimensión material. En efecto, lo que ha predominado han sido  análisis y recomendaciones sobre los aspectos políticos, económicos y sociales de la tragedia. Se ha hablado extensamente del colapso de la industria petrolera, de la liquidación del 70% de las empresas privadas existentes a la llegada del chavismo, de la fragmentación del universo –político, de la muerte de la libertad y de la democracia, de la diáspora masiva,  del hambre predominante entre los venezolanos y de la ruina de los sectores de la salud, de la educación y de la infraestructura.

Con la excepción de valiosos planteamientos de tipo ético y de buena ciudadanía por parte de algunos grandes venezolanos como Luis Ugalde, Francisco Kerdel Vegas, María Corina Machado, Rafael Muci Mendoza, Rodolfo Izaguirre, Tamara Suju, Ovidio Pérez Morales y el inolvidable Antonio Pasquali,  (pido excusas por no recordarlos a todos) es poco lo que leemos sobre la dimensión ética de la tragedia venezolana.

La atención dentro y fuera de Venezuela se ha dirigido a ofrecer recomendaciones para remediar los aspectos materiales de la tragedia. Entre estas recomendaciones ha sido frecuente la de negociar una salida “pacífica” con el régimen dictatorial. Algunos compatriotas lo han hecho de buena fe, otros como maniobra para avanzar sus agendas personales, los unos y los otros están plenamente identificados. Muchas de las recomendaciones han llegado a sugerir transacciones  que nos conduzcan a alguna transición rápida, la cual  pueda poner al país en el camino de su recuperación material, aun cuando esa transacción llegara hasta a garantizar  a los miembros del régimen culpable de la tragedia una salida esencialmente impune, al compararla con la magnitud de su culpa. En abono de sus recomendaciones han argumentado que esa es la manera como se ha efectuado la transición de dictadura a democracia en otros países y que Venezuela haría bien en seguir por ese camino.  Los promotores de esta solución critican con frecuencia  a quienes difieren de esta recomendación, atribuyéndoles deseos de violencia propios de radicales y extremistas.

Creo  necesario que los venezolanos también veamos nuestra tragedia y su eventual solución desde el punto de vista ético y espiritual, reflexionando sobre los dilemas básicos de este tipo que se presentan a los venezolanos de hoy. Estos  dilemas, planteados de manera general en el libro de Kidder arriba mencionado, pueden ser utilizados para analizar el caso venezolano

DILEMA DEL LARGO PLAZO VERSUS EL CORTO PLAZO

Este dilema nos lleva a pensar si lo que deseamos para Venezuela es una solución rápida, urgente de la tragedia, la cual tenga el riesgo de ser de naturaleza temporal o si, por el contrario, lo que es realmente importante es una solución de largo plazo, de naturaleza permanente. Por supuesto que todos deseamos ver un mañana venezolano libre de miserias, crimen y corrupción pero ese mañana no debería ser comprado al muy alto precio de entregar valores y principios que nos deben ser sagrados.  Creo que la negociación y la transacción con el régimen chavista nos daría una solución a corto plazo, de naturaleza temporal, una ilusión de que hemos ganado la guerra cuando solo podríamos haber ganado una tregua incierta. Al incluir garantías y concesiones a los miembros del régimen estaríamos dando una horrible lección cívica a nuestro pueblo. Le estaríamos diciendo: “El crimen si paga”. Y, como se aprende con el ejemplo, ello podría ser una puerta abierta para que dentro de varios años asistamos a una repetición de la tragedia, ya que los criminales habrán salido impunes y envalentonados, con sus bolsillos llenos de dinero del pueblo y sus manos llenas de sangre, después de cometer sus horribles crímenes. Se cometería un nuevo y horroroso crimen con quienes dieron hasta sus vidas por actuar con decencia e integridad.

La conducta correcta de Venezuela debe ser la búsqueda de soluciones permanentes, que nos permitan crear una sociedad honesta, que no contengan incentivos para desviarse de sus principios y valores. Quienes hoy nos remiten a lo sucedido en España, Chile o África del Sur para justificar sus argumentos a favor de la transacción no están viendo con la debida atención la actual crisis política y social de África del Sur,  el torbellino social que emerge en Chile, el desenterramiento de Franco, indicios de que lo que se hace en búsqueda de una solución rápida frecuentemente  equivale a barrer basura debajo de la alfombra para posponer el problema pero no para solucionarlo de raíz.

DILEMA DEL BIENESTAR DE GRUPOS VERSUS EL BIENESTAR DE LA NACIÓN

La sociedad venezolana de hoy exhibe una profunda asimetría: pequeños grupos de boliburgueses repletos de riqueza, viviendo de una manera obscena, sin disimulo, exhibiendo su mal gusto de nuevos ricos chavistas/maduristas, podridos moralmente, mientras  una gran masa de venezolanos pasa hambre, muere sin asistencia médica y sufre los rigores del caos social imperante en un país en poder del hampa. Los arreglos que se están gestando hoy entre el régimen gansteril y algunos grupos de políticos con afán de notoriedad no están dirigidos a resolver el problema de las grandes mayorías sino a solidificar el predominio de los grupos de vida obscena mediante la rendición ética de venezolanos quienes otrora fueran buenos ciudadanos, hoy entregando sus principios y valores para sumarse a quienes viven bien o de oportunistas quienes aprovechan las circunstancias para hacer avanzar sus agendas personales

La ética exige principios basados en la obtención de la mayor felicidad posible para el mayor número posible de ciudadanos. Una solución de naturaleza permanente para la Nación venezolana no puede estar basada en convenios que solo beneficien a grupos tribales, manteniendo al resto en igual o peor situación. En África del Sur el fin del Apartheid, con todo lo maravilloso de ese paso en el plano conceptual, no ha resultado en una mejora de la situación para las mayorías surafricanas. 25 años después la Nación sigue inmersa en la desigualdad, la pobreza, la violencia y la corrupción. A los viejos problemas de la era colonial se han sumado nuevas aflicciones generadas por las maneras de hacer política de la nueva clase dominante.

DILEMA DE UNA SOCIEDAD BASADA EN LA VERDAD VERSUS UNA SOCIEDAD BASADA EN LEALTADES TRIBALES

En la Venezuela de estos últimos 20 años hemos visto como un hombre, Hugo Chávez, comenzó a predicar la mentira, el odio, la violencia, basado en su carisma y en el poder de repartición de grandes sumas de dinero a las masas a cambio de lealtades tribales. Esa combinación de extorsión con limosnas y mentiras prostituyó al pueblo de tal manera que grandes sectores de la población le perdonaron todos sus excesos y dejaron de pensar en la importancia de la verdad. Hoy en día, el astigmatismo ideológico sembrado por el chavismo sobrevive en enclaves tales como APORREA. Allí  todavía podemos leer docenas de escritos que hablan de una Venezuela inexistente, en la cual ha vencido una revolución, el pueblo está feliz y el mundo entero camina alborozado hacia el socialismo. Uno lee, por ejemplo, a José Sant-Roz, quien habla de una Mérida sin agua, sin gasolina, sin comida, sin electricidad pero “decidida a vencer a los gringos”, ver: https://www.aporrea.org/regionales/a283990.html, y puede apreciar en su justa dimensión la magnitud de la ilusión en la cual vive esa Venezuela.

La tragedia venezolana tendrá que superar a través de la educación ciudadana ese gravísimo problema de una gran masa de habitantes viviendo en la mentira, incapaz de enfrentar la verdad por culpa de la ignorancia o de la cobardía.

DILEMA DE LA JUSTICIA VERSUS EL BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Si Venezuela se decide por la solución de corto plazo, ello conduciría al borrón y cuenta nueva, al perdón y la impunidad para los crímenes que gente ya bien identificada ha llevado a cabo en contra de la Nación venezolana. Existen fuertes señales de que esa tendencia al perdón de lo que es imperdonable progresa en sectores de la sociedad venezolana. Lo cierto es que algunos de los culpables, quienes de manera estratégica han saltado de la nave madurista a fin de lucir hoy como héroes ciudadanos, aparecen hoy tratados con tolerancia y se les da cancha amplia, personas como: Luisa Ortega, Hugo Carvajal, algunos generales narcos quienes han roto con Maduro, Rafael Ramírez (hasta con pretensiones presidenciales) y Henri Falcón (nadando entre dos aguas, marisco y molusco). Abogando por entendimientos hay además, un creciente grupo de anfibios moralmente invertebrados quienes se arrastran por las tierras chavistas y nadan en las aguas de la oposición

El borrón y cuenta nueva sería una pésima lección cívica para el pueblo. Cuando la justicia desaparece aflora la venganza.

Terrible para nuestra Venezuela es la pérdida material pero peor será la pérdida del alma. Esta es la verdadera magnitud de nuestra tragedia.

Publicado por Gustavo Coronel