Sep 14, 2022

De Washington DC a Sabana del Medio:

dos versiones del desarrollo

Décimo octavo viaje a Serendipia

Por Gustavo Coronel


 

Durante unos seis años, 1983-1989, llevé a cabo en el Banco Interamericano de Desarrollo, basado en Washington DC, una labor de especialista en Hidrocarburos, encargado de evaluar los proyectos que los países miembros le presentaban al banco. En base a estas evaluaciones, el banco accedía o no a financiarlos y prestaba su apoyo para mejorar el proyecto en consideración.  Después de recibir la petición de financiamiento, el banco designaba una primera “misión” o visita al país en cuestión, a fin de revisar el proyecto desde diversos ángulos: económico, social, técnico e impacto ambiental.

Durante los primeros tres o cuatro años esta fue, para mí, una asignación de ensueño. Viajaba a los diversos países de la región, conociéndolos frecuentemente por primera vez. Casi siempre los proyectos eran de poca complejidad técnica para quien, como yo, traía la experiencia técnica y gerencial obtenida en una industria petrolera gigante, como la venezolana.  Por ejemplo, ir a Bolivia a tratar de elevar la producción de gas natural era como hacer cirugía infantil para quien estaba acostumbrado a los grandes yacimientos de petróleo y gas venezolanos.

A medida que continué evaluando proyectos de hidrocarburos en países como Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Guyana, El Salvador o Paraguay, me fui dando cuenta que la actividad presentaba obstáculos importantes para ser llevada a cabo con eficiencia. Algunos de ellos eran de naturaleza política, otros derivados de las actitudes predominantes en nuestros países.

 Conflictos de interés

Algo que pudiese catalogarse como conflicto de interés era la necesidad que tenía el banco de hacer cada vez más préstamos, a fin de justificar su existencia ante los países donantes de capital. La cantidad de préstamos se convertía en un índice de eficiencia del banco. Ello llevaba a la tentación, por parte del banco, de promover préstamos que no eran prioritarios para los países, es decir, “vender” al país la idea, e inclusive, contribuir a elaborarles el proyecto. Aunque, en mi especialidad de los hidrocarburos, este riesgo era de muy baja magnitud, en áreas de mayor actividad la tentación era mucho mayor y rendirse a ello derrotaba la definición de desarrollo que era la bandera del organismo.

Pobre continuidad de gestión

Con mucha frecuencia encontraba nuevas caras como interlocutores en una segunda misión. Peor aún, cada nuevo funcionario tenía casi siempre nuevas ideas sobre lo que debía hacerse, lo cual retrasaba y encarecía el proyecto.

La ejecución  

Una vez que el préstamo era aprobado debía someterse a un proceso de seguimiento que garantizase la mayor eficiencia posible en su ejecución. En esta etapa del proceso podía observar las mayores fallas: pobre comunicación, licitaciones defectuosas, poca transparencia.

En una de mis misiones a un país de la región viajé en la línea aérea bandera del país. A bordo también iba el ministro de finanzas que había estado en el banco gestionando un préstamo de emergencia para su país agobiado por deudas. Mientras estuvo en Washington ese ministro se había alojado en un hotel cinco estrellas de la ciudad de Washington DC y llegaba a nuestra sede todos los días en una “limousine” de 10 metros de largo, con chofer, quien lo esperaba pacientemente en la puerta mientras él estaba en sus reuniones. En el viaje de regreso él iba en primera clase mientras yo, funcionario del banco que prestaba el dinero, viajaba en clase turista. De repente esto me pareció simbólico de lo absurdo de esta relación entre burócratas del banco y de los países. Este funcionario vivía muy bien debido, paradójicamente, a los graves problemas sociales de su país. Yo también vivía muy bien en Washington DC, desempeñando una especie de papel de actor de reparto en lo que parecía ser una tragicomedia. Aunque el banco llevaba a cabo una labor de desarrollo que – en la balanza – era positiva, advertí que esta labor era ineficiente y dispendiosa debido a una indeseable burocracia de lado y lado que había adquirido vida propia.

Por ello decidí fugarme de la jaula de oro que era el banco y regresar a Venezuela, a tratar de desarrollarla, no ya desde Washington DC, sino en el terreno, de cara a cara con la gente.

De Washington DC a Sabana del Medio, Estado Carabobo

Regresé a Venezuela a inicios de la década de 1990 y me fui a vivir en el campo, en una zona semi-rural, al oeste de Valencia, a tratar de probar que un “campesino” venezolano podía vivir tan bien como un habitante de la ciudad, tal como es el caso en los países desarrollados. En Suiza o en USA no existen campesinos, en el sentido de abandono e indefensión que este apelativo posee en nuestros países latinoamericanos, sino ciudadanos de ciudad y ciudadanos del campo con una calidad de vida similar. Llegar a esto en Venezuela era, y continúa siendo, uno de los grandes objetivos del verdadero desarrollo. A eso fue a lo que fui.

Al llegar fundé una ONG llamada AGRUPACION PRO-CALIDAD DE VIDA, la cual desarrolló tres líneas de acción que veía como fundamentales para el desarrollo venezolano: Lucha contra la corrupción, la promoción del liderazgo en las comunidades y un programa de educación ciudadana en las escuelas públicas del país.  La idea central era la de promover la creación de una nación de buenos ciudadanos activos, tanto en la ciudad como en el campo.

Una intensa experiencia

Tendría que escribir un libro para narrar los detalles de mi experiencia tratando de desarrollar el país en el terreno, haciendo estrecho contacto con la gente. Junto con un grupo de entusiastas colaboradores, el cual nunca fue mucho mayor de unas 30 personas*,  llevamos a cabo talleres anti-corrupción para unas 12000 personas, en Venezuela y, luego, a pedido de otros países, en Panamá, Ecuador, Paraguay y Bolivia; programas de promoción del liderazgo en pequeñas comunidades de Carabobo, Falcón y Miranda y un programa de Educación Ciudadana para niños venezolanos en las escuelas públicas primarias, el cual llegó a tener unos 15.000 niños y unos 100 tutores, jóvenes universitarios de la UCAB y de la UCV entrenados por nosotros.

En paralelo, mi vida en Sabana del Medio se convirtió en un laboratorio del desarrollo. Nombrado presidente de la asociación de parceleros, nos dimos a la tarea de establecer un sistema de distribución equitativa de agua para las parcelas, mejorar el servicio eléctrico en la zona, proponerle al pueblo adyacente, Barrera, algunas opciones (fallidas) de desarrollo económico (por ejemplo, una feria del mango) y, en general, por ayudar a la comunidad a pensar en términos ciudadanos. Por diez años tuve mi residencia principal en Sabana del Medio, tratando de vivir allí como ciudadano del campo, en una parcela de casi una hectárea en la cual sembramos unos 600 árboles frutales y construimos nuestra casa.

Sin embargo, en 1999 Venezuela cambió con la llegada del chavismo al poder. Pro Calidad de Vida no sobrevivió a su asalto. Sabana del Medio apenas pudo sobrevivir el intento de Adán Chávez, quien manejaba el Instituto de Tierras, de quitarnos las parcelas. En 2003 me fui de Venezuela, ya para no retornar mientras en el país no exista un gobierno libre y democrático.  En el umbral de mis 90 años, esa posibilidad es pequeña.

¿Desarrollé algo? ¿Cambié a mi país positivamente de manera significativa? Lo dudo.  A título personal experimenté, en paralelo, un empobrecimiento material y un enriquecimiento espiritual. En los 14 años que estuve en Venezuela, 1989- 2003, tratando de “cambiar” al país no me aburrí un solo instante y es posible que pueda haber plantado una que otra semilla. Descubrí que en los estratos sociales/económicos más modestos de mi país, lo que puede denominarse la clase media baja, existe un formidable reservorio ciudadano, hasta más poderoso que en la clase media alta, el cual es un estrato social con actitudes ciudadanas bastante reblandecidas por la riqueza petrolera. Ese inmenso grupo social generalmente posee genuinas aspiraciones de progreso y está a la espera que un nuevo liderazgo modernizante y vigorosamente ciudadano que los lleve a su realización.

Seguimos en la batalla.

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* Elita Graterol, Alejandro Fernández, Marcos Marín, Marcos Naranjo, Guillermo Ariza, Milagros Pérez, Mélida Colmenares (nuestra gerente), Vanessa Colmenares, Lisette Álvarez, Leslie Álvarez, Yeisi Mata Pérez, Ángel Flores, Antonio Donado, Luis Augusto Colmenares, Mileidy de Pérez, Mapy Tudela, Carolina Jaime, Carmen de Navarro, Alberto Morón, Cecilia Contreras, Alberto Quirós Corradi, Héctor Riquezes, Erick Contag, Richard Bailey, Elodia Santiago, Alfredo Gruber, Eddie Ramírez….

Sé que hay otros maravillosos amigos y amigas quienes se me olvidan.

Publicado por Gustavo Coronel