De cara al 2021
Eduardo J. Betancourt*
Diciembre 2020


  • Si no vemos luz al final del túnel, ¿Es una razón de peso para no seguir avanzando, aún en la oscuridad?
  • ¿Qué enseñanzas podemos aprender de quienes han pasado por crisis tan profundas como la nuestra?
  • ¿Cómo manejar la situación actual?

Ya es un lugar común decir que el 2020 ha sido un mal año y cifrar nuestras esperanzas en que el 2021 será totalmente diferente. En lo que a Venezuela se refiere confieso que son cada vez más las personas que me preguntan si creo que vale la pena todo el esfuerzo de elaboración de planes para la reconstrucción de la industria petrolera, que ha venido haciendo un grupo importante de profesionales, principalmente salidos de la “PDVSA azul” aunque con valiosas contribuciones de otros colaboradores, cuando no existe ninguna claridad de cuándo, ni cómo, podremos salir de la dictadura actual, requisito indispensable para lograr cualquier reconstrucción.

En otras palabras, que no se ve luz al final del túnel. ¿Pero será eso una razón de peso para no seguir avanzando, aún en la oscuridad? Aprovechando esta pausa navideña, revisé algunos artículos que escribí hace ya varios años y encontré uno donde me refería a la planificación en tiempos de crisis. Eso me motivó a redactar estas notas tomando algunas ideas de aquel artículo.

Indudablemente Venezuela vive una crisis prolongada, mucho más de lo que todos desearíamos. Pero aunque todos hemos leído el origen de la palabra crisis, creí conveniente refrescarlo por aquello de que “hay cosas que por sabidas se callan y por calladas se olvidan”.

Una de ellas es que la palabra crisis viene del griego “crisis” que quiere decir momento o punto decisivo y eso a su vez viene del indo europeo “skeri” que quiere decir cortar, separar. La crisis es una disrupción, o ruptura de un equilibrio importante, que ocurre en el orden establecido, ya sea para mejorar o para empeorar. Es por eso que cuando se escribe la palabra crisis en chino se escribe con unos caracteres cuya parte superior significa amenaza, pero la parte inferior significa oportunidad.

Alguien dijo que no es la experiencia lo que nos enseña, sino la reflexión sobre la experiencia. Con el tiempo he aprendido que frente un problema importante es valioso acudir a quienes han pasado por experiencias de ese tipo y han reflexionado sobre las mismas. En casos como el de Venezuela mi autor favorito es Víctor Frankl, un eminente psiquiatra vienés que vivió lo que era una crisis en carne propia, ya que fue prisionero en el peor campo de concentración nazi, Auschwitz, durante tres años. Frankl afortunadamente sobrevivió y murió a los noventa y dos años. Durante su vida dio importantes contribuciones en el campo de la psicología y es reconocido, junto con Freud y Adler, como uno de los tres máximos exponentes de las escuelas de psicología y siquiatría vienesas ¿Qué aprendizajes sobre las crisis podemos usar de las enseñanzas que nos dejó Frankl?

Una crisis tiene varias etapas. La primera es la de “shock”. Esta etapa tiene dos fases, la de incredulidad, donde no podemos concebir lo que nos está ocurriendo, seguida por la fase de aceptación. Después viene la segunda etapa, que es la más severa, por qué es la de incertidumbre. En esa etapa oscilamos en varios estadios: uno es la ilusión, donde creemos que todo se va arreglar favorablemente. Al ver que no ocurre pasamos por la apatía, donde no nos importa nada, o al fatalismo, donde vemos todo oscuro y pensamos que no hay soluciones, para luego regresar a alguno de los estadios previos.

Por último viene la tercera etapa que es el desenlace, y éste puede ser positivo o negativo, y muchas veces tiene poco que ver con los sucesos que hayan ocurrido durante la crisis, y más con la manera como nosotros la hemos afrontado. Para que el desenlace sea positivo, sin
importar los acontecimientos que hayan ocurrido, necesitamos derivar un aprendizaje de la crisis, que puede ser muy útil en lo personal, en lo organizacional, y para el país.

Las crisis despiertan emociones y comportamientos. En la etapa de shock, la primera emoción que surge es de rabia, no podemos entender que eso nos esté ocurriendo a nosotros, y reaccionamos con ira. Después viene la fase de culpa, donde nos sentimos responsables de haber hecho algo, o de haberlo dejado de hacer. A esta fase le sigue un sentimiento de indefensión, donde nos preguntamos en “y que va a ser, ahora, de nosotros”.

En la etapa de incertidumbre, viene una fase de lo que Frankl denomina “existencia provisional”. Esta fase se caracteriza por vivir al día y esperar los acontecimientos, y en la
misma aparecen emociones, sentimientos, pensamientos y conductas como el pesimismo, las creencias mágicas (la persona cree que las cosas se arreglarán porque un astrólogo se lo dijo), el “borreguismo” (actuar como borregos), los fanatismos, y otras más, producto de la incertidumbre. En la etapa de desenlace puede venir una gran euforia, si el desenlace es considerado positivo, muchas veces acompañada de deformidad moral, que se caracteriza porque las personas hacen cosas que atentan contra sus propios principios morales y constituyen un desahogo a la situación que han vivido previamente. Si por el contrario el desenlace se considera negativo, vienen sentimientos de amargura y desilusión.

En los momentos que vive Venezuela podemos ver como diferentes grupos de personas están experimentando diversas emociones y viviendo diferentes etapas y fases de la crisis. Los chat en las redes sociales lo reflejan día a día y muchas veces no comprendemos a muchas de estas personas y tendemos a descalificarlas. Sin embargo, si queremos buscar una verdadera unidad, que posibilite acciones efectivas, debemos entender los estados emocionales de los otros y buscar la forma de superarlos. Eso igualmente aplica a nosotros mismos cuando tendemos a deprimirnos.

También aquí podemos aprender mucho de Frankl. Su manera de sobrevivir al campo de concentración fue estudiar la psicología de los prisioneros de guerra e imaginarse a sí mismo dictando posteriormente una conferencia, en un auditorio repleto de estudiantes, explicando cómo sobrevivir al terror de un campo de concentración. Decía que “el hombre sólo puede vivir mirando al futuro, y esto puede ser su salvación, aunque algunas veces deba forzar su mente para hacerlo”.

Hasta los más pesimistas en estos momentos presienten que estamos próximos a un desenlace, donde, como alguien me decía recientemente, están por colidir lo imposible con lo inevitable. Si ahora decidimos pensar racionalmente, superando nuestros estados emocionales, tenemos la oportunidad de visualizar posibilidades a futuro. Esto supone un cambio de actitud y una acción productiva en nuestras áreas de influencia, y quien dice que en unos años no podamos estar explicándole a nuestros nietos como pudimos sobrevivir y cambiar la situación que hoy vive nuestro país.

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* Eduardo J. Betancourt es Ingeniero Mecánico (UCV) y Abogado (UCV), con Maestría en Ingeniería de Petróleos (LUZ) y Especializaciones en Derecho Internacional Económico y de la Integración (UCV), y en Desarrollo Organizacional (UCAB). Trabajó en la Industria Petrolera durante 35 años, en las Compañía Shell de Venezuela y PDVSA, donde formó parte de su nómina ejecutiva. Ha sido profesor de postgrado en las áreas de Planificación Estratégica, Reestructuración y Optimización Operacional y Gestión Estratégica de Capital Humano, en la Universidad Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Simón Bolívar. Desde el año 2000, fecha de su retiro de PDVSA, se desempeña como consultor empresarial y profesor universitario. Es autor de varios libros, el último de ellos: “Estrategia, la piedra angular del éxito” (Amazon)