Sep 21, 2021

Construyendo bienestar: un eslabón perdido

Luis Vielma Lobo(*)


 

Desde el comienzo de este siglo, el mundo inicio una nueva etapa de transición que quizá nuestra cotidianidad no ha permitido internalizar en su verdadera dimensión. Hay países que llevan la delantera en ese torbellino, pues ha sido la tecnología de las comunicaciones en donde más se ha sentido y expandido a lo largo de los veinte años que llevamos de este periodo.

Nos ha costado entender que el mundo gira continuamente, día con día, y por más que queramos emprender algo nuevo es imposible cambiar la historia pasada, aunque si podemos ser protagonistas de la creación o construcción del futuro, y ser parte de esa historia que alguien contará algún día. Si existen dudas de que nos encontramos avanzados en una nueva relación económica global, solo debemos acceder a las redes sociales y darnos cuenta de la velocidad con la cual, un hecho relevante alrededor del mundo se hace viral. Ya los eventos son trasmitidos, prácticamente, en tiempo real, y así las redes sociales se han convertido en la principal competencia de los noticieros de televisión, aun en aquellas cadenas que informan veinticuatro horas al día. Una economía global basada en el conocimiento que será muy difícil, por no decir imposible de reemplazar. ¿Alguna duda?, miremos a nuestro alrededor y veamos los avances en telefonía celular, biotecnología, micro mecánica, robótica y nuevos materiales, que han cambiado el mundo.

Ahora bien, es hora de entender que no es malo mirar hacia atrás para ver el sendero transitado; ello nos sirve de referencia para recordar nuestros orígenes, conocer de dónde venimos, y que hicieron nuestros predecesores para construir un país mejor; mirar hacia atrás solo para tomar impulso, crear, y construir el futuro que consideremos mejor para nosotros, las comunidades, las organizaciones y el país.

No existe duda alguna que probablemente nos encontramos en el alba de una nueva era de la economía del saber y del conocimiento, y no importa la magia que intentemos hacer; o nos montamos en ese tren, o simplemente nos quedamos a vivir como nómadas errantes en un mundo tecnológico, el cual nos ira regresando hacia una economía de cavernas, como al principio de la civilización. A veces nos confundimos, y algunos hasta pierden la esperanza, cuando observamos lo vivido en Latinoamérica en los últimos veinte años, donde no se ha logrado desentrañar los niveles de pobreza e ignorancia. Pero más nos alarma, que la nación más poderosa del mundo haya también sucumbido a ideologías nacionalistas, pretendiendo culpar el avance de la era tecnológica con argumentos históricos y populistas, que, si bien generan esperanza en cualquier ciudadano necesitado, con el paso del tiempo, estos resultan aún más afectados, porque el sentido de conformidad humano, que es casi un atributo, nos va empujando hacia un precipicio de desesperanza y hasta vergüenza.

Entender los conceptos de la economía del conocimiento no tiene que ver con ideologías o credos, está asociado con liderazgos creativos, frescos, con una visión grande del mundo. El discurso del reverendo Martin Luther King Jr., Yo tengo un sueño” (I have a dream), representa una de las visiones más extraordinarias de liderazgo, y aunque todavía no se ha logrado ese sueño, a lo largo de los años se ha avanzado de manera importante en el tema de la igualdad racial en la unión americana. ¿Ahora bien, cómo lograr sentar las bases para entender que el conocimiento es la base del crecimiento personal, y este, a su vez, la base del crecimiento comunitario y colectivo? ¿Qué nuevas coordenadas son necesarias, que nuevas reglas, habilidades y conductas se necesitan? ¿Como lograr que se inicie una espiral de éxito, comenzando en la base de la pirámide y nos permita alcanzar el tope, disfrutando cada paso? ¿Qué paradigmas debemos vencer?

Viene a mi mente la anécdota del presidente número 32 de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, quien gobernó desde 1931 hasta su muerte en 1945 y le correspondió dirigir al país durante la llamada “Gran Depresión”, implementando un ambicioso plan de recuperación, desarrollado entre 1933 y 1938, conocido como “New Deal” (Nuevo trato), el cual incluía una amplia variedad de programas de ayuda para la recuperación el país, cuya población sorprendida y asombrada por lo que estaba ocurriendo necesitaba una gran dosis de liderazgo e inspiración. En 1935, en el medio de esa gran depresión, cuando el bienestar de los ciudadanos estaba en franca caída, y los ingresos se contaban en centavos de dólar, además de impulsar sus programas de ayuda a agricultores, artesanos y empresarios, Roosevelt ordeno imprimir en la parte trasera del billete de un dólar, una pirámide trunca o incompleta con un ojo brillante en el tope y una figura que emana luz, la cual representa una guía divina, y simbólicamente, las posibilidades infinitas del bienestar de los ciudadanos, quienes necesitaban en esos momentos la esperanza de una recuperación económica, que se mantuviera a lo largo del tiempo.

Señalan los expertos que la historia es cíclica. Muchos hechos se repiten, y en estos dos últimos años hemos vivido una gran depresión, causada por este virus que ha ocasionado la peor pandemia que el mundo ha enfrentado, y pareciera no tener fin. Es precisamente en estos momentos que nuestros países necesitan liderazgos inspiradores que ayuden a la gente a tener esperanza. Venezuela y demás países de Latinoamérica, ha sido gravemente afectado por la pandemia, y sus ciudadanos, desde los más necesitados hasta los empresarios, aún esperan por una señal que detone una cruzada especial, para multiplicar los programas de ayuda que tanto se necesitan.

Estos no son tiempos de dividir, de usar las tribunas para lanzar dardos que hieran y separen aún más a la gente. Los políticos, empresarios, periodistas y los generadores de matrices de opinión necesitan hacer una pausa en el camino, abordar una reflexión colectiva, que busque alinear los sentimientos de las personas, independientemente de ideologías y credos, para fortalecer esta gran nación. Venezuela tiene la ventaja de poseer recursos naturales en cantidad, y una gente trabajadora y honesta, que hoy vive asombrada y confundida por la diatriba política diaria. Esa clase política debe recordar que ellos representan el arte de lo posible y su juramento así lo exige, y con ello en la mente deben concertarse por el bien de la nación.

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Luis Vielma

(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT); colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, Autor de los libros: “Testigo de mi tiempo” (2014), “México momentos y opiniones” (2015) y de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).

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